Capítulo 3

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   La alarma sonó a las cinco en punto, más aguda y chillona que nunca; como si quisiera marcar su autoridad sobre aquel cuerpo bañado en sudor que se levantaba con dificultad. Alan miró por la ventana, y observó con detenimiento la casa abandonada que hasta hace un par de años, tenía pisos limpios, ventanas pulcras y en buen estado y luces casi siempre encendidas. Siempre le había gustado aquella casa, tan elegante en sus mejores días. Ahora eran solo los vidrios rotos, las paredes y los tablones que ocultaban la ventana sus únicos huéspedes, los únicos que de vez en cuando producían un chasquido o sonido que hacía eco en la casa olvidada.

    Alan buscó su uniforme. Esta escuela era privada (aunque las dos anteriores habían sido públicas) y, por lo tanto, tenía un riguroso reglamento en cuanto a la vestimenta: zapatos de vestir o marineros negros acompañados por medias color dicreto, pantalón azabache, camisa color marfíl y una corbata cuadriculada color sol, carbón y tormenta. Además de eso, tenía que ir sin pulseras, sin marcas de birome o tatuaje, cabello prolijo, y las usuales reglas de aquel tipo de colegios.

    Bajó para desayunar y preparar sus cosas. Esta escuela se encontraba solo a un kilómetro de distancia, asi que Alan tenía el privilegio de la privacidad en el trayecto, regalo que disfrutó muchísimo ese día.

    Pensó en los otros tres colegios a los cuales había asistido anteriormente,  recordando antiguos "amigos" que había tenido en primer y segundo grado. Traidores. Falsos. Todos y cada uno de ellos fueron como brisas de verano: agradables y reconfortantes al principio, pero luego, con la misma rapidez con la que venían, se esfumaban como si nada hubiese pasado. En tercer grado decidió que la mejor manera de evitar el dolor del abandono o la traición era convertirse a sí mismo en su único amigo, su más fiel compañero, el que estaría con él sin importar las circunstancias.

    Caminó despacio, observando el paisaje que lo rodeaba: colinas verdes y pequeñas casas a lo lejos le producían una sensación de soledad, como si fuera la única persona del planeta.

     Cuando llegó, vio el pequeño instituto de techo verde opaco que le habían mencionado y las antes blancas paredes, ahora sucias por la humedad. Antes de entrar miro su celular: era aún muy temprano, faltaba media hora. Se había olvidado de traer el libro que por ese entonces estaba leyendo (La Historia Interminable de Michael Ende) asi que decidió pasear por los alrededores, nervioso. Una minúscula parte de él le daba esperanzas:"Este es el último colegio en el pueblo al que todavía no te has cambiado. Esta es tu última oportunidad. Este año podrías hacer amigos o incluso demostrar las notas que podrías llegar a sacar si no fingieras..."- decía aquella vocecita chillona.

   Pero la mayoría de su ser decía lo mismo que todos los años en los que ingresaba:"Tranquilo, compórtate como el típico alumno nuevo, sé tímido y silencioso. La soledad es el precio a pagar por una vida sin dolor."

    Pareció como si esa media hora fueran cinco minutos ya que cuando miró la hora nuevamente, faltaban cinco minutos y todavía tenía que volver.

    Llegó justo a tiempo, cuando hizaban la bandera en el interminable mástil. Luego, cada estudiante se dirigió a su aula. Como Alan no tenía ni idea de dónde era la suya fue a secretaría, donde le indicaron donde estaba: en el piso de arriba, el tercer curso que viera después de subir las escaleras .

   A partir de aquellas indicaciones, llegó finalmente a la que sería de ahora en adelante su aula: una habitación con paredes descascaradas, un pequeño conjunto de bancos y sillas y una colosal pizarra para marcadores que cubría toda la pared que estaba en el lado izquierdo de la oxidada puerta.

    Saludó a la profesora, una mujer regordeta que llevaba el pelo lacio por los hombros y una remera rosa floreada.

    Alan entró y se sentó en un asiento que se situaba mas lejos a la puerta, en tercera fila (pensó:"ni muy atrás ni muy adelante...¡qué suerte!) pero el asiento ya estaba ocupado por una niña de ojos negros, piel morena y pelo azabache.

"Da igual. No hay ningún banco que esté desocupado del todo..."

   Dejó su mochila en el suelo pese a que había un gancho en la mesa para colgarla y se sentó. Algunos se quedaron mirándole pero la profesora siguió con la clase haciendo caso omiso de la gente que no estaba prestando atención.

    Luego de una hora, el tiempo pareció transcurrir en cámara lenta y la profesora decir temas obvios...y entonces vio que en la mesa que se deslizaba un papel arrancado brutalmente de una hoja de carpeta, que rezaba:

  "No dijiste nada ¿Te pasa algo? Soy Diana" La muchacha esperó pacientemente a que Alan respondiese, cosa que no pasó. Cuando tocó el timbre la chica lo miró con recelo y se alejó con pasos rápidos hasta la puerta que conducía a la salida, yendo con sus amigas al recreo.

    Cuando llegó a su casa, Alan subió rapidamente las escaleras y se tiró en la cama apretando fuertemente la cabeza contra la almohada, conteniendo las lagrimas fugitivas que escapaban de sus ojos.

  -¡¿No puedo nunca hacer nada bien?! Sirmpre tengo que cagar todo ¡Idiota! ¿¿Por qué no respondiste??

   La respuesta vino a su mente rapidamente: porque ya no confiaba en las personas. Ya le habían fallado muchas veces; la vida le había hecho demasiadas jugarretas, como un luchador que ataca pero cada vez que lo hace su contrincante le golpea más fuerte que la vez anterior. Así le habían fallado sus amigos.

    Un golpe.

    Dos golpes.

    Tres golpes...

    Lo peor era que no podía rendirse ni salir del ring...y los golpes seguirían y seguirían hasta que a su enemigo no le quedaran fuerzas, pero por ahora, solo podía protegerse y tratar de que los golpes fueran amortiguados por su escudo.

Holo, gente inteligentosa. Para que me conozcan más, mi gusto musical es el rock uruguayo y el rap. Comenten en los comentarios cuales son los suyos.

La verdad es que somos muy pocos, asi que subiré menos de seguido. Tal vez cada cuatro o cinco días más o menos.

                      

¿Estoy solo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora