22. Mi refugio

670 57 5
                                    

Charlotte Harrison

Sigo en la espera de Lucy, y mis nervios están a flor de piel por la espera. La noche la pasé en desvelo sin poder pegar el ojo después de lo que vio. Verme así, abrazada a Marcus y besándonos, ha sido lo peor que me pudo haber pasado en la vida.

Aliso la falda roja y después me acomodo el abrigo. Siento una presión en el pecho al preguntarme: ¿Qué es lo que pensará Lucy de mí?

Trago duro, y como sé que ella tiene llaves del apartamento espero a que entre por esa puerta mientras tomo asiento en el sofá. Respiro hondo llenando así mis pulmones de aire, pero en cuanto escucho la puerta abrirse la sangre viaja a mis pies.

—Buenos días, señora Archer —me saluda como si no hubiese pasado nada.

—Buenos días Lucy, ¿Cómo amaneciste hoy? —le pregunto, cuando la veo encaminarse a la cocina.

No dudo en seguirla.

—Muy bien, ¿Y usted? —la tensión me atrapa. Así que suelto la lengua cuando la veo asear la cocina.

—Lucy... —carraspeo. —Lo que viste ayer...

—No es de mi incumbencia señora Archer —me interrumpe, volviéndose hacia mí —. De verdad, todos cometemos errores y aprendemos de ellos tarde que temprano.

Tomo un respiro. Lucy se encamina al pequeño cuarto donde yacen los utensilios de limpieza.

—No está bien, Lucy —digo con la voz entrecortada —. No sé qué me pasa. Estos no son los valores que me enseñó mi madre y ahora... ahora no sé qué es lo que me pasa con Marcus.

Comienzo a sentirme sofocada, la respiración me falta y comienzo a derramar las lágrimas sin importarme que se corra el poco maquillaje.

—Señora Charlotte —dice mi nombre —, todos cometemos errores, y la verdad es que yo no soy nadie para juzgar el tipo de relación que usted mantiene con el señor Meyer —hace una pausa breve —. Lo único que puedo decirle es que de estas relaciones quien sale más dañado no son ellos, si no usted.

—¿Yo? —susurro.

—Si, usted. Porque usted es quien está cambiando por él. Al día de mañana el engaño sale a flote y la única perjudicada será usted, y no hablo físicamente, si no interna y mentalmente. Aclare sus sentimientos y decida si lo mejor es seguir con su matrimonio o... con el señor Meyer. Solo usted sabrá que es lo mejor.

Me quedo callada.

—Piense, solamente haga eso señora Archer. Pensar. Y si lo que le preocupa es que yo diga algo, estese tranquila que yo no diré nada —sonríe —. Eso es algo que no me corresponde. ¿Vale?

Me toma de ambas manos, reconfortándome al momento. Asiento a lo que dice y vuelve a lo suyo. Guardo silencio, no digo más

—Nos vemos, Lucy.

—Que le vaya bien señora Archer.

Salgo del apartamento, recorro el pasillo y cuando llego al ascensor presiono el botón de éste. La imagen de Marcus besando a Mercy me sorprende, tanto que me quedo atónita y boquiabierta. Un calor me invade el cuerpo al ver las imágenes frente a mis ojos. «Son celos», digo para mí misma.

—Yo lo... lo siento tanto —digo, aclarándome la garganta.

—¡Dios mío! ¡Pero qué vergüenza Charly! —dice ella riendo.

—No se preocupen, es normal besarse en el ascensor —suelto con amargura disimulada.

Me posiciono frente a los dos, sintiendo la mirada de Marcus clavada a mis espaldas. Después, Mercy se pone a mi lado tomándome del antebrazo.

PERVERSOS 1° SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora