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— No recuerdo haber presenciado nada así, — había una risa atravesando esa oración mientras salía de los labios del rubio junto al aroma del alcohol, su vaso ya estaba vacío sobre la mesa, junto a éste habían dos botellas más casi llenas, y el de Sherlock había sido abandonado en el marco de la ventana, cerca suyo pero ignorado por completo mientras intentaba encender un cigarillo.

— Te lo digo, le gusta encasillar todo en un mismo lugar, según él es lo que "al público le gusta" pero él es quién más lo disfruta, — respondió con una pizca de burla, no es que le molestara, había algo adorable en la idea de creer que el entretenimiento estaba a solo unas páginas de distancia, le recordaba a la época en la que él también creía que los libros eran la octava maravilla, años después se dio cuenta de que solo eran un privilegio y que ingeniárselas para conseguirlos iba a ser más entretenido que los contenidos en si. Igual nunca venía mal disfrutar de los pequeños placeres de la vida, habían textos que realmente le tomaban por sorpresa, pero eran escasos a medida que pasaban los años, el peso del tiempo se veía reflejado en las repisas de su hogar.

— No lo detesto, es brillante, — murmuró William, su vista centrada en el párrafo frente a él, sus codos apoyados sobre sus piernas para estar cerca del libro y la mesa a la vez. Luego de un chispazo, se escuchó la pregunta — ¿brillante?
El olor a humo reapareció en la habitación, estaba ya en el aroma natural del ambiente y él de Sherlock, así que la reintroducción no era abrupta, era anticipada y recibida como el pasar de una mosca en el cuarto. — Tengo los libros en casa, debo admitir que es una buena lectura antes de ir a dormir, creo que su forma de describir los hechos es fascinante, — explicó William mientras elevaba la vista, observando al ojiazul volver a su asiento con el cigarrillo en sus labios. — Supongo ... — fue lo único que respondió, se entendía que aunque lo hubiera pensado así, nunca lo había puesto en aquellas palabras. Extendió su mano con el cigarrillo en dirección al otro, aún pensando en cómo ahora parte de lo que sentía al leer esos libros cobraba sentido, aunque había algo más que lo mantenía hasta el final, algo que John ponía en sus escritos que no era solamente el drama y misterio que vivían seguido amplificado y adornado para un público ajeno a este trabajo. No podía ponerlo en palabras, pero lo entendía bien. William aceptó la oferta y apartó sus dedos de la página para tomar el cigarrillo de la mano de Sherlock.

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