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Cierro los ojos y vuelvo a verte, con tus cabellos blancos, las arrugas en la piel de una vida curtida en sabiduría y dolor, y esas gafas que hacían tus ojos brillar como luceros del alba.

Hace cuatro meses que ya no estás con nosotros, cuatro meses en los que llamaba a tu casa y tú eras el único con el que no podía hablar porque ya no estabas, cuatro meses en los que sabia que si iba allí, no te vería... aunque tú siempre estés observándome.

Aún recuerdo esos veranos en el pueblo, cuando me decías:

"Cuida de tus primas, tú eres la mayor."

Y yo siempre lo hacia, porque no quería decepcionarte, pero al volver a casa me cogías en tus brazos y me decías:

"Tu abuelo cuidará de ti, siempre."

Pero esa promesa nunca se cumplió, nos robaron el tiempo de estar juntos... porque el tiempo vivido juntos representa una mísera parte del tiempo que vivimos separados. Fue enorme la distancia y enormes los problemas comparados con las pequeñas horas que nos vimos después.

Quisiera echar el tiempo atrás, hacer las cosas de otra manera, luchar por criarme junto a ti... pero con sólo seis años una no es dueña de su destino, tan solo fui dueña de las lágrimas que caían por mis mejillas cuando sabia que nos iban a separar kilómetros de distancia.

Aún recuerdo aquellos cuentos que me leías antes de dormir, siempre cambiabas el final, para que nunca fuese el mismo y poder soñar cosas nuevas y bonitas cada noche. ¿Y todavía me pregunto de donde viene mi afición por leer? Fuiste tú el que me enseñó el poder de los libros, de la imaginación y a luchar por mis ilusiones.

Me viene a la mente una tarde, que me viniste a buscar después del colegio y me llevaste a un kiosco. Cuando llegamos, el kiosquero te dio un pequeño paquete y tú me guiñaste un ojo y me dijiste:

"Ahora ya no están prohibidos, soñaremos juntos."

Y abrí el paquete y era un libro, el primer libro del Oeste que me leíste y el primero de muchos que recuerdo que fuimos a buscar juntos.

Pero hace cuatro meses no llegué a despedirme, no llegué a ver esos ojos brillar por última vez, no llegué para cogerte de la mano y jurarte por última vez que yo cuidaré de todos, siempre.

Dicen que pronunciaste mi nombre en tu último aliento... y yo les creo, porque aquella noche de hace cuatro meses fue tu voz susurrada en mi corazón la que me despertó y supe que ya no llegaría nunca más a que me leyeras el último cuento.


(Escrito en 2016).

Just B. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora