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El sueño ligero de William le ayudó a despertarse cuando lo deseó. Era lo usual dejar que su cuerpo simplemente descansara después de que la energía mental se terminara, y no recordaba bien cuándo fue que esto ocurrió, pero se hacía una idea de porqué llegó a aquel destino.

Cuando abrió los ojos no habían pasado más de dos horas... Dios, era tarde. Intentando llevar su mente a las ideas que tenía planeadas a largo plazo, buscaba distraerse de la realidad, y principalmente buscaba tratar de suprimir rápidamente los recuerdos de lo ocurrido hace una hora.

Sherlock no estaba en la habitación, así que le tocó levantarse por su cuenta y buscar una forma de esconder las pruebas de lo ocurrido esta noche. Empezó por acomodar su ropa, ajustar su corbata, ponerse de vuelta su chaleco y su saco, y mientras se acercaba a la puerta para buscar la caja de cigarrillos en su abrigo en busca de camuflar el aroma del alcohol en el camino, pudo escuchar los pasos de Holmes entrando de vuelta a la habitación.

— Supongo que ya debes marcharte, — comentó, su voz otra vez ronca, al parecer él también logró conciliar el sueño por un rato. Cuando el rubio volteó para mirarlo, pudo notar que estaba despeinado, su camisa había sido prendida nuevamente, y su mano derecha palpaba su cien en busca de aliviar un posible dolor de cabeza.

— No tengo un carruaje esperándome, así que será una caminata larga, — respondió William mientras colgaba el abrigo en su brazo, y se acercó para ofrecer la caja de cigarrillos, algo que le debía desde la noche anterior.

Había una pizca de duda en su expresión, estaba claro que notó lo agotado que estaba físicamente, se la pasó sentado la mayoría del tiempo ayer, y William sabía que no hacía falta dar explicaciones, Sherlock tampoco deseaba escucharlo hablar de cómo estaba cerca de resultar herido durante peleas con sus víctimas... Siquiera quería pensar en que el otro tenía víctimas. Al menos no ahora.

Hubo un silencio largo hasta que Sherlock pudo encender un cigarrillo, y luego de darle la primera calada se lo acercó al rubio para ofrecerle la segunda.

— Puedes subir y limpiarte también, toma alguna camisa si quieres, van a quedarte, — ofreció también el azabache, en su tono se notaba el desinterés quizá fingido, era el precio a pagar por el trato que tenían, cualquier cosa podía ser una conversación menos los hechos. William dio un vistazo a las escaleras mientras tomaba su turno para fumar, y tras devolver el cigarrillo al otro asintió con su cabeza, — está bien, pero no abusaré mucho de tu hospitalidad.

Y con una sonrisa dejó sus pertenencias sobre el sillón, dándole la espalda para ir escaleras arriba cómo le había indicado. No fue difícil encontrar la habitación, era la única que no parecía tan usada, asumía que la otra puerta daba a la del doctor Watson, el marco daba señales de estar más desgastado, si no conociera a Sherlock pensaría que estaba confundiéndolas. Además, podía ver la luz de la luna asomarse bajo la puerta del otro cuarto, dando indicaciones de que Sherlock había preparado éste de antemano para él.

Entró y observó el lugar, una sonrisa tenue posándose en sus labios mientras contemplaba la información. El piso no estaba desgastado, la cama estaba hecha, y parecía que lo único que cambiaba de posición era la silla. Cuando se acercó a la mesa junto a la ventana pudo ver agua y un trapo esperándole, así que apartó la silla y volvió a desvestirse para poder encargarse de limpiar lo que podía, estaba seguro de que Sherlock vio la herida que tenía en su brazo a causa de un trabajo anterior, y aunque no era algo preocupante, comenzaría a ser un problema si se infectaba... Pero a esta altura daba igual. Solo hacía esto para evitar explicaciones, y en un intento de tomar otros minutos más a solas para pensar comenzó a palpar sus brazos con el trapo húmedo.

No tomaría la propuesta de llevarse alguna prenda de Sherlock, no sabía cómo devolverla más tarde, pero estaba seguro de que iba a tener aquella propuesta en mente, porque no se le ocurría alguna otra razón para que le ofreciera subir, además de ... Misericordia.

Una vez volvió a vestirse, se tomó otros segundos para seguir paseando por el cuarto, deteniéndose frente al armario donde estaban las prendas, y cuando finalmente lo abrió, escuchó algo caer a sus pies.

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