Alan comenzó a ir todos los sábados a la casa de Lucy, y cuando podía, traía galletitas o alguno de sus más preciados libros para compartirlos con ella.
Los días de lluvia, se quedaban leyendo por horas y las únicas frases que se intercambiaban entre ellos eran preguntas y respuestas.
-Alan, ¿qué es el impuesto a las ganancias?
-¿Me podrías en qué se basaba la ley de "punto final"?
-¿Sabés explicarme cómo es el gobierno aristocrático?
Todas las preguntas de Lucy estaban ligados a cosas que Alan pensaba constantemente; a veces sabía las respuestas y otras veces no. Se dio cuenta de la capacidad mental de Lucy y su constante deseo de saber más sobre la sociedad que la rodeaba, tanto sus admirables actos de justicia como sus catastróficos errores.
Uno de esos días de lluvia torrencial, Alan llevó el libro de cuentos de su abuela para leerlo por tercera vez. Lucy, guiada por la curiosidad por saber lo que contenían aquellas hojas amarillas, preguntó a Alan de que se trataba.
-Son cuentos, aunque no creo que te gustan porque son más...- se detuvo tratando de buscar la palabra adecuada- realistas.
-¿Me podés leer uno?- preguntó la niña humildemente.
-Si te aburre no te quejes- accedió Alan. Y empezó a decir frases, oraciones y palabras que iban sumergiendo a Lucy en el mundo de la fantasía y del realismo. Todo al mismo tiempo. La niña era todo oídos; tanto que parecía saborear las palabras como si fuesen un caramelo de menta. Cerró los ojos para imaginar mejor el relato: los caballeros con armaduras cabalgando, la miseria del pueblo y las riquezas del rey siendo robadas.
Cuando Alan finalmente cerró el libro, Lucy suspiró.
- ¿Algún día, me lo prestarías?
Alan lo pensó un rato y luego respondió:
- No hay problema. Pedilo cuando lo desees.
Un eterno momento de silencio inundó la habitación de la niña hasta que esta preguntó:
-La próxima vez, ¿podemos ir a tu casa?
Alan pensó en sus padres peleando y gritandose tratando, a la vez, de superar el ruido de la televisiòn.
-Mmmmm... no sé.
- Por favor.
-Esta bien. Solo nos quedaremos un rato en mi casa y luego iremos al valdío que es más tranquilo- accedió Alan.
-¿Cuándo nos juntamos allá?
Alan pensó en el siguiente turno de su padre para el dentista.
-El miércoles.
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Luego de que arreglaron los detalles de su próximo encuentro, Alan volvió a su casa, donde Kira lo recibió pidiéndole caricias, ronrroneando bajo sus rodillas.
Alentado por un escalofrío que le recorrió la columna, hizo café y agarró unas medialunas. Una vez que terminó su merienda, fue a llevarle una taza con el líquido caliente a su madre, quien lo rechazó diciendo que podía prepararse café ella misma.
Alan fue a su habitación, donde las repisas con los libros lo recibieron calurosamente. Casi al mismo tiempo que pisó su cuarto, su teléfono comenzó a cantar Help de The beatles, avisando que alguien quería contactarse con él. Miró la pantalla y descubrió con sorpresa quien lo llamaba.
-Hola, Alan.
-Hola, abuela. No quiero ser maleducado pero ¿por qué llamás?
-¿Nunca quisiste saber la verdad sobre tu abuelo?- pregunta la serena voz al otro lado del teléfono.
-Sí -respondió Alan- pero nunca me animé a preguntártelo y tampoco quería forzarte. Sabía también que no me darías el nombre por miedo a que lo buscara en internet.
-El nombre de tu abuelo era Antonio y tenía cincuenta y tres años cuando se descarriló en un barranco. -hizo una pausa- La policía, luego de mirar la escena, declararó que fue un suicidio, no un accidente.
Finalmente Alan entendió la actitud un tanto depresiva de su abuela y su amor incondicional por Alan y su única hija mujer (Natalia).
-Todos los días espero que venga el policía encargado de investigar la escena y me diga que fue un accidente, que Antonio realmente no había acelerado en aquella curva y que todo lo que tenían para creer que fue un suicidio era falso.
-¿Por qué me contás esto tan repentinamente?- preguntó Alan, quien seguía tratando de interpretar mejor las palabras de su abuela.
-Porque sentía que era poco honesto ocultarte algo que a vos también te afecta.
-Gracias, abuela. Se que te causa mucho dolor y agradesco el sacrificio de tu parte.
-Después de esto ¿no vas a pensar de mi como una débil depresiva?
-Deja de pensar en cosas imposibles.
Alan no pudo pegar ojo en toda la noche, sabiendo que tenía que haber algo más, algo que Perla no había querido contarle...
Algo que justificara el por qué lo había llamado a esas horas de la noche contando algo de lo que nunca antes había dicho palabra.
Algo que explicara el suicidio del abuelo que nunca había llegado a conocer.
Holo, gente. Espero que les este gustando pero quiero avisarles que lo mejor de lo mejor es el final. Van a ser entre 10 y 15 capítulos. Hasta el próximo cap ;)
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¿Estoy solo?
DiversosAlan es un chico solitario y cerrado que convive con su dolor día a día. A pesar de ser increíblemente intelingente, no tiene amigos que lo acompañen o ayuden a enfrentar su sufrimiento. Pero un día, Alan empezará a experimentar por una vez en su v...