—... y la ruta a seguir la guían vestigios con dibujos de la concha de un molusco, un ser catalogado en el banco de datos como uno de los que existieron en el período humanoide. Ese hecho indica que el sendero en cuestión se relaciona con las masas de líquido que conformaban este planeta amarillo porque dichas criaturas residían en tales fluidos, en zonas aledañas a aquellas no inundadas.
»He pasado varios años, desenterrando esos hitos cuya existencia descubrí en uno de mis viajes de investigación a esa parte de nuestro mundo que aún no hemos poblado. A través del uso de lectores voladores, pude localizar su posición, a pesar de situarse en diferentes profundidades bajo arena. Algunos presentan la viva imagen de la concha, otros son de tipo simbólico o estilizado.
»El camino, señalado por las mencionadas demarcaciones, cruza varios conglomerados de edificaciones del período humanoide erigidas sobre la superficie. Es muy posible, aunque todavía no se ha comprobado con pruebas fehacientes, que fuera una vía utilizada para el comercio entre estos conglomerados, actividad popular sobremanera en ese tiempo.
»La señal del caparazón cuasi-circular del molusco no conduce por una vía única, sino que se compone de siete. Observadas en un gráfico, todas convergen al mismo punto y parecieran ser las extremidades de alguna criatura que se propulsa a hacia una dirección. He revisado en el banco de datos y me atrevo a sugerir que quizás fuera una representación del octópodo, otro ser que moraba en los vastos líquidos salados. Es cierto que solo hay siete caminos y los citados octópodos contaban con ocho largos miembros tubulares, pero no sería de sorprenderse que los simbolizaran con solo siete. Ya bien nos es conocido cómo muchos de los dibujos que los nativos tenían en alta estima no retrataban a fidelidad; conclusión que hemos llegado a partir de comparar susodichas ilustraciones de humanoides con los restos encontrados y reconstruidos de los aludidos. Baste el claro ejemplo de uno llamado "Busto femenino", atribuido a un tal Picasso. Por lo tanto, es una teoría plausible que el octópodo haya sido una criatura de gran importancia para el grupo aborigen establecido en aquella región.
»Como dije, las rutas tienen un punto de convergencia y ese ámbito se localiza en una ubicación céntrica de un conglomerado de edificaciones. Su rededor lo configura ruinas de construcciones humanoides y es evidente que existía un espacio amplio entre este y las edificaciones frontales que lo entornan. El lugar en sí también se halla a la par de derruido. Sin embargo, hemos logrado rescatar diecisiete objetos pesados de forma cónica-abultada y cóncava. Pensamos que bien podrían haberse utilizado a modo de calentador del recinto debido al comportamiento de su material.
»Es por demás conocido, que no queda mucho a ver en estos conglomerados; la civilización humanoide, en extremo belicosa, se aseguró de dejar innumerables misterios para quienes vinieran a vivir en su planeta. Por fortuna, algunos datos han podido ser rescatados gracias a nuestras técnicas forenses de recuperación. No obstante, en dichos inventarios de información solo se ha hallado una referencia sobre el territorio del estudio. Son unos entes biológicos de los cuales no hemos conseguido discernir aún su apelativo humanoide. Son pequeños, de aspecto globular y ovalado, de color verde o negro, y pendían de esos organismos cuyos rastros descubrimos tiempo atrás. Aquellos eran constituidos por una especie de cilindro lleno a partir del cual se ramificaban otros. Dibujos indígenas han corroborado el hecho que de tales ramales también salían unas láminas, la mayoría de forma oblonga.
»En fin, el punto de la presente disertación es demostrar la relevancia de realizar excavaciones en el sitio de convergencia de estos caminos de imágenes de conchas. Nuestros lectores voladores han observado la existencia de una construcción por debajo de lo que suponemos era el piso a nivel de la superficie. No tengo la menor duda de que encontraremos información humanoide de importancia allí.
—¿Qué le hace suponer que se podría hallar objetos de trascendencia en la zona inferior de ese montículo de ruinas, investigador 456?
—Mi experiencia me ha enseñado que los humanoides eran propensos a almacenar en los ámbitos bajos de sus construcciones artefactos significativos. Es una simple deducción que, durante alguna de sus numerosas agresiones entre ellos, hayan hecho tal cosa en esta ubicación para salvaguardar lo que sea que tuvieran. Por consiguiente, existe una alta probabilidad que descubramos artefactos de suma importancia.
—¿Y de qué nos serviría? Es ya sabido que la capacidad mental de esos entes era muy limitada, sobre todo aquella de percepción. Nuestras bitácoras históricas apuntan con claridad que visitaron el planeta madre con sondas y artilugios y, al parecer, fallaron en detectar nuestra presencia.
—No lo niego —acepta el científico a fin de no contrariar a su interlocutor —, pero quizás aparezca un indicio sobre la causa de la transformación del pretérito ambiente hostil de este planeta, a uno perfectamente habitable.
—Cierto. Cuente con nuestro apoyo, investigador 456. Que no se diga que nosotros no estamos abiertos a ampliar cualquier conocimiento, como buenos... ¿Cómo dijo que nos llamaban los humanoides, a pesar de no saber de nuestra existencia?
—Marcianos.
—Eso. Como buenos marcianos que somos.
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Este relato fue mi entrada en el concurso de Zendalibros cuyo objetivo era es escribir una historia, real o ficticia, de un mínimo de cien palabras y máximo de mil ambientada en la ruta del Camino de Santiago en la actualidad o cualquier época.