Capítulo 5

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                       CAPÍTULO 5

    Los días siguieron su curso como la corriente del río y, entre esas semanas con notas medias y cuentos escritos a mano, Alan vio que a la casa que hace un mes había estado deshabitada, llegó un camión de mudanza pequeño y despintado.

    "Claudia ya va a ir. Seguro no va a poder contener la curiosidad ya que casi nunca tenemos vecinos."

     Pero los días seguían hasta acumularse y pasar a ser semanas cargadas de angustiosa espera.

    En pocas horas los nuevos vecinos arreglaron completamente todo el sistema de luces, limpiaron las ventanas a las cuales luego agregaron cortinas sin agujeros y quitaron los tablones de madera que las cubrían; y barnizaron nuevamente la lujosa puerta de madera.

    Ahora todo estaba en perfecto estado ya que la majestuosa casa era habitada otra vez.

     Luego de un mes, Alan no pudo contener su curiosidad y, a pesar de que estaba en contra de sus instintos naturales, fue a conocer a los recién llegados.

     Una lluvioso tarde de sábado, caminó los doscientos metros que separaban su casa de aquella con Kira en sus brazos, protegida de la lluvia; y tocó el ruidoso timbre.

    -Ya voy...- respondió una voz masculina al otro lado de la puerta- ¿Quién es?

    -Soy el hijo de los Gutierrez, sus vecinos.

    -Hola. Esperá que no encuentro la llave de la traba...

    La puerta se abrió con un click y un ligero chillido.

    -Pasá- dijo un hombre con anteojos ubicados en la punta de la nariz, pelo azabache y una amable sonrisa. Dedicó una mirada rápida hacia Kira, pero no dijo nada y acarició suavemente sus orejas.

    A continuación, Alan solo tuvo que caminar un par de pasos para ver con maravilla la habitación en la cual se encontraba. El paraíso, definitivamente.

    Las paredes, estaban llenas de colores y letras en dorado, plateado y negro. Eran libros. Miles de ellos.

    A pesar de que intentó disimular, el asombro en sus ojos abiertos y sus cejas alzadas era evidente, pues nunca había visto una biblioteca de semejante magnitud y variedad. Era tanta la impresión que había impactado en él que de repente y sin previo aviso, Kira cayó torpemente de sus brazos. Alan pasó sus oscuros ojos por todos los títulos que logró observar antes de llegar a la puerta de la cocina-comedor que marcaba autoritariamente el fin del Cielo.

    -¿Cómo te llamás?- dijo la silueta que lo conducía.

   -Alan.

   - Bienvenido, Alan. Yo soy Néstor ¿A qué viene tu visita?

   -Quería pasar a conocer y saludar a los nuevos vecinos- respondió con una no tan falsa sonrisa.

   -Tal vez no sea de tu edad pero... tengo una hija ¿Querés que la llame?

   - Está bien.

   -¡¡¡Lucy!!!- gritó Néstor, autoritariamente.

   -Ya voy- contestó una voz aguda.

   A continuación se oyeron unos pasos en la escalera y una niña menuda y bonita lo miró con curiosidad. Llevaba unas zapatillas deportivas, un jean acampanado y una remera con mangas negra que rezaba "Leer es pensar" y bajo de ese eslogan, el nombre de un periódico del lugar. Llevaba el cabello suelto, de la única manera en la cual lo podía tener, ya que tenía el pelo corto. No debía tener más de diez años.

    -Hola. Soy Lucy- dijo con voz tímida, casi inexistente.

    -Hola, yo soy Alan.

    Su mirada lo apuntaba de manera acusadora pero, a la vez, era como si no estuviera mirandolo. Era como si observara a un fantasma que se encontraba tras él, haciéndole morisquetas maleducadas y ella, con la mirada, lo estuviese reprendiendo.

    Por un momento, sus miradas se cruzaron inexplicablemente, pero luego ambos bajaron la cabeza rápidamente, avergonzados.

   -¿A qué querés jugar?- preguntó Lucy, rompiendo el incómodo silencio que reinaba en el comedor.

   -¿Qué juego de mesa tenés?- respondió Alan con otra pregunta.

    Lucy, sin decir una palabra lo dirigió hasta una pila de cajas rectangulares que se encontraba en su pequeña habitación. Al final, decidieron jugar al juego de mesa más clásico de la historia: el monopolio.

    Mientras jugaban, se intercambiaron palabras y opiniones entre ellos.

   -¿A qué colegio vas? preguntó Lucy.

    -A la escuela N° 108.

    Pasó un rato largo sin que se hablaran hasta que Lucy rompió nuevamente el silencio:

    -Parecés estar enterado de lo que pasa...¿Me podés explicar en qué consisten los fondos buitres?

    Alan quedó boquiabierto, esa era una de las preguntas que soñaba que la gente le hiciera, lo cual nunca había pasado.

    "Lucy es una niña todavía...¿de dónde ha sacado la palabra?"

    -Te lo voy a resumir y a contar lo que sé... Un grupo de personas "prestan" cheques de unos cuantos millones de dólares a un país que, a su vez, como no puede pagar para devolver esos cheques, se los cede a otro país que sí pueda. A veces estos cheques quedan  "abandonados" ya que a veces no los pagan y, el país, si esta endeudado o con poco márgen económico, ofrece una menor cantidad de dinero que la de lo que representan los cheques y, si el grupo de personas que prestó el cheque no está de acuerdo, el caso pasa a juicio en Estados Unidos.

   -Pero eso no le conviene en absoluto al grupo de personas...eso de que le paguen menos...

   -Lo sé pero en vez de quedarse con el primer país, que al final no les iba a poder pagar nada, era mejor quedarse con el segundo. Traté de explicártelo lo más simplemente que pude. Disculpame si te lo hice muy dificil.

   -Entiendo el tema. No te preocupes.- dijo Lucy. Su rostro reflejaba reflexión pero luego de unos momentos reanudaron el juego.

    Luego de jugar tres horas, Alan recordó que en ningún momento le había dicho a ninguno de sus padres dónde se iba. No cayó en cuenta de la hora hasta que estaba por mandar un mensaje a su madre.

    "Mierda. Me estaba divirtiendo; ella sí que hace preguntas que valen la pena, no como mis compañeros."

    Con una terrible tristeza, se despidió de Néstor y Lucy y tomó a Kira nuevamente entre sus brazos diciendo que volvería ni bien tuviese tiempo libre, pues tenía ganas de responder más preguntas.

    Tirado en la cama, prefirió no cenar ya que otra pelea traspasaba las paredes y el piso de su habitación como una tormenta eléctrica furiosa.

    Al menos ya tengo dos personas en las que sé que puedo confiar...

   Esa noche Alan se durmió increíblemente feliz de tener un amigo por primera vez desde tercer grado.

    "No más soledad"

    Ese fue su último pensamiento ante de desfayecer de cansancio en su cómoda cama, llena de pañuelos usados y colchas de sufrimiento.

Hola, gente inteligentosa. Como el anterior cap tuvo más vistos de lo que esperaba decidí seguir. Probablemente el 6° capítulo tarde más porque no estoy teniendo nada de inspiración.

¿Estoy solo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora