Los cambios nunca han sido mi fuerte, mucho menos lo son cuando ese cambio significa dejar a mis amigos atrás y a mi casi algo, ellos siempre han sido mis amigos, desde que tengo uso de razón ellos me han acompañado en todo al igual que yo a ellos... Pero ya nada será lo que fue.
Aquí estaba junto a mis padres, frente a la puerta de una casa con vistas al mar en un pequeño pueblo portuario llamado Clovelly, Clovelly por lo que me informé en Wikipedia es: propiedad privada en el distrito Torridge de Devon, Inglaterra. Es un pueblo precioso y pequeño a la que yo estaría encantada de venir de vacaciones, pero no para vivir, no cuando he dejado a mis mejores amigos atrás.
Pero, claro, yo por mis padres haría lo que fuera, si querían cambiarse de ciudad yo los seguiría, si querían cambiarse de continente yo los seguiría, porque así soy yo, así es: Selena Jones y así es mi vida.
Empezaré con contaros lo que esta casa me transmitía y es que algo en mi pecho, una vocecilla no dejaba de repetirme una y otra vez que no mirara hacia arriba, que mantuviera la vista lejos de la planta de arriba, pero claro, ahí estaba yo, mirando hacia la ventana con el ceño fruncido, pues una sombra negra parecía estar mirando en mi dirección, cerré y volví a abrir los ojos esperando que todo fuera producto de mi imaginación, pero no, allí seguía. Mirándome, quieto, era aterrador e intrigante a partes iguales. ¿Qué era eso? Nunca había creído en fantasmas, pero tampoco era tarde para hacerlo.
—¿Hija? ¿Todo bien? —La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.
Decir, frente a mi padre que estaba viendo a una sombra en la ventana y que además sentía que me miraba no era buena idea, no, lo más sensato era cerrar la boca. Mi padre: Oscar Jones, era uno de los psiquiatras más reconocidos de Londres y gracias a su gran trabajo acabó siendo el jefe del psiquiátrico de Clovelly, su puesto más elevado le daba muchos más beneficios de los que él jamás había imaginado, y uno de esos beneficios era esta hermosa casa con vistas al mar.
—Venga, entremos —dijo mi padre abriendo la puerta.
Helen, quien había aceptado venir con nosotros a este nuevo pueblo nos esperaba dentro de casa con una sonrisa de oreja a oreja. Helen, era una mujer que conocía desde pequeña, ella había cuidado de mí cuando mis padres no estaban en casa, y saber que la vería también aquí era lo único que me mantenía feliz y contenta. La abracé con fuerza y ella me dio un beso en la frente al separarnos.
Mi madre me guio hasta la que sería mi habitación. Le sonreí con nerviosismo al ver que esa puerta daba a la habitación en la que estaba la sombra, no quise entrar, en ese momento no me sentía con las fuerzas suficientes para entrar y encontrarme con una sombra mirando por la ventana, pero mi madre, lejos de hacerme caso me empujó dentro y me dio la maleta.
—Vete acomodándote, ayudaré a Helen con la cena —dijo mientras salía de mi habitación con una sonrisa.
¡Dios! Esto iba a ser más difícil de lo que había imaginado. Abrí el armario empotrado y comencé a colocar mi ropa y mis zapatillas, no era de mucha ropa, así que no tarde mucho en acabar. Mi vista fue hacia una puertecita dentro del armario. La puerta tenía lo que parecía un dibujo echo por un niño.
Eros Davies.
Fruncí el ceño. Puede que ese tal Eros fuera el hijo menor de la familia que vivía aquí, aunque según había entendido a mi padre la familia que vivió aquí no tenía hijos. Estuve a punto de abrir la puerta cuando la voz de mi madre me hizo levantarme rápido y salir del armario para bajar e ir a cenar.
Eros...
Ese nombre no se iba de mi cabeza en ningún momento. Mi padre quien tenía turno de noche ese día salió de casa despidiéndose de las tres mujeres que nos quedábamos en casa. Mi madre subió a su habitación y Helen a la suya, yo me quedé en el salón viendo una película, pero ya era tarde, daban las doce de la noche y yo al día siguiente tenía que ir a hacer la matrícula para el año que viene al instituto. Justo cuando apagué la televisión en ella se vio reflejado en la pantalla un nombre: Eros Davies. Fruncí el ceño y caí de culo por el susto cuando en la pantalla dejó de reflejarse el nombre para reflejar otra cosa: Ayúdame. Comencé respirar muy mal, sentía que me ahogaba del miedo. ¿Qué era eso? Un fallo de la televisión, tal vez, o tal vez podría ser producto de mi imaginación o... Esa sombra...
Negué con la cabeza frenéticamente, no, nada de esto podía ser real, nada de esto estaba sucediendo, puede que me haya quedado dormida y todo esto sea una pesadilla... Sí tenía que ser eso... Un golpe seco en la parte de arriba me alarmó todavía más. Subí corriendo las escaleras rezando porque ni a mi madre ni a Helen les haya pasado nada, pero, para mí sorpresa más horrorosa ambas estaban dormidas placidamente y yo... Yo ni siquiera sabía que había sido ese ruido ni de donde provenía.
Fui lentamente hacia mi habitación, en cuanto entré un sentimiento me invadió, fue como si algo me dijera que de allí había provenido el ruido, como si todo lo que tuviera que ver con esa sombra saliera de esa habitación, más concretamente de la pequeña puertecilla del armario empotrado. Cerré mi habitación y me acerqué al armario, sudando, hiperventilando, con los nervios a flor de piel y el miedo saliendo por cada uno de mis poros. Un paso más y ya me encontré dentro del armario, la puerta... ¡La jodida puerta estaba abierta! Me acerqué a ella más lentamente y me arrodillé para ver dentro: Pasa. Una vocecilla dentro de mi cabeza no dejaba de repetirme esa palabra: pasa. No había ni un ápice de luz, tuve que poner la linterna de mi móvil para poder apreciar algo de lo que había allí dentro. Había imágenes, sobre todo, dibujos de niño pequeño, juegos y juguetes. Di un paso adelante con el corazón en un puño. Mi respiración más agitada que antes y el miedo carcomiéndome por dentro. Solté un suspiro intentando relajarme, pero estaba muy lejos de poder conseguirlo, todo lo que estaba pasando se hacía cada vez más grande.
Sin querer pisé un juguete haciendo que este soltara un chirrido que me hizo pegar un salto del susto.
—Vale... Todo estará bien —dije en un susurro intentando calmarme.
Miré todo a mi alrededor, mi vista se quedó pegada a un cuadro, era un chico, más o menos de quince años, su rostro, ¡Dios! Ese niño era hermoso, sus ojos de un color distinto al otro uno de ellos azul y el otro gris, tenía una sonrisa, aunque esta parecía un poco forzada, vestía con un uniforme raro blanco completamente, sino supiera que esa foto había sido tomada a la entrada de esta casa pensaría que había sido tomada frente a un psiquiátrico. Pero, ¿cómo un niño puede parecer estar en un psiquiátrico? Seguí buscando más sobre ese chico, pero, aunque toda es habitación secreta parecía estar repleta de cosas de él no había nada que me dijera quien era o que le había pasado. El sonido de mi teléfono me hizo saltar y acercarme rápido a la puerta.
¿Cómo era posible? Nada de esto tenía sentido y aun menos el mensaje de un desconocido que encima yo no podía contestar, no porque no quisiera, sino porque el chat no me dejaba.
«El chat no permite respuesta»
—Solo tú puedes ayudarme.
***
¡¡¡Hola!!! Espero que os haya gustado este primer capítulo de la nueva versión de Danger, habrá muchas cosas que cambiaré y otras las dejaré tal cual están. Espero que le deis una oportunidad a esta nueva versión. Un beso, se os quiere.
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Danger #2 ✔️
Dla nastolatkówPortada creada por: @luaescribe😍🛐 Reescribiendo. Una nueva casa. Una nueva vida. Y un montón de nuevos problemas. -No mires hacia arriba -le susurró una voz en su interior en cuanto estuvo frente a la fachada de su nueva casa. Las prohibiciones...