El otoño empezó temprano ese año. El camino de árboles que guiaban a la cabaña así lo indicaban, mientras que el frío comenzaba a sentirse.
El escenario era precioso, no podía pedir más que eso para lo que estaba a punto de hacer y es, el lugar donde nuestra familia había vivido todo ese tiempo era el lugar perfecto para llevarlo a cabo.
No podía pedir más, excepto...
—Se ha tardado demasiado —dije, mirando el reloj que mis amigos me habían regalado para esa ocasión.
—Tal vez se perdieron —me dijo mi padrino, que también se hallaba un poco preocupado.
Me estaba dando pánico. Aunque ella era proclive a retrasarse, ya se había retrasado por casi dos horas. Eso no era normal. En mi cabeza comenzaron a danzar imágenes horribles, cada una más convincente que la otra, comenzando por aquella en la que ella leía la carta asqueada y la destruia.
Sabía que no lo haría, pero aún así la imagen permanecía.
Es por eso que casi me desmayo por el alivio al verla acercarse por el camino... Aunque venía con su traje de caza manchado de sangre y con ella estaba su hermano.
—Oye —me llamó mi amigo en voz baja—. Aquí pasa algo raro. ¿Estás seguro que le dejaste la carta?
—¡Pero claro que sí! —le respondí, igualmente susurrando, tamandola de mi saco y mostandosela—. La agarre y la puse sobre el mostrado...
No le dijo nada, solo se me quedo viendo con la ceja levantada y un claro esfuerzo por no reírse.
—Bien, control de daños —dijo y se dirigió a ellos—. ¡Emil, viejo amigo! ¡Cuando tiempo desde que salimos juntos! ¿Sabes? He escuchado de un bar muy bueno en...
Y sin dejar hablar al pobre Emil, Cleam se lo llevó lejos.
—Se que es raro, pero eso es nuevo —dijo Ana, mirándolos irse con el cejo fruncido.
Tragué saliva al verla ahí. Había dejado una carta para evitar estar nervioso pero lo había arruinado y ahora no sabía que decir. Solo el hecho de estar frente a ella era estremecedor. Pero debía armarme de valor.
Puse una rodilla en el suelo mientras sacaba una cajita de mi saco. Si bien esa tradición no era propia de ese mundo, era algo que deseaba hacer.
—Ana —dije, mostrando el anillo que había mandado a hacer meses atras—. ¿Te casarías conmigo?
Ella me miró sorprendida, pero sonrió. Después saco de su bolsa una caja muy parecida a la mía y la abrió, mostrando un anillo idéntico.
—Estaba pensando que jamás lo dirías —comento, mientras comenzaba a reír.
—No sabes lo feliz que me siento —le respondí—. Aunque también creo que debo matar a alguien.
—Ah, él no puede morir —dijo, riendo y acercándose hasta rodearme con sus brazos, luego añadió antes de besarme—. Además, eras algo obvio desde hacía tiempo, ¿no te parece Jun?
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Theria: Historias Extra
FantasíaTodos tienen un pasado. Todos tienen una historia que contar. Recopilación de historias de Theria.