Peace ღ Minsung

11. MinSung

El poco espacio disponible en su mente lo abarcaba, primero, su padre. No lo admitiría en voz alta y mucho menos se lo diría, pero una presión anormal en su pecho hacía acto de presencia cuando lo recordaba sonreír con tanto fervor al mencionar a la mujer con la que se casaría, y el hijo que cuidaría. Después de que la madre de Minho murió, hizo lo posible por taladrarse la idea de que la razón por la que su padre se había distanciado tanto en su adolescencia fue por ello, era dolor. Tenía que ser eso. Una vez que lo vio salir en citas de nuevo, consideró la posibilidad de que quizá ese dolor había pasado y sintió alivio por su padre. Al menos uno de ellos había avanzado, al menos uno de ellos podía recalibrar su vida.

Se reclamó lo ingenuo que fue al esperar un cambio de actitud, todo siguió igual y después lo corrió de la casa. El Sr. Lee consideraba a esa acción como un acto de amor, empujarlo a la vida por sí mismo, que usara las alas que le enseñó a usar, que se mantuviera por sí mismo. Jamás consideró que las rodillas de Minho le fallaban con tanta frecuencia que terminó en un hoyo del que no hallaría salida. Cada vez que algo iba mal, Minho estaba tan seguro que algún día daría fin a todo. Luego se sinceraba con él mismo y se avergonzaba porque sabía que no sería capaz de hacerlo, y la única vez que lo intentó, terminó comiendo papillas por días, con un ardor en la garganta que aún sentía de vez en cuando, cuando se estresaba y lo peor, en tratamiento por un hígado destrozado.

Su padre nunca se enteró de eso.

No tenía por qué, Minho sabía que no recibiría la reacción que esperaba. Se sentía tan imbécil por siquiera esperar una, de vez en cuando se preguntaba si lo hizo por atención. Después de ese pensamiento venía la culpa por molestarse al ver a su padre feliz y por más que la reprimiera con cadenas y grilletes, una creciente envidia anidaba y se expandía en su corazón. No podía sentirse contento por él y eso lo tenía sin cuidado. Otra mujer y con otro hijo... ser un padre con él. Totalmente distinto a como lo era con su propio hijo sanguíneo. Al inicio Minho creyó que se trataba de él, su sexualidad, quizá. El Sr. Lee le dejó muy en claro que algo tan personal como eso jamás influiría en su percepción, y entonces Minho estuvo confundido por meses. Recordaba despertar todos los días en la frialdad de la casa de su padre, compartir unas cuantas palabras, sólo lo necesario y preguntarse entonces... ¿Qué era? 

Necesitaba una razón; y una que lo convenciera porque la indiferencia sin motivo dolía más que una incentivada por el odio.

Segundo, Seungmin. No solían discutir en absoluto porque Seungmin era prácticamente Suiza en carne y hueso y porque Minho jamás alzaba la voz. Aunque eso no impedía que el más alto de ambos soltara comentarios hirientes de vez en cuando; insinuaba que tener que soportar a Minho cuando su ánimo decaía sin razón alguna, era un fastidio, después pedía perdón de una manera tan dulce que Minho no podía ignorar. 

Cualquiera comete errores, ¿no? Minho creía no tener cara para no perdonar, después de todo, sus amigos lo perdonaron a él cuando cometió el más grave. 

Así que dejó de mencionar a Seungmin frente a sus amigos y hasta con su psicóloga. Ya sabía lo que tendrían para decirle y no lo quería escuchar. Seungmin era la persona de su vida, estaba seguro. Se repetía que no había nadie más para él, nadie más que lo escuchara y se mantuviera a su lado como él, nadie que soportara la carga que era lidiar con alguien como él.

Minho estaba roto y creía a Seungmin la única persona que vería las piezas en la oscuridad de su interior dispuesta a colocarlas en su lugar, o al menos intentarlo.

Fue una lástima que no volteara a ver a su alrededor.

Tal vez sólo pensaba demasiado.

Jisung por su parte pensó seriamente en por qué estaba con Christopher. Trazó todo hasta esa noche lluviosa donde el amable rubio le brindó asilo al hallarlo temblando de frío y maldiciendo entre dientes por haberse quedado afuera de su departamento, al olvidar las llaves dentro.