18. Momentos

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Charlotte Harrison

Enamorarse no es de débiles. Yo me enamoré de Oliver por su atención, su amor por mí y por lo atento que siempre ha sido a lo largo de años juntos. Su carisma, su sonrisa... Sin embargo, ni todo el amor del mundo ha impedido que haga lo que le hice.

Me bastó el simple roce de alguien desconocido para darme cuenta que soy una persona nefasta, una persona que, al parecer, no sabe amar. Porque quien ama no engaña, no traiciona y tampoco rompe las promesas que se juraron frente al altar.

Años de noviazgo, y uno más de matrimonio tirados a la basura por un momento de debilidad. Porque si, fue un momento de debilidad al cual accedí sin que me obligaran. Joder, ¡Nadie me puso un arma! Lo hice porque quise, porque me olvidé de la persona a quien supuse amar, y heme aquí, alistando mis maletas para no hacer esperar a mi amante.

—Dímelo Nay, dime que estoy mal, que debería parar esto —digo, poniendo el móvil en altavoz.

Para que te digo que no, sí, sí. —Responde al otro lado. —Lot, le preguntas a la menos indicada, pero como buena amiga que soy te daré un consejo que no tomaras en cuenta porque al final terminaras yéndote con el señor marrón.

—Es señor oscuro —aclaro, metiendo un par de bragas en la maleta.

Lo que sea, es lo mismo —se burla —. Sabes que Oliver casi nunca ha sido de mi agrado —ya comenzó —, y aún así acepto a ese bastardo. Creo que lo aceptaré más cuando me haga un descuento para las chichis.

Me rio.

—Nay, no ocupas aumentarte los senos. Ya están grandes.

¡Dios! Claro que no.

—Al príncipe encantador le gustan —digo con burla —. Mira que la escena que vi en el ascensor no fue para nada grata.

¡¿Lo viste?! Parecía que tenía hambre —se burla.

—Si, aún tengo la imagen de tus senos fuera de su lugar siendo lamidos por el príncipe encantador.

¡Por Dios! Que delicia.

—¡Nay, que desagradable! Estábamos hablando de lo que haré.

Cierto, cierto. ¡Perdón! Bien, te diré lo siguiente. Ya eres una persona adulta, así que maneja todo como tal ¿Vale? No te diré que no engañes a Oliver, porque para ser honesta aún no sé el significado de engañar a alguien puesto que precisamente por eso le huyo a las relaciones —prosigue, y antes de hablar suelta un suspiro —. Solo, no la cagues Lot.

—Ya lo hago —vuelvo aclarar.

Cierto. Mal consejo, no sé qué más decirte.

Después de hablar, cuelgo la llamada. Comienzo a empacar ropa para dos días en una pequeña maleta metiendo desde un pijama y vaqueros con suéteres de lana. Reviso el pronóstico de éste fin de semana visualizando que hará frío y que probablemente lo que menos haremos será salir de la casa a la que iremos. Sigo sin tener el número de Marcus, y la última vez que nos vimos fue el martes cuando vino al apartamento.

Cuando se dan las nueve de la noche, salgo del apartamento cerrando la puerta con pestillo y asegurándome de que nadie entrara durante éste fin de semana. No he tenido noticias de Oliver durante el día, y me sorprende tanto el no estar preocupada por ello. Lo último que hablé con él fue por la mañana cuando me dijo lo exhausto que estaba.

Llego a la recepción deseando con todas mis fuerzas no toparme a Mercy. Afortunadamente no aparece. Ni siquiera el vigilante.

Salgo a la fría noche caminando con paso decidido pero a la vez dudoso, en dirección al parque. Mis botas de estilo roquero resuenan en el asfalto. Voy con jeans y cazadora de cuero negra, haciendo juego con las botas que llevo puestas.

PERVERSOS 1° SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora