CAPÍTULO 8.

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-Espera, espera, espera un momento, ricitos ¿Tú quieres que yo qué?-preguntó Helena confundida después de escuchar los disparates de Folch-Definitivamente no voy a hacer eso, me niego. ¿Me oyes? ¿Me oyes bien? ¡N.O!

Ella se encontraba atada de manos, pies, brazos, manos y torso contra un enorme sillón de cojines rojos con decoraciones doradas y florituras elegantes en las patas. Llevaba así media hora después de haber colmado la paciencia de Leonardo finalmente con sus intentos de asesinato. Él, en cambio, se limitaba a pasearse de un lado a otro de la habitación, la cual no era tan grande, pero sin duda recordaba a algún salón de té antiguo; Folch tenía mal genio desde que su "invitada" le lanzó una zapatilla a la cabeza, pero aún así no le permitió irse casa, más por despecho y venganza que porque tuviera verdaderas ganas de que no lo dejara.

-Escúchame bien, Helena, y pon atención a mis palabras-le pidió por milésima ocasión-tienes que ser mi esclava durante las clases, hacer todo lo que yo te diga y venir cuando te lo ordene.

-Estás demente si crees que yo haré eso-soltó ella con rudeza-¡Ya ni recuerdo por qué estoy haciendo ésto!

-No se trata de lo que quieras o no-le recordó él-y si no, le contaré a todos que les mentiste.

- les mentiste a todos, Folch-sentenció Helena acusadoramente-yo jamás dije algo... excepto a Matt.

-¿Y acaso piensas que yo lo escribí bajo mi nombre?-preguntó de forma sarcástica-No, rojita, no tendrás tanta suerte. Fue bajo la firma de Sarah Parker.

-¿Quién es esa Sarah Parker?-inquirió la chica-¿Otra de tus estúpidos lacayos?

-Ahí te equivocas de nuevo, Clark. Principalmente porque Leo Folch no tiene estúpidos lacayos, como tú dices, sino contactos que saben lo que mejor les conviene-refutó el chico mientras caminaba con ambas manos detrás de la espalda, cual adinerado villano de alguna película de espías, perteneciente al "cine de oro"-y después está la identidad secreta de Parker, quien es la redactora de la columna de chismes en la página que te mencione antes, ¿recuerdas?

-Ajá, pero ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?-preguntó ella, turbada-Dios, esto es peor que un drama barato de televisión.

-En realidad nadie sabe quién es Rose Parker, es un misterio que persigue al colegio desde sus inicios en 1898...-continuó él, paseándose otra vez por la habitación-¿y quién mejor para destruir a una plaga como tú? Claro, es una forma más limpia que utilizar a mis... ¿lacayos, dijiste? Pero aún podemos cambiarlo.

-Osea, déjame ver si entendí todo, Leo: me estás diciendo que...-ella hizo una pausa, meditando sus palabras-que esa Rose Parker es una especie de ¿seudónimo, identidad secreta o lo que sea?

Él asintió satisfecho ya que Helena por fin había comprendio una parte del enigna en el que ahora estaba involucrada. Claro, no sabía por qué se empeñaba tanto en acabar con ella, o tal vez si, pero quería aceptar que una chica lo derrotara publicamente; el ego de los hombres, al igual que su orgullo, son temas delicados.

Sonrió con suficiencia al verla molesta, atada a esa silla elegante. Rió internamente, sin poder evitarlo, al pensar que ella debería estar agradecida con él porque le concedió el honor a su trasero de posarse en algo tan caro como esa antigüedad.

-¿Qué te parece tan divertido, ricitos?-inquirió ella con desdén-¿Acaso ya has termido de perder la cabeza?

-Agh, cállate y déjame disfrutar mis bromas mentales, ¿quieres?-sentenció él antes de cubrirle la boca con una servilleta de seda-Ten, goza un poco de las telas finas importadas.

-Ehes um ibeil, Eo;-dijo ella con la boca cubierta-ehpeo e te udhas em el ihieno.

-¿Qué rayos estás diciendo, rojita?-preguntó extrañado-Ya te he dicho que no se habla con la boca llena, señorita. Muy mal.

THE DIAMONDS' GARDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora