17

511 69 1
                                    

¿Cuáles eran las probabilidades de que esto fuera un sueño? Era lo más cerca que habían estado del otro, y la esperanza de un encuentro similar a este era tan pequeña que no sabían en qué dirección moverse, o si siquiera debían moverse.

El instinto de ambos, a fin de cuentas, era tan humano como de las personas afuera de esta habitación, aquellos que dormían sin saber que quizá la idea más desesperanzadora estaba siendo traída a la realidad: el encuentro de él famoso detective y el amo del crimen estaba en su auge, y no iba a poner un final a los crímenes, de hecho era solo el comienzo del final. El detective descansando en brazos de su enemigo, el juez del bien tomando té con el juez del mal... No eran las identidades que los representaban realmente ante sus ojos, eran mucho más que eso, y cuando estaban juntos, lejos de la vista ajena, eran un eclipse solar.

Dentro de estas cuatro paredes ellos no eran nadie, no sabían el nombre del otro, solo sabían que la presencia ajena no era detestable. Entonces, ¿Por qué tenían que hacerse responsables de los sentimientos ajenos provenientes de seres con vista nublada por el acto que ponían fuera de éstas? lo único que les unía era ese instinto humano. Pero lo que los separaba era que ellos dos sabían bien cómo reconocer la condición y como tratarla, pues la cura no iba a ser encontrada esta noche.

La forma de tratar esta condición era solo ignorarla. Fingir que no la padecían. Pero cuando reconoces los síntomas, era fácil notar que él otro también sufría con el hecho de saber sobre su propia humanidad, saber que estaba en el fondo de todas estas mentiras que tardaron años puliendo, las paredes que levantaron para esconder las pistas que llevaban a este desenlace decepcionante.

Y a fin de cuentas, el tiempo seguía avanzando, el mundo se movía a pesar de que ellos no quisieran moverse con él, y mirándose a los ojos le preguntaban al otro si es que sabía de una forma en la que hacer que al menos la ilusión de esto se mantuviera. Y lastimosamente, daba igual si uno estaba un paso adelante del otro, ninguno sabía aún cómo dejar que la sensación ajena le inundase lo suficiente como para ahogar estos pensamientos.

Hubo otro acuerdo silencioso. Una tregua temporal donde ambos intentarían llegar a un resultado, trabajar en equipo para hacer que ésta última hora durara eternamente, y la única forma en la que sabían comprobar este tipo de teorías era mediante la práctica. Así que Sherlock seguiría acariciando la pierna del otro, y William permitiría que volviera a sus brazos, a fin de cuentas no lo intentaron con la variación de Sherlock más despierto que antes, y valía la pena comprobarlo. La excusa que había formulado para apartarse de él y este posible experimento emocional se desvaneció en el aire, y el detective se permitió volver a posar su cabeza en el cuello del otro. Y solo les tomó otro par de minutos aceptar que no estaba funcionando, intercambiando la posiciones, acomodando sus piernas para no interrumpir al otro, pero nunca soltando el agarre de sus manos, porque era lo único en ese lugar que se sentía totalmente de acuerdo, ¿cómo harían para encajar en la vida del otro de igual manera?

Era devastador llegar a esta altura y simplemente no saber qué hacer. No sabían cómo sujetar al otro. No sabían cómo demostrar aquello que estaban sintiendo, lo único que tenían era el lenguaje físico con el que estaban tan familiarizados pero era tan difícil de entender ahora que sus mentes se habían nublado por los impulsos. En el fondo si sabían qué se hacía en estas situaciones donde no podían obtener suficiente del otro, y eso era seguir empujando hasta encontrar la satisfacción.

Tendrían que seguir empujando hasta encontrar el límite y entender por qué estaba ahí.

A letter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora