10._Rigor Mortis

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Última parte.

Mary estaba sentada en la cama. Tenía puesta una camisa blanca que Bills le dió. Abrazaba sus piernas y tenía los ojos fijos en las formas caprichosas que dibujaban los pliegues de la sábana. Una docena de velas iluminaba la habitación y el sonido del viento llenaba el silencio. Hacia frío, pero Mary no lo sentía. No sentía nada. Ni hambre, ni sed, ni siquiera miedo. Al principio muchas extrañas imágenes la atormentaron, pero paulatinamente se fueron desvaneciendo para dejar su mente totalmente vacía de cualquier visión previa al momento en que despertó.

Podía no tener memorias, mas una tonta no era. Sabía que Bills le estaba mintiendo. En ese dormitorio, en toda la casa, no había un solo indicio de que una mujer la hubiera habitado. Ni siquiera tenía ropa. Debajo de esa camisa estaba desnuda, mas no le importaba. Algo en ella estaba totalmente vacío y mucho se temía que no tenía que ver con quién fue antes.

-Come- le dijo Bills al dejarle una charola con un trozo de pan y un vaso con agua a su costado

-No tengo hambre- le respondió con calma y tristeza en el semblante y en la voz.

Él no insistió. Tomó la pieza de pan y le dió una mordida. Se quedó sentado en la cama, de espaldas a Mary, que veía la ventana. Llevaba tres días ahí y nada había cambiado. La tenía como quién tiene un autómata, pero no tiene la llave que lo hace funcionar. Mentirle se le hizo una buena idea, pero no lo planeo bien y aunque ella no había hecho ningún comentario al respecto era obvio que sabía que él no fue honesto. Después de tragarse el segundo bocado de pan le dijo con esa ronca voz que en la oscuridad de la noche adquirió una seriedad fantasmal:

-Antes eras la esposa de otro- Mary levantó la cabeza y le miró con curiosidad- Del doctor de este pueblo inmundo. Tu nombre era Mary.

La muchacha escuchó aquello y de inmediato le surgieron una decena de preguntas, pero no dio voz a ninguna.

De ninguna manera Bills iba a decirle lo que ella desató en él. Que lo concluyera con sus acciones si tenía dudas. A su espalda Mary miró la sortija de bodas en su mano.

-Hasta que la muerte los separe- musitó la muchacha y volvió sus ojos a la espalda de Bills, quien la miró de reojo por encima de su hombro.

Mary tomó la manta a sus pies, se cubrió con ella y se recostó de cara a la pared preguntándose cómo se podía estar tan confundida, teniendo la memoria vacía. Cerraba los ojos cuando sintió que Bills la abrazaba desde atrás. Todo su cuerpo se tensó en ese momento, pero no hizo un solo intento por alejarse. La situación era tan insólita.

La luna llena brillaba entre largas y oscuras nubes que el viento iba arrastrando suavemente. El paisaje era un tanto tétrico, pero bello también, sin embargo, Dai estaba de espaldas al amplio ventanal en forma de arco de su despacho. No había una sola luz encendida lo que le daba a su figura el aspecto de una escultura de mármol. Al menos eso le pareció a su hijo que ingresó en el lugar llevando una vela en la mano. La casa contaba con electricidad,
pero debido al clima muchas instalaciones se habían estropeado.

-Llegas tarde, Whiss- le dijo Dai y su voz sonó áspera y seca.

-Lamento el retraso, pero este pueblo ni siquiera está en los mapas y el cochero aseguraba que no había ningún asentamiento humano por estos parajes- le explicó tranquilamente- ¿Cómo estás?

-Al límite de mis fuerzas, como puedes ver- le contestó cuando su hijo levantó la vela, para iluminar su figura.

-¿Qué pasó con tu esposa?-le preguntó el muchacho- Crei que ibas a explicarle todo antes de matarla.

-Pensaba hacerlo, pero murió prematuramente- le explicó Dai e hizo una pausa- Esta fecundada.

El cabello de Dai estaba despeinado y eso dejaba en evidencia que tenía grandes ondas en su pelo blanco, desprovisto de sedosidad. Su piel estaba seca y los ojos los tenía hundidos en sus cuencas. Su recta postura era apoyada por un bastón que golpeaba sonoro las baldosas. El doctor caminó hasta quedar de frente a su hijo y le dijo con gravedad:

Octubre SangrientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora