Capítulo 7

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Su cabello era tan negro como el ébano y brillante como la luna llena. Esos pozos oscuros y negros hacían que las señoritas que recibían a la embarcación suspiraran entre enternecidas y encendidas por las miles de sensaciones que una sola mirada de ese hombre era capaz de provocarles. Él era un manjar a la vista, pero tan inalcanzable como las estrellas.

YoonGi regresaba de una larga e interminable jornada de trabajo en las profundidades del inmenso mar. Estaba completamente agotado y agobiado porque la pesca de ese día apenas había alcanzado el mínimo para completar las entregas la mañana siguiente. El invierno estaba a la vuelta de la esquina, y aunque obviamente allí, en la villa, no nevaba como en las colinas, el frío que se arrastraba desde allí hasta la costa provocaba que los peces se alejaran y ellos tuvieran que salir más allá, a aguas profundas, en busca de su principal fuente de calorías.

Cómo todas las veces que regresaba a costa, las jóvenes muchachas en edad de conseguir pareja esperaban con ansias a los pequeños barquitos para poder llamar la atención de algún macho cansado que estuviera en busca de compañía, u otras, ya enlazadas, buscaban a sus parejas antes de que alguien quisiera acercárseles demás.

La villa era el lugar perfecto para instaurar una familia cálida y unida que fuese tan grande como los adultos responsables pudieran mantener. Pero tenían una cierta escasez de varones. Las hembras eran abundantes y de diferentes clases. Las había desde alfas poderosas y territoriales hasta Omegas sumisas y adorables. El caso era otro con los varones.

Una cierta minoría eran alfas jóvenes como él, que definitivamente eran los más cotizados y seducidos. El resto se trataba de betas que eran más bien la segunda opción de todas si no podían enlazar a un alfa. Y por último estaban los Omegas. Eran la clase más privilegiada y selecta, y como era de esperarse, eran más bien como un regalo para las personas de la villa.

Por desgracia de los únicos tres que existían dos ya tenían pareja y uno se encontraba previamente emparejado con alguien que su familia había elegido.

Si en una familia daban a luz a un omega varón, inmediatamente su calidad de vida se maximizaba, Los machos con olor a hembra era un regalo de la Diosa luna, solo ellos tenían la capacidad de adormecer a un alfa hasta doblegarlos con su esencia, y eran también considerados potenciales compañeros de cualquiera que fuese su pareja, especialmente Alfas.

Eran capaces de brindar plenitud a su pareja y además, como si eso no fuera estupendo, eran seres con capacidad de concebir a los cambia formas más sanos, con especial excepción de que en su vientre sólo se podrían formar alfas fuertes. Apenas se sabía de su existencia, las familias que tenían más posibilidades buscaban atender al bebé con regalos y ofrecimientos descabellados, como territorio o una gran cantidad de dote. Básicamente el niño estaba destinado a pertenecer al mejor postor, y YoonGi repudiaba la sola idea...

En realidad, repudiaba a los Omegas en general, en conjunto de los betas, pero con ellos su nivel de tolerancia era algo más elevado. Cosa que no hacía que se viera bien, porque él era el alfa que toda mujer deseaba.

A lo largo de su vida, en algún momento se había encontrado escalando a la cima de la pirámide de los Alfas de la villa. Era ágil, fuerte, trabajador, amable, hermoso, y como si fuera poco, todos afirmaban que YoonGi emanaba un aroma tan embriagador y escalofriante que hasta sus camaradas alguna vez habían sentido la necesidad de mostrarle el cuello. Literalmente YoonGi dominaba el lugar con su sola presencia y eso hacía que más de media villa, que básicamente eran sólo hembras, babearan por él.

Incluso cuando sabían que era imposible, se permitían fantasear con ser sostenidas por los brazos salteados de venas de Min YoonGi. Pero eso no podía ser posible, y cuando recordaban la razón era cuando bajaban la cabeza avergonzadas e iban en busca de alguien más.

Athélita | YoonMin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora