—Y... ¿por qué rayos sigues tras de mí? —le pregunte a la mujer que decía ser de la raza demoníaca y quien en ese momento bebía un vaso de licor a mi lado.
—¿Cómo que por qué? —me respondió ella, con una sonrisa que apenas se podía distinguir bajo la capucha que llevaba puesta—. No conozco a nadie más. Aparte, ¿no me querrás dejar abandonada a mi suerte, verdad? ¿A mí? ¿Tu mejor amiga?
—Lo que te pase o no, no es mi problema —le deje por enésima vez, vaciando mi tarro de cerveza. Sabía mal, pero era lo único que había—. Momento, ¿Cuándo nos volvimos mejores amigos? Apenas te conozco. Es más, tú me estas siguiendo. Acosadora. Así que preguntare de nuevo, ¿por qué diablos me estas siguiendo?
—Ya te lo había dicho. Eres el único que no teme a mi apariencia. No muchos aprecian a los demonios. Me gusta mantenerme cerca de alguien a quien no le moleste lo que soy. Aunque claro, —continuo ella, ampliando su sonrisa, ahora con dejes de malicia—, a ti te molesta todo el mundo.
Ni que discutir con eso.
Suspire. Siempre que le preguntaba respondía lo mismo, aunque yo no sabía que me quería decir con sus cripticas palabras. Si, lucia extraña, pero eso se podría decir de más de la mitad de aquellos que nos acompañaban en el bar. De hecho, yo era el único humano en el lugar. A mis ojos, yo era el único normal.
Asle'il, elfos, milials, Fide'il, enanos. Incluso me pareció ver un Kabil en la multitud. Aquí solo podías encontrar bichos raros.
Ya hacía cuatro meses que había salido de Sa'lore y me había encontrado con ella, desde entonces estuve recorriendo el continente mágico como un vagabundo. En principio, porque no sabía que hacer ahora, pues durante casi toda mi vida solo quise saber el propósito de mi llegada a este mundo, pero ahora que lo sabía y que había adquirido la determinación de no seguir ese destino, me sentía vacío.
Mi autoproclamada mejor amiga me dio una palmada en la espalda para reconfortarme, cuando me vio perdido en mis pensamientos. Aún seguía pensando que su apariencia daba un poco de miedo, pero después de tanto tiempo juntos, me termine acostumbrando a ella.
—¡SI! ¡Gane! —exclamo alguien detrás de nosotros.
Como si fuera una señal, todo el mundo tomo sus tarros de cerveza, sus pertenencias y se tiró al suelo. En ese momento se sintió un temblor y luego el vértigo de sentir como todo el edificio en el que nos encontrábamos se elevaba, para caer con fuerza, haciendo saltar a todos. Muchos terminaron cubiertos de bebidas o de otros, pero la mayoría solo suspiro de decepción, después de todo, ya estaban acostumbrados. En el caos, se podía distinguir a quienes habían ganado la apuesta, pues eran quienes reían ganas.
—Sabía que no me debería haber metido a este bar —murmuré, intentando quitarme a un Asle'il de encima.
El lugar era conocido en las cercanías debido que se ubicaba en el lomo de un Halientauro, una criatura de seis patas, con una altura de setenta metros y una anchura de cuarenta. Su cabeza, viperina, pero con dos cuernos curvos, recordaban a la de un toro. La bestia se movía con una lentitud extrema, tanto que a veces se necesitaban semanas para que diera un paso. Por eso se había construido el bar en su lomo, para que los ebrios pudieran apostar en qué momento se movería. Un aviso previo que daba era que alzaba su cola de reptil unos metros en el aire, lo que daba algo de tiempo para prepararse.
—¡De-demonio!
Otro grito, diferente a los de alegría o decepción normales y más bien cargado de ira y miedo, se escuchó en el bar. La culpa había sido de un sujeto con un rostro que recordaba mucho al de un mapache y que, francamente, me parecía grotesco. Él tipo señalaba con el dedo a Veli, cuyo rostro fue expuesto durante la conmoción.
—¡Demonio!
—¡Demonio!
No entendí nada. Si bien en mi mundo esa palabra tenía un significado temible, en este nunca la había escuchado y ella no parecía mala en lo absoluto. De ser así bien podría haberme matado cuando tuvo la oportunidad. Diablos, que incluso yo, quien desconfiaba hasta de mi propia sombra, podía dormir tranquilo con ella a mi lado.
La mayoría de los parroquianos cercó a Veli, quien tenía sus manos alzadas en señal de rendición, mientras intentaba hablar, cosa que lo le permitían hacer, pues sus insultos ocultaban cualquier palabra que ella intentará pronunciar. Un tarro de cerveza le dio en la cabeza, rompiéndose en pedazos y causándole una herida sangrante.
No sabía que pasaba, pero francamente no era mi problema, así que me di la vuelta, dispuesto a irme.
—Delien, ayúdame, por favor...
¿Lo pronuncio o no lo pronuncio? No estoy seguro, pero incluso si fue mi imaginación, esas palabras me ataron como grilletes.
¡Ah Maldita sea! ¡Yo y mis tendencias! ¡Juro que es la ultima vez, la próxima la abandonare a su suerte!
Aunque en el fondo sé que no va a ser así...
De una bolsa que llevaba en la cintura que un montón de pequeños alfileres que Xartos había hecho el favor de hacerme. Usando mi poder los arroje en todas direcciones, golpeando a los que se encontraban en el establecimiento. Después lance una pequeña descarga que los paralizo, incluida a la mujer demonio, claro.
—Lamento eso —le dije al tendero, haciendo una pequeña reverencia—, pero de todas formas no traía para pagar, así que lo iba a hacer antes de irme. Que atacaran a mi amiga solo acelero el proceso. Que tengan un buen día.
Dicho eso, tome a Veli y me acerque a la puerta, para después transfórmeme en un relámpago y alejarme de ahí. Seguramente ella sentiría una pequeña descarga ya que la llevaba así, pero me habían enseñado a no lastimar a nadie demasiado cuando los llevaba conmigo, por lo tanto debería estar bien.
*
—Por suerte no fue muy severo —le dije a Veli, mientras le limpiaba la herida hecha por el tarro—. Pero dime, ¿qué rayos paso ahí?
Ya estábamos lo suficientemente alejados y ni el Kabil, si es que de verdad estaba ahí, podría encontrarnos, así que era el momento idóneo para descansar, comer, e interrogar a la demonio. No me había podido emborrachar, por tanto me lo debía.
—La historia de mi vida. Bueno, la mía y la de mi especie —me respondió ella, sonriendo con tristeza—. Aunque la mayoría de los humanos ya no habla de ello, las razas ancestrales, como los elfos, aún tienen recuerdos de lo que los míos les hicieron. Y lo han traspasado a las leyendas de las tribus que habitan el continente mágico.
No podía apartar la mirada del rostro de Veli, quien murmuraba esas palabras con un sentimiento palpable de tristeza. Entonces ella junto sus ojos con los míos y casi llorando pronuncio con lentitud:
—¿Sabes, Delien? Yo fui creada para matarte.
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Theria: Historias Extra
FantasyTodos tienen un pasado. Todos tienen una historia que contar. Recopilación de historias de Theria.