JiMin creció dentro de un mundo en donde él se colocaba en la cima. No conocía las negativas a sus caprichos y siempre habría alguien capaz de cumplirselos a cambio de nada, y aún si necesitaba pagar, él definitivamente podía darse el lujo de lo que le gustase.
Cómo príncipe y heredero al trono de su reino, no había cosa que no haya podido adquirir o persona a la que no haya podido tener. La vida más fácil de vivirse, es lo que muchos pensarían, seguramente. Pero a pesar de que no podía negarlo, tampoco podía decir que era completamente cierto. Al menos para él no siempre fue fácil, o en realidad, nunca lo fue.
JiMin sostenía en una mano el té de menta que una de sus siervas había preparado para él mientras contemplaba tranquilamente los plantas alrededor del pabellón central en medio de los jardines de la mansión. Pensaba seriamente sobre lo miserable que era su vida y cómo es que aún estaba vivo dirigiendo él sólo una nación entera. Eran esos pequeños y únicos momentos en los que se permitía sentir lástima de sí mismo sabiendo que con lo atestado de trabajo que pasaba el resto de las horas del día y días de la semana no iba a poder pensar siquiera en cuál era su nombre. Las interminables columnas de cartas y documentos siempre le esperaban ordenadas sobre su escritorio para que él las atendiera sin descanso y sin demora, algunas más importantes que otras.
Y él ni siquiera había sido coronado rey todavía.
En el fondo, temblaba al pensar como se desarrollaría su vida una vez que la coronación ocurriera.
Pero el también podía de vez en cuando tener espacios de ocio en los que se olvidaba por completo de sus deberes y obligaciones, y se permitía ser otra persona completamente diferente a quien era el resto de los días.
Un día como ese, un día espléndido, no podía serlo más. O más bien, lo sería la noche. Se trataba del día en el que se celebraría la Noche Roja. Una vieja pero popular fiesta nocturna en la que los habitantes de todos los lugares aledaños a su territorio se reunirían para celebrar otro año más de guerra disfrazada de tranquilizadora paz e hipocresía.
JiMin solía aprovechar esa noche en específico del año para hacer de las suyas como único momento en el que encontraba a todas las autoridades de su reino reunidos en el mismo lugar. Esa noche no le pertenecía a nadie más que a él, y siendo así, nadie era capaz de librarse de alguna de sus fechorías. No había encontrado mejor momento antes de disfrutar todo ese poder que abundaba en sus manos para realmente sentirse poderoso.
Ese año en particular le tenía hincado el diente al estado de Gong-Do, donde regían los duques Kim, y también al de Mung-il de donde venía su arrogante cuñado, Drago Novak. Tenía planeado molestar un poco en las conversaciones y en sus recorridos, y por supuesto, tenía planeado destrozar un par de sueños sobre la división de los tres estados.
Il-bam era su territorio y nombre de su capital. Hermoso, amplio y próspero, conformado por los dos estados más que yacían bajo la jurisdicción de sus líneas de sangre.
Su reino era de los pocos en pie en el mundo que todavía florecían gracias a la realeza y la nobleza, mientras la gran mayoría de "países" en la actualidad sostenían un sistema gubernamental con un representante electo. Los Shifter felinos eran de las pocas especies de cambia formas que conservaban la práctica de organización monárquica, y era por eso que JiMin, a lo largo de su vida, se había podido permitir placeres y abusos que, siendo otro el lugar, resultarían mancillaciones a los Derechos Comunes del Shifter. Y como es fácil deducir, aunque esta clase de actos se cometieran, el pueblo estaba limitado a callar.
Sus políticas, leyes y costumbres eran intocables, y las personas, después de vivir generaciones y siglos bajo el mismo régimen, eran escépticas y solían hacer la vista gorda cuando algún acto corrupto ocurría en las mansiones. Sin embargo, nadie era capaz de negar que JiMin, aún cuando apenas estaba pasando la mitad de sus veinte, había resultado un magnífico administrador político para el pueblo y su gente. Después de casi tres décadas de penumbra, la época del resplandor había llegado para el reino con la ascensión de JiMin al cargo político más alto, antes de la coronación.
ESTÁS LEYENDO
Athélita | YoonMin
FanficAthélita: forma de pronunciación de la palabra griega "Αθέλητα" que significa: sin querer, inconscientemente, involuntariamente. ~°~°~°~ JiMin es un príncipe con poder y un corazón confuso. Viviendo una vida vana y sin emociones, accede a tomar el c...