Aunque esa noche me iba a ser imposible pegar ojo, cuando salí de esa habitación me tumbé en la cama mirando al techo, todavía podía sentir el temblor en cada parte de mi cuerpo, podía sentir mis músculos contrayéndose por el miedo. Toda esta situación comenzaba a sobrepasarme, ya no podía pensar que todo eso era producto de mi imaginación, por el simple hecho de que esa puerta tenía el mismo nombre que se había reflejado en la televisión y añadiéndole el mensaje extraño que me había llegado y al cual no podía responder me ponía todavía más tensa. Muerta de miedo miré hacia el armario, la puerta estaba tal cual la dejé, bien cerrada, pero eso no quitaba que no pudiera abrirse y yo no me sintiera como si estuviera en una película de terror y en cualquier momento todo se volviera un completo infierno y apareciera la sombra de nuevo.
Como era de suponer esa noche no dormí nada, simplemente me quedé mirando la puerta del armario, la luz de la mañana se coló por la ventana haciendo que me levantara de la cama soltando un suspiro de alivio, entré con miedo al armario y me busqué algo de ropa, en todo momento evité mirar esa pequeña puerta, el miedo que me daba ese cacho de madera era inmenso. Entre el viaje y todo lo que pasó incluso antes de poner un pie dentro de esta casa sentía todo mi cuerpo entumecido. Tras dejar la ropa bien colocada en la cama me metí a la ducha dejando que el agua cayera contra mi cuerpo, me había relajado mucho, pero no lo suficiente, pues a pesar de que no había nadie cerca sentía la presencia de alguien.
Mi madre tocó a la puerta de mi habitación haciendo que yo diera un respingo del susto, cuando estuve vestida abrí la puerta y allí estaba ella, impecable como siempre: Con su cabello corto negro bien peinado, con sus ojos azules como el cielo brillando desde bien temprano, un porte bien elegante, con su uniforme de trabajo, mi madre a pesar de que tenía un buen puesto en su antiguo trabajo no pudo negar el puesto que le habían ofrecido aquí: secretaría de uno de los empresarios más famosos de todo Londres, ella estaba feliz por su trabajo y yo lo estaba porque ver sonreír a mi madre era lo más hermoso que podía admirar jamás.
Camille Jones era una mujer hermosa y entendía porque mi padre se había enamorado de ella hace veinte años atrás y aunque haya pasado mucho tiempo ellos seguían tan enamorados como al principio.
—El desayuno está listo, cariño, te llevaré yo al instituto, pero debes venir en taxi.
—Está bien, mamá, no te preocupes —dije con una sonrisa en mis labios.
Ella acarició mi mejilla y dejó que me terminara de preparar. Cuando lo tuve todo listo bajé dando los buenos días a Helen quien ya había comenzado a hacer los quehaceres de la casa. Según ella comenzaba tan temprano para así tener tiempo libre por la tarde y ver su novela preferida. Helen, aunque había sido contratada al principio para solo unas horas se había convertido en una más de la familia, por eso no la tratábamos como una empleada, ella limpiaba y cuando terminaba hacía lo que a ella le viniera en gana, como, por ejemplo: ver su novela.
—Buenos días, hija, ya tienes el desayuno listo, esta mañana te lo preparó tu madre con todo su cariño.
Sonreí tras escuchar sus palabras y susurré un: gracias. Comí lo más rapido que pude para no hacer llegar tarde a mi madre. Cuando acabé todo miré hacia el salón y casi me atraganto al ver a la sombra mirando —creo— hacia mi dirección. ¿Es que era la única que la veía? Parecía que sí, porque Helen estaba justo a su lado poniendo un mantel de color azul claro en la mesilla. Mi corazón bombeaba con tal rapidez que se me hacía imposible respirar bien. La mesa comenzó a vibrar haciendo que saltara y pegara un chillido, Helen se acercó a mí asustada, por mis mejillas ya comenzaban a rodar lágrimas.
—¿Hija, estás bien? —Preguntó Helen preocupada, cogiéndome de los hombros.
—Sí, es que sentí algo por mi pierna y pensé que era un bicho —mentí con una sonrisa en los labios.
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Danger #2 ✔️
Teen FictionPortada creada por: @luaescribe😍🛐 Reescribiendo. Una nueva casa. Una nueva vida. Y un montón de nuevos problemas. -No mires hacia arriba -le susurró una voz en su interior en cuanto estuvo frente a la fachada de su nueva casa. Las prohibiciones...