._nueve

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—Padre, ¿pero por qué tenemos que destruirla? Ella no ha hecho nada malo. —Oí como el niño le decía al que fue mi dueño.

—Porque se puede convertir en algo más fuerte que nosotros y eso no lo puedo tolerar. —Fue la respuesta del padre a su hijo, sin apartar los ojos de mi.

Nuestras miradas no podían alejarse la una de la otra, a través de la pequeña claraboya que había en el Alto Horno de Fundición. No entendía que había hecho mal para acabar así... quemada (técnicamente) viva junto con los demás "defectuosos", como los humanos nos llamaban.

Yo tengo la apariencia de los humanos, pero no lo soy. Soy un robot, un Cyborg o como quiera que lo llamen ellos. Yo prefiero considerarme parte de la humanidad, soy de la humanidad.

En sus Sagradas Escrituras pone que les hizo su Dios a su imagen y semejanza... y si a mi me hicieron ellos a su imagen y semejanza, ¿no quiere decir que también soy humana?

Pongo una mano en el cristal de la ventanita y miro mis dedos... no son tan diferentes a los de ellos, tan sólo mi interior en distinto... pero por fuera somos iguales, piel, ojos, cabellos, uñas... pero ¿no se supone que lo que cuenta es el interior?

Lo que marca nuestra diferencia es lo que nos hace únicos.

Veo como el niño se acerca corriendo hasta casi alcanzar la puerta de Horno, pero su padre lo detiene antes siquiera de dar dos pasos.

—No te acerques a ella, es una mala influencia para ti. —Le gritó el padre sin apartar sus ojos llenos de ira de mi.

—Pero si yo no he hecho nada... —Susurro dentro de lo que será mi sepultura.

—Les hiciste ver sus defectos compañera, y eso los humanos jamás lo toleran... aunque sean ciertos. —Oigo una voz a mi espalda, me giro para mirar a unos de los otros robots que están conmigo en esta tumba.

Él esta defectuoso físicamente... o como los humanos les llaman, tecnología antigua, así como los otros dos más que hay.

Pero mi defecto no es físico, ni mecánico ni nada que tenga que ver con los robots tal y como los conciben los humanos.

Soy capaz de pensar por mi misma, de juzgar lo que está bien y lo que está mal bajo el criterio que los humanos me han enseñado... y ahora ellos me condenan porque dicen que el aprendiz ha superado al maestro.

Veo, junto con los jueces que me han condenado, una y otra vez el video con las palabras que salieron de mi boca y que son las culpables de mi condena a muerte:

"No lo digo con ánimo de desprecio mis señores, pero fijaros en vosotros mismos. Vuestra materia es blanda y necesitáis la energía que vosotros mismo creáis. Por las noches dormís, soñáis... es como si os recargarais vuestras pilas... y ¿todo para qué? Al día siguiente volvéis a entrar en ese estado de sueño. ¿Y para qué soñáis si nunca perseguís vuestros sueños? Al menor atisbo de fracaso os rendís y no lucháis más. Sois imperfectos, sois vulnerables... pero moriría por sentir lo que sentís"

Hoy hace 24 horas que me condenaron a arder en el Alto Horno y lo único que lamento es de no poder ver crecer a ese niño... el único que siempre me ha visto como una amiga, como una hermana mayor.

Se encienden los altavoces y las voces de los jueces me dicen que si tengo algo que añadir como última defensa. ¿Defensa para qué? Ya estoy condenada... la ley de los hombres es así, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

El problema no soy yo que haya dicho sus defectos a la cara, el problema realmente es que ellos no hacen nada por solucionarlos. Y no soportan que una de sus "defectuosas" creaciones se revele contra ellos.

Pero si van a ser mis últimas palabras en este mundo, las pienso aprovechar:

—Lo siento. —Hablo para ellos, pero mis ojos están clavados en ese niño... por qué sé que él será el cambio que el mundo necesita— Pero yo nunca quise ser superior a mis creadores. No es la finalidad para la que fui creada, sino ayudar a todos los humanos si fuera posible. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros, los seres humanos sois así y yo lo he aprendido de vosotros y no sólo porque fui programada para ello. Quería hacer felices a los demás, no hacerlos sentir inferiores ni generar odios. En este mundo hay sitio para todos y el camino de la vida es libre, pero los humanos os habéis corrompido. Vuestras armas están envenenadas de codicia, que han levantado barreras de odio y guerra, de matanzas y miserias. Habéis progresado muy deprisa, yo soy la prueba de ello, pero os habéis perdido a vosotros mismos. Las máquinas sólo os crean más necesidades y vuestra superioridad os ha vuelto cínicos, duros y secos. Pensáis demasiado y sentís muy poco. Más que nuevas máquinas, lo que necesitáis es más humanidad, bondad y dulzura. —Le sonrío a mi pequeño y algo en mi interior se enciende al ver como me devuelve la sonrisa—. Sin estas cualidades la vida no será más que guerras y envidias. La tecnología puede ser vuestra mayor aliada, pero todos estos avances exigen bondad humana y hermandad. Sé que esto quedará grabado para la posteridad y yo les digo a mis compañeros robots: No desesperéis. Las injusticias que hoy padecemos no son más que la pasajera soberbia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. Mientras haya humanidad, habrá libertad. Compañeros, nos sufráis por esos humanos que os desprecian, que os esclavizan, y que os programan para qué hacer, qué decir y qué sentir. Los niños son el futuro y ellos tienen fe en nosotros, en los que somos diferentes y en los que no. —Le guiño un ojo al niño y él vuelve a sonreírme de nuevo, él me entiende—. No entreguéis vuestro conocimiento a personas inhumanas, a seres con corazón de hojalata que son más máquinas que los propios robots. Compañeros, no luchéis como individuos, sino luchar unidos por la libertad. Y vosotros, los humanos, tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura. Compañeros, ayudar a construir un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Luchar ahora para hacer realidad lo prometido. Luchar por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos, tanto humanos como robots, a la felicidad. Compañeros, por el bien de la humanidad debéis uniros todos. —Y así termino con mis últimas palabras en este mundo de humanos, viendo como las lágrimas de un niño caen por tan sólo una máquina "defectuosa" que se atrevió a pensar por si misma.

Noto como el Alto Horno va subiendo de temperatura, como mi piel empieza a deshacerse en jirones y como pequeñas llamas salen de mi interior, mientras un solo pensamiento golpea mi corazón de hojalata:

"Yo soy de la humanidad."


(Escrito en 2014).

Just B. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora