El Infinito Mar De Mis Tristezas

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Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

El Cuervo

Edgar Allan Poe 

A mi alrededor las risas se escuchaban cual campanas profesando su alegría. El murmullo del júbilo que en aquel salón gobernaba, más lastimaba cual un puñal en mi corazón. Las maravillas de la vida se mostraban ante mí, más solo representaban el contraste con la miseria en la que se había convertido mi vida. Una lucha que peleaba sola bajo los rayos del sol y la luz de la luna. La dicha que pude haber sentido en antaño, que llegué a sentir una vez, había sido devorada por un espectro que infamemente se posaba sobre mí. Y los sonidos de la noche, la música que una vez trajeron deleite a mi alma se han convertido en pulsos que explotan cual disparos dentro de esta caja vacía que ahora es mi cráneo.

Las paredes parecían caer sobre mí con todo el peso de la vida mientras sus garras en mi cuello oprimían el aire haciendo que los bordes de mi visión se volvieran cada vez más oscuros convirtiéndome en este ser vulnerable e indefenso que no podía más que desfallecer. ¡Oh! ¡Cuanto miedo sentí!. Aquella emoción oscura y aterradora que carcomía mí alma desde lo más profundo llenaba mis ojos de lágrimas y aceleraba mi corazón. Me devoraba desde dentro, consumía mis pensamientos y se esparcía por todo mi cuerpo cual enfermedad maldita. Mi mente un laberinto lúgubre del que no podía salir y mis ojos no hacían más que mirar un futuro desolado cual desierto. Mis manos temblaban y el susurro de la brisa fría se confundía con el susurrar de mis demonios. Me embargó entonces un pánico infinito cuando sentí que no podía más y que la tristeza más grande jamás sentida se abría paso por cada célula de mi cuerpo.

Sentía el frío más terrible por momentos que era remplazado por un calor infernal. ¿Cómo había llegando hasta este cielo lleno de nubes de tormenta? ¿A este lago sin fondo en el que me hundía con cada minuto que pasaba? Los días se me antojaban miserables y el hambre de futuro que llenaba mis días un tiempo atrás se había perdido en el apetito de la bestia que se había apoderado de mí. Como una sombra que reproducía cada movimiento, un espectro fantástico y cruel que me había robado las alegrías dejándome solo desdicha. Ni siquiera los recuerdos felices de amores pasados podían borrar la huella de tan sórdida criatura que en su vulgaridad pasaba desapercibida a los ojos de los demás.

Podía sonreír, reír incluso pero ahí estaba, mi eterno y perverso compañero sofocado las risas y desdibujando las alegrías. Me fui desintegrando, sujeto por sus dedos gélidos hasta que lo único que quedaba de mi era este cascarón vacío y sin vida que ahora soy.

Pesadillas gobernaban mis sueños nocturnos, llenas de los terrores más atroces que me hacían temer a la oscuridad y al sueño mismo. Mis días estaban colmados por la pérdida y la decepción, y los espejos que una vez me devolvían mi reflejo ahora solo muestran esa parte de mí. Este nuevo ser macabro es quien me devuelve la mirada, acompañado por criaturas de manos bañadas por las aguas de las tinieblas, que recorrían errantes mi mente y cuerpo. Invadiendo mi imaginación, llenándola de pensamientos que no eran míos, a los que le temía. Me horrorizaba pensar en cómo era capaz de guiar mi mano y convertir los pensamientos más inofensivos en detonantes de aquella penumbra que me absorbía. .

Demonios que me hacían preguntarme, en ocasiones desear incluso, experimentar sensaciones a las que jamás le dediqué especial atención. El dejar rodar el filo del cuchillo que sostienes por el interior de tu muñeca. O saltar por aquel puente por que el pasas cada mañana de camino al trabajo. O sumergirte en la pequeña bañera hasta sentir que tus pulmones explotan. Escuchas esa voz, que parece tuya pero que es solo el disfraz que utilizan para engañarte, para trastornarte y conducirte a la locura absoluta. Es tu voz, su voz, baja pero constante que te susurra mientras atraviesas la calle y ves los carros pasar veloces, aumentando de volumen con cada paso hasta convertirse en un crescendo con una única palabra "Omoară-ma".

No sabes que es pero esa sensación escalofriante que te produce el sonido con tu propia voz aun cando tus labios están sellados y solo está en tu cabeza te invade. Y pienso, solo por un momento, si valdría la pena. Aquella libertad que ahora solo vive en mis sueños más salvajes. Y solo eso basta para que no suelte mi mano, solo la fuerza de visualizar la escena de mi muerte, imaginar los gritos de mi madre, aquellos lamentos de voz rota y de súplicas desgarradoras a su Dios bendito los que me anclan y mantienen en movimiento.

Y temo. No sabes cuánto, que alguna vez deje de importar el dolor de mi madre y su mano, mi mano deslice el cuchillo o lo clave en mi corazón. Que alguna vez no sea capaz de resistir el deseo de saltar, de caminar directo hacia el carro y sentirlo impactar justo en mi pecho.

Y es por ello que las risas cual campanas no me parecen más que una melodía molesta casi vulgar y los gritos de éxtasis me suenan como el aullido de mil bestias. Y Las maravillas de la vida que se muestran ante mí se pierden en el infinito mar de mis tristezas.

Pesadillas De MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora