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Fue una tarde cualquiera, en una tienda cualquiera, en una ciudad cualquiera. Pero resultó que fue en su tarde libre, en una de sus tiendas favoritas y en la ciudad donde vivía.

Ella escuchó su voz. Ese timbre que tenía guardado al fondo de su mente pero que reconocería en cualquier lugar, en cualquier situación. Era irónico, ya no la recordaba (aunque jamás la olvidaría) mas solo bastó un nanosegundo para saber que era ella.

Pero su tono de voz no era el mismo de siempre. Usaba el que usaban todas las personas cuando hablaban con los más pequeños. Y ahí estaba ella, con un niño (o niña, la impresión fue tal que el fogonazo emborronaba todo) de la mano mientras caminaba despreocupada por la tienda.

La joven madre no la vio, y casi que fue lo mejor. Así pudo contemplar como anónima espectadora lo diferentes que eran sus vidas en ese momento.

Misma edad, mismo nombre, misma ciudad. Distinta vida.

A los diecinueve años todo acabó. Doce años de amistad acabaron como quien acaba el instituto y empieza la universidad, como quien deja de codearse con la gente de pueblo y solo busca relacionarse con gente de la capital.

Fueron cuatro y cada uno tomó un camino, como quien toma una brújula y decide por puro azar del destino (o capricho) irse a un punto cardinal lejos de los demás.

Cada uno tomó una dirección y jamás volvieron a encontrarse. Tan inseparables que parecían y todo acabó rápido (pero con dolor), tan rápido que no hubo tiempo de buscar culpables.

No hizo falta buscar culpables, cada uno supo lo que hizo. Ellos actuaron mal y ella acabo siendo la víctima. A día de hoy, ella odia haber sido la víctima.

No era víctima, era una superviviente. Había sobrevivido a la separación de su grupo, de esas personas que habían conformado su mundo entero; de esas personas que había llegado a querer más que a su propia familia.

Pero nunca más se volvieron a encontrar, hasta esa tarde.

La joven madre no la vio y ella lo prefirió así. La observó con una congoja tal en el pecho, que la impresión le duró varios días después. La quiso mucho, claro que la quiso, como la hermana que nunca tuvo.

Pero al observarla desde el anonimato, supo que ya no tenía nada que ver con esa persona, que jamás habían hecho click realmente, y que la vida daba muchas, muchísimas vueltas.

La vida era un ciclo, no lineal. Una esfera que se repetía y repetía en diferentes planos y que acababa pareciéndose más a una espiral que a una línea recta.

Ella ya no estaba en su mismo plano, no era ni superior ni inferior, tan solo un plano diferente. A pesar de tener la misma edad, el mismo nombre y vivir en la misma ciudad; era como contemplarse en un espejo pero ver que el fondo era distinto.

Y entonces, lo sintió.

Paz. Entendimiento. Perdón.

Se sintió en paz consigo misma, entendió sus propios sentimientos y se pidió perdón a sí misma.

Por mucho que hubieran sido amigas por doce años, sus vidas jamás habrían estado ligadas hasta el final. Le deseó lo mejor, pero estaban en planos diferentes.

Hay personas que no saben que hacer con la lealtad incondicional de sus amistades. Y a veces las traicionan, y a veces las personas que se sienten culpables no lo son en absoluto.

Cuando alguien traiciona tu lealtad, tu amistad; es culpa de ellos, nunca tuya. Si ellos no saben manejar tu fidelidad porque les va grande, al final la soltaran y buscaran envases más pequeños (y vacíos) que sepan manejar.

Por eso ella se perdono a sí misma, porque por fin entendió que, si no supieron apreciar su amistad, no fue culpa de ella. Jamás lo fue.

Salió de la tienda como si hubiera tenido una aparición mariana tan clara, como fue la voz de la que fue su amiga hacia ese pequeño (o pequeña).

No supo si le nació de su propia mente o lo leyó en algún lugar, pero verbalizó unas palabras que le aclararon su existencia hasta ese momento:

"Hay personas que son camino y no destino."

Ellos fueron su camino, durante un tiempo, pero jamás serían su destino. Ni siquiera ella sabía cuál sería su meta (ni le importaba), tan solo iba a seguir andando y atravesando espiral tras espiral; y viviendo, por fin.

Porque todas las personas que habían pasado por su vida hasta entonces, la habían convertido en la mujer que era ahora.

Y la que sería mañana.

Y pasado mañana.

Y al día siguiente.


(Escrito en Febrero de 2021).

Just B. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora