Capítulo 8

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Eran las cuatro... No... Eran las jodidas cinco de la mañana y alguien había puesto el maldito despertador a toda su capacidad para atormentar la vida de cualquier persona que le escuchara.

JiMin se encontraba tendido... No, no podía decir que estaba tendido. Él estaba atrincherado en esa cama que era el quinto de pequeña del lugar en el que solía dormir, hacía calor como el maldito infierno y para colmo el cabello no se le había secado en toda la calurosa y húmeda noche por lo que el roce más mínimo del aire le enfriaba todo el cuero cabelludo y hacía que le doliera la cabeza.

La ventana... No, a ese pequeño hueco sin cortinas no había forma de decirle ventana, lo que sea que eso fuera tenía el ángulo perfecto para dejar que el viento soplara en su nuca.

Terriblemente afligido y molesto, JiMin ya había imaginado miles de maneras para escapar de aquel lugar. Incluso había intentado huir en medio de la noche, cuando TaeHyung roncaba en la otra habitación como camión de los 80's. Pero por más que quería hacerse a la idea de que fuera y lejos del control al que iba a estar sometido por el Tigre estaría mejor, no había forma de que sobreviviera ni siquiera un par de horas él sólo en cualquier lugar del mundo.

Su única salvación, esperanza, lo único a lo que podía aferrarse para seguir con vida y cumplir con su condena era TaeHyung. Y él, sumado al jodido despertador, no le dejaban conciliar el sueño ni por un segundo.

Jamás se había imaginado ni por asomo en una situación como esa, porque él era la realeza, él estaba por sobre cualquier ciudadano promedio. Él no tenía que preocuparse por otra cosa que no fuera su pueblo. Y él amaba a su gente. Había dado cada mala noche y molestia con gente hipócrita, con humildad y pasión para ver a su reino sacar de los escombros la dignidad que les pertenecía y ahora alzaban la frente con orgullo gracias a él. Pero todo eso se había convertido en un recuerdo pasajero, lejano, ajeno a él justo en el lugar en el que ahora estaba. Y por no mencionar que no se sentía seguro allí.

Al pensar en cuán "inseguro" estaba, lo primero que vino a su mente fue él. Aquel hombre... Le había mirado de una forma que nunca nadie había osado usar con él.

Rememorando creyó reconocer ese brillo en los ojos de las personas que solían vanagloriarlo en las calles, pero no era así. Esa mirada no era la que entregaba alguien a quien admiraba, no. Esa mirada... Tenía tanto en ella que parecía una ensoñación, una fantasía.

JiMin había encontrado allí miedo, desesperación, dolor, y todo eso se combinaba con calor, lujuria, pasión, menta fresca de invierno y paz. Lo que más le sorprendió encontrar fue paz. Sintió paz cuando esos dos pozos negros como la noche miraron hacia él. No, no hacía él. Miraron más allá. Vieron su alma, su ser, todo su interior.

Por primera vez en la vida tuvo la sensación de sentirse desnudo, aun cuando la desnudez era natural y estaba acostumbrado a verse sin prenda alguna sobre su cuerpo por varias personas.

A JiMin no le avergonzaba su cuerpo, él estaba seguro de cuán apuesto era y de cómo su belleza hacía jadear a las personas, pero con ese ser escrutando cada fibra se había sentido preocupado y avergonzado, Se había sentido inseguro. Su animal interior se había sentido inseguro. Y si había un Dios, él sabía que JiMin no había conocido el significado de esa palabra hasta que tuvo al hombre frente a él.

Pero incluso cuando todo sobre él gritaba peligro, la cabeza le había empezado a dar vueltas cuando por un segundo sintió que aquel le daba... Le provocaba ternura. Suave y moldeable ternura como el algodón. Si acercaba la mano a ese rostro se le iban a derretir esas tiernas y blancas mejillas.

JiMin se asustó de pensar de ese modo, y en cambio, decidió que ya que estaba allí, por primera vez en toda su vida iba a poder contemplar el sol saliendo de su baño en las aguas.

Athélita | YoonMin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora