Mini saga: El joven y la demonio 1° parte

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Delien 

Sa'lore, una ciudad antigua y en ruinas, ubicada bajo las tierras del continente mágico. Ahí es donde me encontraba.

—Déjame solo.

Esas fueron las primeras palabras que le dije a mi acompañante al salir de aquella ciudad destruida. En cuanto estuve fuera, me deje caer, mirando el cielo azul, un cielo que me recordaba a casa.

El cielo, la luna y el sol son los mismos. Ojala no fuera así, porque entonces no sentiría tanta nostalgia.

El hecho de que pareciera que me encontraba en una selva en la que los insectos hubieran desaparecido, no hacía sino que me sintiera peor ante tal discrepancia.

Ahí abajo encontré las respuestas que tanto ansiaba encontrar. Y no me gustaron para nada.

—¿Qué te dijo? —pregunto mi acompañante, Christopher, una de las pocas personas a las que podía considerar como un amigo.

—Lo que ya sabias. Todo era cierto.

Él no me respondió, simplemente se quedó mirando la entrada de la ciudad con la cólera ardiendo en sus ojos. Conocía su historia, sabía lo que había perdido, por tanto, lo comprendía.

—¿Qué harás? ¿Me ayudaras? —me pregunto, tendiéndome la mano para ayudarme levantar. La negué.

—No —le respondí. Lo comprendía, pero no había perdido tanto como ese hombre, por lo cual no me podía considerar igual a él.

—¿Entonces estarás en mi contra? —me pregunto de nuevo, endureciendo la mirada y retirando su mano.

—No. Haz lo que quieras, no me interpondré en tu camino. Pero tampoco quiero participar. Déjame solo.

—¿Entonces qué?

—Soy neutral. Lo que le pase a este mundo no me importa. No te ayudare ni estaré en tu contra. Por favor, déjame solo.

—Como quieras —suspiro Christopher. De entre sus ropas saco un papel y escribió algo en él, para luego dejarlo sobre mi pecho—. Si quieres hablar, ahí podrás encontrarme. Me iré, pero tú también deberías hacerlo. Permanecer tumbado en el continente mágico no es muy buena idea.

Sonrió. No sabía cómo le hacía para poder mostrar una sonrisa tan sincera después de todo lo que había pasado, pero era alentador verla. Ese gesto me indicaba que, incluso después de que me negará a ayudarle, seguía siendo mi amigo.

Lo despedí con la mano, pero seguí en el suelo.

Odiaba este mundo, en un acto egoísta me habían arrebatado de mi familia para traerme a él. Pero también había personas que quería viviendo aquí, por eso estaba tan dividido. Escogí el camino fácil, lo sé. Pero tampoco tengo porque esforzarme.

Mi nombre es Delien Hierg. Soy conocido como el señor de la tormenta.

Al final no me quedo otro remedio que tragarme mi amargura y levántarme. Como dijo Christopher, si me quedaba más tiempo ahí, lo más seguro es que algo me atacara. Como estaba ahora no lo sentía como mucha perdida, pero ya había experimentado el morir una vez y no me apetecía repetir esa experiencia tan desagradable.

Morí en un mundo distinto, cuando cumplí los veinte años, justo el día de mi cumpleaños. Aun lo recuerdo. En ese entonces yo era feliz. Mi novia y mis padres estaban ahí. No tenía hermanos, tal vez es lo único bueno de lo que me paso, que conseguí a alguien a quien puedo llamar familia, al menos antes de abandonarla para este viaje, pero era lo único.

El dolor fue terrible, sentir como mi corazón era estrujado y mi interior se derretía. No quiero volver a tener esa experiencia.

Ya han pasado veinticuatro años desde que desperté aquí. Ni siquiera el inicio de una nueva vida fue placentero, pues en el momento en el que nací segué dos vidas, como el hombre que decían era mi padre no se cansaba de repetirme.

Se supone que la mujer que me dio a luz tendría gemelos. El parto ya de por si era arriesgado, pero se complicó aún más cuando uno de esos bebes nació muerto. Nunca supe que paso exactamente, pero ese día se perdieron las vidas de la madre y el niño, dejándome solamente a un extraño al cuidado de aquel hombre.

No puedo culpar el que no me quisiera, tampoco el que pensara que yo había sido el culpable de la muerte de su esposa y su hijo, porque lo más probable es que así fuera. Y eso se debía a que desde el momento en el que nuestros ojos se cruzaron, pude ver cómo me había descubierto como un intruso, un monstruo que había robado el cuerpo del que podría haber sido el único lazo con la mujer que amo.

—Debo de dejar de pensar en cosas pasadas —me dije a mi mismo—. O me pondré peor de lo que ya estoy.

¿Otra vez hablando solo, hermano?

La voz de mi hermana resonó en mi cabeza. Hace años que no la veía y tenía miedo de hacerlo ahora. Prácticamente la había abandonado, pero me preocupaba un poco. Era mi único familiar, después de todo, a pesar de que diferentes mujeres nos dieran a luz.

—Además, prácticamente yo fui quien la crio. Pero a quien le hablo, sería mejor que me callara.

—Estoy de acuerdo con eso —dijo una voz femenina, oculta entre la maleza—. ¿Los humanos son tan habladores?

—¿Quién eres? —pregunte, comenzando a reunir energía mágica en mis manos.

—¡Espera! ¡No quiero hacerte daño! ¡Solo quiero hablar! ¡Eres la primera persona que me cruzo en meses y que no me ha atacado!

La dueña de la voz salió de entre la maleza. Al verla, no pude evitar lanzarle una andanada de relámpagos. No se me puede culpar, el aspecto de aquella persona era demasiado extraño, incluso para los estándares de este mundo.

Su cuerpo era un poco más alto que el de una persona normal; sus brazos, el doble de largos y cubiertos por una ligera capa de vello rojizo. Sus pies terminados en largas uñas negras, aunque su forma era parecida a la de los humanos.

Lo más impactante era su rostro. Aunque sus facciones eran vagamente humanas, no poseía lo que uno llamaría "nariz", siendo esta solamente dos orificios en su rostro. Semiocultas entre la mata de cabello esmeralda, se ocultaban dos orejas largas, curiosamente parecidas a las de un murciélago.

Y sus ojos. Tan amarillos que estaba seguro brillaban en la oscuridad, rematados con pupilas en forma de rendijas como un gato.

—Olvida la segunda parte —dijo, casi riendo tras escapar de mis ataques—. Dejémosle en que eres la primera persona que he visto en meses.

—¿Qué eres? —alcance a preguntar.

La extraña extendió dos alas membranosas que hasta ese momento no me había percatado que tenía y se elevó a la rama más gruesa de un árbol cercano.

—Me llamo Veli —me respondió, sonriendo como si se estuviera divirtiendo—. Soy una demonio. ¿Quién eres tú?

Theria: Historias ExtraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora