—¡Salud! —pronunció Lucy. Bebíamos la tercera cerveza y fue allí cuando me propuso cavar un hoyo en el jardín y poner una cápsula de tiempo. Planeamos recogerla en unos años para disfrutarla como festejo de los logros de nuestro trabajo. Era la última noche que pasaríamos en esta casa y celebrábamos con optimismo el porvenir: íbamos a contribuir a salvar el mundo de la catástrofe que se vivía.
—¡Salud! —repuse yo mientras partía a buscar una pala con premura.
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Con premura y sin previo aviso, Jli ingresó a mi cubículo de investigación.
—Ags, deja todo lo que estás haciendo, he recibido mensaje de algo que no vas a creer.
Yo observé asombrado a mi colega, una persona circunspecta y sobria; era la primera vez que comunicaba más de una definición.
—¿Qué sucede?
—Se ha encontrado evidencia de una sustancia acuosa en 756.3.
—¿Acuosa? —hice eco al comprender su exaltación.
—Así es, cerca de un 93% del líquido descubierto procede de vita.
Encaré a mi interlocutor de modo incrédulo, ¿qué me notificaba? ¿Vita? El factor que garantizaba vida celular, aquel compuesto por dos moléculas de oxígeno y una de hidrógeno, el más cotizado de los tesoros ¿en 756.3?
Jli no se molestó en dar mayores explicaciones, cortó la conversación de inmediato con un:
—Prepara tus cosas que partimos.
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Prepara tus cosas que partimos me había dicho Lucy, mi amiga y compañera de casa. El anuncio me puso muy contenta porque eran varios días que intentaba convencerla de hacer eso, partir.
Ambas obtuvimos nuestro doctorado de ciencias climáticas en la misma universidad. Durante esa época fuimos voluntarias con Acción ¡ya!, una de las organizaciones más activas en relación con frenar el cambio climático y sus consecuencias devastadoras. Al graduarnos nos ofrecieron trabajo y aceptamos con gran gusto. Decidimos rentar juntas una casa en la ciudad sede de la organización de forma temporal, pero nos fue tan bien que resolvimos continuar con tal arreglo.
El cuento era que debíamos irnos. La situación nos llamaba y nosotras no podíamos permanecer impávidas y pasivas ante tremenda gravedad. Me alegraba que Lucy se convenciera de que era el camino a seguir, aunque me sentía envuelta en una expectativa que rayaba en la ansiedad de ver qué sería lo que nos esperaba.
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Qué sería lo que nos esperaba era la interrogante que no me dejó invernar con tranquilidad durante el viaje. No obstante, al revivir mi físico, la mencionada inquietud fue puesta de lado por el impulso de "manos a la obra" que se apoderó de mi ser. Jli parecía estar en la misma onda mental porque ni bien llegamos a nuestro destino organizó los instrumentos del caso, en tanto que yo verificaba que el equipo de traslado y ajuste ambiental funcionara a la perfección.
—¿Listo? —inquirió.
—Listo —afirmé y, sin comunicación adicional, salimos del vehículo de transporte y nos dirigimos al punto donde el líquido fue detectado.