Enara Morgan sólo tenía un objetivo: descubrir la verdad entorno a la sospechosa muerte de su madre. Por ello, decidirá dejar su apacible vida en las montañas cercanas a la Muralla María y alistarse al Ejercito de las Murallas, con la esperanza de e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-¿Y bien?
El trayecto entre despachos había estado plagado por pensamientos ansiosos y pasos titubeantes, acompasados por el ritmo de su tembloroso corazón. No se había dado cuenta del lugar al que se dirigía hasta que se encontró frente a aquella puerta. Una puerta que tantas veces había llamado y entrado. En circunstancias donde el motivo había sido laboral y no... por un "necesito verte".
De pie junto al escritorio, el hombre cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra y, al mismo tiempo, se cruzó de brazos, todavía esperando por la respuesta de la soldado que, de pronto, había interrumpido su trabajo. Aquellos ojos llevaban viéndola con esa misma inexpresividad desde aquel día. A una distancia respetuosa que ya nada tenía que ver con la rabia contenida con la que al principio los había inundado y que, luego, había sido abrasada por un matiz suave y, quizá, hasta... amable. Dicho matiz que ella misma se había encargado de erradicar.
Bajo aquella misma mirada, Enara Morgan tomó aire mientras flexionaba sus sudorosos y temblorosos dedos. Necesitaba calma. Necesitaba organizar su desordenada mente, con tantas cosas revoloteando y formando una espesa e infranqueable nube de confusión y ansiedad que le impedía hablar.
Pellizcando un poco de valor, separó sus labios, con los ojos conectados a los de Levi Ackerman.
-Aquel día...-Fue fugaz. Por un momento, el imperturbable rostro del capitán del Escuadrón de Operaciones Especiales rompió su formación vacía antes de recomponerse. Pero Ena había visto cómo sus párpados habían temblado y sus labios se habían apretado al comprender cuál día se refería. El día en el que supuso un punto y después entre ambos. La voz de la soldado se arrastró por su garganta reseca-me fallaste...-Puede que quedara como una niña patética, pero necesitaba decirlo. Necesitaba decírselo. La mandíbula de Levi se endureció y marcó los músculos a través de su piel pálida y fina, pero no habló. Permaneciendo en silencio, continuó escuchando a Enara con su penetrante mirada fija en ella, y solo en ella-Tú, entre tantas personas, te habías convertido en alguien...-Un nudo en su garganta la bloqueó. Pero ni por un instante dejó que aquello la detuviera y, destruyendo el obstáculo, se arriesgó a seguir bajo la amenaza del llanto-importante para mí,... alguien en quien confiar. Pero..., cuando confesaste que me habías ocultado..., cuando me dijiste que conocías a mi ma..., me traicionaste. Llevo toda mi maldita vida...-Tragó duro-persiguiendo su recuerdo, cada mínimo gramo, y que... alguien tan cercano supiera de ella, que tú lo supieras... fue...-No había palabras para describir el dolor que sintió. No podía. Los ojos de Levi descendieron hasta el suelo bajo el contundente peso de la culpa, bajo la comprensión de lo no expresado-Y todo eso... me impidió ver la verdad absoluta.
