Flores de un fantasma (Tulips)

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Si le preguntaran, no estaría seguro del momento en que había vuelto a su casa. Al ser una persona que podría vanagloriarse de su impecable memoria, Severus se sentía casi ofendido por tener una considerable laguna mental. Sin embargo, lo que más le intrigaba era por qué estaba solo.

Aunque su padre le importaba lo mismo que las telarañas del techo, encontrarse completamente solo en la casa de Spinner's End era muy inquietante. La primera noche, Severus se encontró en su cama, escuchando los crujidos familiares del piso y el techo; estos fueron, de alguna forma, diferentes y lejanos, como si fuera la primera vez que los escuchaba en mucho tiempo.

Y a la siguiente mañana, fue cuando lo vió por primera vez.

En su joven vida, muy pocas veces se había sentido atraído hacia algo como cuando, cruzando por el jardín, vio al otro lado de la calle un muchacho. Lo vió por el rabillo del ojo, una sombra que se desdibujaba al otro lado de la calle. Estaba trabajando en el jardín, que lucía flores hermosas.

Durante un instante, Severus tuvo la sensación de que el mundo estaba repentinamente bien, como cuando has vivido ahogándote y de pronto puedes tomar una bocanada de aire. Y al siguiente segundo, sintió un dolor tal que apretó la tela de su playera entre los dedos.

El ataque de ansiedad fue interrumpido con la aparición de la profesora McGonagall, cuya mano se posó en su hombro y el momento fue olvidado, reemplazado por la confusión ante sus preguntas sobre su salud y sobre su adaptación. Severus, ciertamente, no quería saber mucho más de lo que sabía, así que no indagó sobre la razón por la que su profesora le visitaría para preguntarle sobre sus asuntos.

Los días pasaron y el muchacho del jardín vecino aparecía algunas mañanas o tardes, cuando veía a Severus le sonreía y agitaba su mano a forma de saludo, de una forma amigable pero estaba seguro de nunca antes haber visto que el vecino viejo de la casa frente a la suya tuviera algún hijo o nieto. Y a pesar de las dudas, no podía evitar mirarle, a su cabello revuelto, las gafas redondas y la espalda estrecha.

Entonces llegaron las flores.

Una tarde, alguien tocó su puerta y cuando abrió solo había un ramo de tulipanes en el suelo, sus tímidos pétalos jaspeados que le hicieron sonreír. Severus sabía un poco del lenguaje de las flores y su significado hizo que un dragón rugiera en su pecho.

Cuando Halloween se acercaba, él no se preguntó sobre el por qué no se encontraba ya en Hogwarts, solo asumió que tendría que ver con McGonagall yendo cada semana a checar como se encontraba. Supo que no debía preguntar cuando, mientras bebían té en la segunda visita, le había preguntado sobre el paradero de su padre y la mujer no respondió, solo su mandíbula se tensó un instante antes de desviar el tema.

La puerta sonó al caer el sol el 31 de octubre y Severus, esperando ver a un niño ansioso por dulces —o secretamente otro ramo de tulipanes—, se sorprendió de ver al muchacho. Tenía puesto un disfraz del fantasma de ópera, una máscara cubriendo la mitad de su rostro y haciendo mucho más obvios sus preciosos ojos verdes.

—¿Estás listo? —Le dijo con una sonrisa blanca, mejillas sonrosadas. Severus le miró aturdido, el corazón latiendo dolorosamente mientras bebía su imagen. De cerca, el muchacho era ligeramente mayor y él sentía una culpa agonizante al mirarlo.
—¿Listo? ¿Para qué?
—¡Para pedir dulces, por supuesto! —Exclamó—. ¿No vas a ponerte tu disfraz?
Pensando seriamente en preguntarse si estaba mal de la cabeza, Severus solo dijo:
—No tengo uno.
—Veamos qué hay dentro.

El chico le tomó de la mano y su toque le hizo sonrojar. Le jaló hacia el interior de la casa, hasta la habitación que era de su madre, con una naturalidad fuera de lo común. Yendo directamente hacia el baúl, lo abrió y comenzó a esculcar en él.

Una parte de sí, la más sensata, le dijo que debía estar molesto por aquella intrusión, pero la otra le dejó hacer, confiando en él ciega y tercamente. Al final, el muchacho sacó el gorro típico de Hogwarts y una capa oscura.

—¡Esto servirá!

Las puso sobre él y luego le jaló de nuevo por las escaleras hasta la calle. Severus solo podía pensar en su mano entrelazada con la suya, sus dedos apretándole. Se sentía bien, correcto y aliviaba el dolor en su pecho.

Una vez afuera, el chico alentó el paso pero no soltó su mano y caminaron tranquilamente por Spinner's end, cuyos niños casi nunca salían a pedir dulces y cuyas casa rara vez regalaban. Severus no podía recordar ningún año en que él hubiera salido a pedir dulces. Lo único que le había hecho feliz en Halloween era...

—Tú madre suele preparar scones hoy, ¿no es cierto? —Dijo el chico, como leyendo su mente. Severus sabía que había grandes legeremantes, pero dudaba que este muchacho fuera uno—. ¿Los hará esta tarde?
—No, ella... ella murió.
Los ojos verdes le miraron, tristes.
—Merlín, lo lamento mucho. ¿Fue hace poco?

Frunciendo el ceño, Severus se dio cuenta de que no podía recordar hace cuánto tiempo que su madre había muerto.

—Yo...
—Está bien, no tienes que hablar de eso. Entiendo que es difícil —El chico pegó su hombro al suyo, era unos centímetros apenas más alto y Severus apoyó su cabeza en él—. Yo también perdí a mis padres hace mucho tiempo y, bueno, ya sabes.
—¿Los extrañas?
—Nunca los conocí, a veces los añoro, pero es difícil extrañar a personas que no recuerdas.

Caminaron en silencio por algunos minutos hasta llegar a un parque que le era un poco familiar, Aunque lo habían quitado, recordó el roble hueco en el que solía esconderse para observar a alguien, aunque no podía recordar a quien.

Harry había dicho que era difícil, pero él extrañaba a ese alguien que no recordaba y eso le hacía sentir triste.

—¿Un galeón por tus pensamientos?
—Había un roble, allí...
—¿Te gustaba?
—Era mi lugar favorito.

Fueron hacia el lugar y se sentaron junto al lago, el chico le miró directamente a los ojos.

—¿Sabías lo que significaban las flores, Sev?
El diminutivo trajo calor a sus mejillas y asintió. ¿Por qué él sabía su nombre?
—Tienes ojos preciosos...
Las manos fueron a sus mejillas y retiraron su cabello, los ojos verdes brillaban.
—¿Me extrañaste?

Lágrimas se agolparon y cristalizaron sus ojos, luego se derramaron como gruesos lagrimones por sus mejillas. Asintió de nuevo, un gesto que bien podría significar cómo el demonio, con toda mi alma, tanto que dolía.

El muchacho le dio un beso ansioso y lleno de necesidad, labios que magullaban los suyos. En algún momento, la máscara que cubría su rostro cayó al pasto.

—Harry —Salió de sus labios en un suspiro mientras su mejilla se frotaba en la ajena, como si fueran dos gatitos reconociéndose.

Entonces las memorias le golpearon, como un puño de acero en el estómago. La sucesión de imágenes le quitó el aliento, a la serpiente que mordió su cuello, al chico que amaba corriendo hacia él justo antes de que la serpiente atacara de nuevo.

—Sev, mi Sev... Oh, Merlín, eres tan pequeño y hermoso...

Severus se separó, llorando y comprendiendo al fin, mirando al Harry de sus recuerdos besándole el rostro.

—No eres real...

Harry se detuvo y dio un suspiro antes de mirarle, triste y un poco roto. Sabía que Harry estaba muerto y que él, de alguna forma, había rejuvenecido.

Con el corazón rompiéndose, Severus contempló al fantasma o alucinación que estaba frente a él y lo único que pudo hacer fue aferrarse.

Prefería vivir desquiciado, que en un mundo donde Harry no existía.

Amantes de la noche oscura ❧ Dark Flufftober SnarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora