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Habían recorrido casi toda la habitación, los vasos cambiando de superficie cada vez que la atención de alguno se posaba en algo distinto, ya sea porque había captado la curiosidad de William o porque Sherlock recordaba algo que sabía que al otro le fascinaría tanto como a él. Se detuvieron en distintos puntos frente a la estantería, sacando libros y dejándolos frente al sofá, en el punto dónde antes estaba la mesa hasta que  comenzó a estorbar, por lo que fue movida hasta una de las paredes, dando espacio para que llenaran la alfombra de textos para analizar. Al principio todo empezó por un patrón que William había encontrado en las obras de un autor que ambos disfrutaban consumiendo, pero a medida que las botellas fueron vaciándose y la guardia de ambos bajaba gracias al alcohol, Sherlock deslizó de forma poco sutil la idea de aceptar pistas en casos que él había relacionado con El Amo del Crimen. Ahora había planos de distintas estructuras descansando sobre libretas donde Sherlock graficaba las distintas reacciones químicas que no podía enseñarle ahora mismo a William, y las que si podía eran demostradas en la cocina, el detective fascinado de poder compartir uno de sus mayores intereses con él otro.

Así cómo William lo había predicho, cinco vasos habían sido suficiente para que su filtro social desapareciera, a partir del sexto ya fue capaz de desafiar la inteligencia de Sherlock, refutando directamente teorías, cómo la cantidad de personas que se necesitarían en un mismo barco para transportar un cadáver, y cómo interpretarían sus ya adivinados papeles para llevar a cabo esto. Aún así, las pistas eran minúsculas, todavía tenía la capacidad de contenerse y vigilar sus palabras para no negar ni confirmar nada.

Había algo magnetizante en Sherlock en general, pero toda su lenguaje físico se volvía hospitalario cuando estaba pensando... Quizá solo William lo veía de esta forma, suponía que aquellos que no tenían intención alguna en verlo llegando a una conclusión no iban a encontrar la forma en la que fruncía el ceño encantadora, llegaría a ser incluso intimidante, él mismo empleaba posturas similares en público de forma premeditada con el fin de alejar a la gente de ser necesario, pero dudaba que él otro notara que lo estaba haciendo.

Ahora él detective observaba uno de los mapas frente a ellos, sentado en el suelo para tener una mejor vista, y luego de darle un par de golpecitos con su pulgsr a su cigarrillo para dejar caer las cenizas sobre el cenicero, él rubio pudo presenciar el momento exacto en el que su expresión se ablandó; Fue casi invisible, de nuevo la expresión se limitó a sus ojos, los cuáles se abrieron un poco, permitiendo que se iluminaran y dejaran que el azul comúnmente marino diera paso a tonalidades acerosas. — Albert tuvo un evento en Brighton una semana antes, ¿verdad? — preguntó mientras conectaba miradas con él interrogado, ninguno parecía incómodo con el contacto, al rubio no le sobresaltó en absoluto que lo atrapara observándolo, y una sonrisa se formó en sus labios ante la energía que puso en su pregunta, sin embargo no había terminado de procesar cuál era ésta, ahora estaba cuestionando si alguna vez había estado tan cerca suyo por el tiempo suficiente como para notar los detalles en los que ahora estaba atascado. 

Bingo, — exclamó él ojiazul y rio en forma de celebración, tomando la expresión ajena cómo otra prueba, y así ratificando su acusación. — Conocían a los anfitriones, ofrecieron empleados, y al ser obvio quién era el verdadero asesino ninguno tendría que ser cuestionado, ¿me equivoco? — Mientras hablaba su concentración fue hacía un punto al azar en la habitación, pero volvió hacía William apenas formuló la última pregunta.

— Veo que cantas victoria muy rápido, Holmes, — respondió finalmente William, ahora fue su turno de ocupar el cenicero.

— Pero, ¿entiendes mi razonamiento? — había una pizca de irritación en esa pregunta, pero la mayoría de sentimientos puestos en ella se leían como pura curiosidad, ahora que las bebidas habían ayudado a tumbar uno de los muros que habían construido para cuidarse de los efectos del otro podía sentir cómo le daba el control sin notarlo, le pedía su validación incluso en un área dónde era considerado el mejor ¿Será esta la primera vez que requería de ayuda para asesorar sus teorías o ya se había expuesto de esta forma vulnerable a alguien más? A sus ojos era vulnerable. Tal vez él siquiera lo veía así. La idea de que no eran tan similares cómo sospechaba se iba reforzando, así cómo la de que nunca terminaría de comprender sus acciones por completo a pesar de que Sherlock creyera que si lo hacía.

— Puedo ver cómo llegaste a esa conclusión, y entiendo qué punto puedes reforzar siguiéndola, — respondió finalmente, dándole aquello que deseaba. Siquiera tuvo que insistir tanto. Quizá en el futuro tenía que dejar de ser tan fácil de convencer a la hora de tener una discusión con Sherlock. Aunque perdiera, se sentía más cómo si estuviera rindiéndose.

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