Marla
Las cosas entre Carlos y yo no se están dando de la manera que yo quería y esperaba, bueno, a quien engaño, ni siquiera hay “cosas” entre nosotros. Desde la fiesta en mi apartamento no hemos vuelto a vernos, ni a llamarnos, ni un puto mensaje, y hoy, cuatro días después, se atrevió a escribirme por Whatsapp, pidiéndome que por favor fuera al hospital a reunirme con él.
He releído el maldito mensaje más de veinte veces, tratando de hacerme a la idea de que de verdad está ahí y no es producto de mi imaginación.
Por favor, reúnete conmigo esta noche en el Children Center, necesitamos hablar de nosotros.
Lanzo una risa sarcástica hacia el techo de mi habitación después de terminar de releer el mensaje, nosotros dice, como si eso existiera para él. Durante este mes he llegado a la conclusión de que a Carlos le gusta jugar al gato y al ratón, pero yo no estoy dispuesta a ser su ratón de juguete, conmigo es todo o nada.
Observo distraída la pared que tengo ante mis ojos, es horrible, todo en este apartamento es horrible, pero es lo único que puedo pagar, yo no tuve la dicha de esas niñas ricas de ser hija de mami y papi millonario. Que estupideces estoy pensando, si ni siquiera tengo padres. Toda mi vida siendo la huérfana, la pobre. En el orfanato con las monjitas Serena y yo éramos las únicas niñas a las que ningún familiar iba a visitar. Seguro se preguntarán cómo que visitas, si se supone que todos son niños huérfanos; pues no, muchos de ellos tenían tíos, abuelos, algún familiar cercano que los visitaba, para ellos era como una especie de escuela militar donde todos estaban internados.
Desde pequeñas Serena y yo hemos tenido que aguantar las miradas de lástima de las monjas, los comentarios como: “pobres niñas, están solas”; y demás. Incluso David, el único niño que había, se encargaba cada día de recordarnos nuestra miserable existencia.
— ¡Maldición! — maldigo a gritos al darme cuenta de la hora que es.
Me interesa una mierda llegar puntual a la cita con Carlos, que espere, es lo menos que se merece, por cabrón. Miro por la gran ventana de mi habitación y observo el bullicio de gente a esta hora aun en la calle, son casi las once de la noche, pero bueno, después de todo, esta es la ciudad que nunca duerme. Tengo menos de media hora para vestirme y llegar al Children Center. Me decidí por un top negro y unos jeans azules oscuros que adquirí hace tres inviernos pasados, en las rebajas de Walmart.
Once y siete minutos exactamente salgo disparada en busca de un taxi, en esta ciudad es algo complicado a esta hora lograr alquilar uno. Le hago señas a uno que viene por la derecha de la carretera, por suerte frenó y me recogió. Mi móvil vibra en el bolsillo de mis jeans, lo saco con dificultad y en la pantalla se muestra el nombre de Carlos. Decido no responderle, y segundos después me llega un mensaje de él:
Cuando llegues me llamas.
Bufo entre dientes, este hombre tiene que tenerlo todo controlado. Trago saliva y centro mi vista en el camino. El olor a colonia de hombre inunda el taxi, supongo que el taxista se puso colonia de más.
—Llegaremos en ocho minutos exactamente —me dice el taxista, lanzándome una sonrisa que yo le devolví.
—Gracias.
El tipo tenía razón, porque me tomé el trabajo de poner el cronómetro en mi móvil y sí, llegamos en ocho minutos exactos. Me bajé del taxi y le pagué la carrera al chofer. Me arreglé un poco el cabello y sujeté bien mi bolso, y así comencé a caminar hacia la entrada del hospital, ya que el taxista me dejó en la parte del parking del hospital en vez de en la entrada principal. Todo está muy oscuro, y en ese momento recuerdo el mensaje de Carlos diciéndome que le avisara cuando llegara, supongo que saldrá a recibirme. Saco mi móvil y le escribo un mensaje:
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Trilogía Pecado (Libro 1, 2 y 3)
RomanceLibro 1 COMPLETO Libro 2 EN PROCESO Libro 3 PRÓXIMAMENTE ❌Historia +18, escenas de sexo esplícito y lenguaje adulto❌. La trilogía Pecado de Laura Avila completa en un solo libro. Amor, sexo, mentiras, pasión, intriga, todo eso encontrarás en este l...