15

510 71 4
                                    

Hubo una pausa que se sintió longeva. Solo los cuerpos de ambos rozándose cada vez que inhalaban, sus respiraciones sincronizándose a la vez que el latido de sus corazones, si Sherlock se hubiera movido un poco más arriba quizá la distancia entre estos habría sido más corta, pero de todas formas podía sentirse el retumbar de ambos en el silencio de la habitación.

El contacto de sus manos se sentía bien, la diestra de William sujetando la zurda de Sherlock, el agarre del último más flojo, quizá siquiera se había dado cuenta de que estaba siendo sujetado, o estaba fingiendo no sentir el leve temblor del otro, una pizca de nervios contribuyendo a esto, pero era la mezcla de sustancias en su sistema y la falta de disposición a cuidar de su propio cuerpo, no había sentido en intentar rescatarlo a último momento.

Era una posición extraña en la que se encontraban, el azabache simplemente se había deslizado sutilmente sobre él otro, entre las piernas del rubio y con su cabeza ahora en su pecho también. Pero se sentía... bien. No había otra palabra, pues no se sentía mal, ninguno podía quejarse de la calidez del otro ahora que sus sacos no estaban en el camino, y aunque se sintiera un poco indecente, no era nada comparado a lo que ellos consideraban inmoral. Siempre que ambos cuestionaban sus sentimientos por el otro, una vez se eliminaban las ideas impuestas por la sociedad y sus ambientes, no quedaban muchas barreras que los detuvieran, y al parecer esas barreras eran fácilmente rotas con una botella... o dos. Pero la idea de que solo era algo privado, algo que ninguna otra persona alrededor de ellos podía entender así como ellos lo hacían, eso era una sensación dolorosa, por el simple hecho de que no quedaban más opciones fuera de estas cuatro paredes.

William tragó saliva antes de relajar su cuerpo finalmente, su rostro estaba a solo centímetros de la cabeza de Sherlock, y a esta distancia podía detectar el aroma ajeno, un poco distinto a cómo era la primera vez que pudo dar un paso en estas aguas. Creyó por un instante que si Sherlock estuviera despierto, también estaría tomándose su tiempo en saciar su curiosidad, analizándolo como una pieza de evidencia, pero él ya no era una pieza de evidencia, así que asociaba la delicadeza que le dedicaba a su cuerpo con la costumbre inculcada por sus pasatiempos.

No notó que su movimiento había intervenido en el descanso ajeno, hasta que vio cómo éste se movía lentamente, primero fueron sus dedos, apretando la mano del rubio con cuidado solo para figurar qué estaba ahí, y luego movió su cabeza, elevando la vista con lentitud. William podía percibir cómo estaba procesando la posición en la que se encontraba ahora. Podía ver en su rostro lo agotado que estaba, sus ojos entrecerrados y el ceño fruncido, un par de pestañeos hasta que finalmente lo vio al rostro, y no quiso interrumpir en absoluto para que pudiera absorber la situación.

Miró a William, luego miró la mesa, después devolvió la vista a sus manos, y finalmente volvió al rostro de William, rompiendo el silencio con —Olvidé tu agua...

A letter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora