Un Lugar Maldito

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Historia 3

Toda de blanco vestida,
toda blanca,
sobre un ramo de violetas reclinada
te veía y a las rosas moribundas
y a ti, una luz tenue y diáfana muy suavemente alumbraba,
luz de perla diluida en un éter de suspiros
y de evaporadas lágrimas.
¿Qué hado extraño
(¿fue ventura? ¿Fue desgracia?)
Me condujo aquella noche
Hasta el parque de las rosas
que exhalaban los suspiros perfumados
de sus almas?

A Elena
Edgar Allan Poe


Me confieso ante el Dios misericordioso esperando que sea capaz de espiar los pecados que me atormentan, y aliviar mi alma de los terrores que han hecho de ella su nuevo hogar. He de disculparme por la naturaleza tan cruda y un tanto vulgar de mi relato, pero la verdad es que poco puedo hacer para suavizar los hechos que he de contar a continuación.

Provengo de un gran linaje, mucho más antiguo que la historia misma y por consiguiente he venido al mundo con un destino ya escrito donde mis deseos no tenían valides alguna. Había nacido para continuar con mi estirpe y todo aquello que venía con él. Había sido criado bajo el concepto de no ser más que un peón que había de ser movido a conveniencia de aquellos que estaban en el poder, pero que incluso entonces no podía compararme con quienes ajenos e inocentes de lo que pasaba entre las sombras se movían por el mundo sin ser consientes de la verdadera naturaleza de este. Mundanos y ordinarios, cuyo éxito dependía de la aprobación que solo mi clase podía dar.

Era un juego peligroso, incluso mortal tanto para quienes nacían dentro de aquel circulo como para quienes vivían fuera de él. Cada movimiento preciso y calculado para la conveniencia y el disfrute de la gran élite.

Aprendí desde muy pequeño que los monstruos eran tan reales como yo. Más no habitaban en los bosques sino mansiones rodeados de lujos infinitos y a diferencia de los cuentos de hadas su maldad no se reflejaba en su apariencia. Por el contrario, la malicia vestía las mejores prendas y muchas veces lucia la belleza de los ángeles. Ante los ojos del resto del mundo representaban el éxito, el poder y el respeto, pero en privado no eran más que criaturas hambrientas de perversión y sufrimiento.

La maldad podía llevar el rostro de tu padre o de tu madre o incluso el tuyo mismo y era capaz de corromper el alma de cualquiera solo por el placer de verle marchitar.

Durante toda mi vida fui testigo de actos que no me atrevo a mencionar y que durante mucho tiempo me negué a aceptar, pero que por las noches se colaban en mis sueños convirtiéndose en las pesadillas más aterradoras. Mi único alivio era no ser capaz de escuchar los gritos de quienes sufrían a manos de mi familia aun cuando las visiones mudas eran lo suficientemente retorcidas para hacerme vomitar, cada vez. Un alivio al que me aferré con todas mis fuerzas. Sin embargo pagué por cada uno de mis pecados en aquel purgatorio, donde mi único trabajo era servir a las bestias de más baja casta en la escala entre de las viles criaturas que habitaban la tierra.

Fue en un principio un cambió extraño. Estaban, después de todo, por debajo de mí pero debía servirles. Se les veía no mucho mejor que a las criaturas de las que abusaban y aun así sus placeres aunque crueles no podían compararse con los que había presenciado al crecer. Quizás se debía a que en aquel lugar no había pretensiones de ningún tipo, necesidad alguna de impresionar a nadie o convencer a otros. Eran viles, y grotescos, pero como si de animales comunes y salvajes se trataran actuaban únicamente por instinto. No había nada calculado en los actos que perpetraban más que satisfacer una necesidad. No tenían la perversión de aquellos que aburridos y acompañados de un poder infinito disfrutaban de la degradación más baja y el dolor más profundo en los inocentes.

Pesadillas De MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora