CAPÍTULO 13.

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Una vez que la pelirroja se bajó del auto de la famila Folch, Leonardo se dispuso a hablar con su padre, quien se cambió del asiento copiloto al de pasajero, en la parte superior, cuando Humphrey se había encontrado con su novia, por llamarla de alguna forma.

-Señor, subiré la ventanilla para tener más privacidad-le informó, cuando se detuvo en un alto-¿de acuerdo?

-¡No es necesario, Humphrey!-exclamó el hombre, con mucha naturalidad-Sabes que eres más un amigo que mi empleado.

-Pues en ese caso, señor, y espero que no se sienta ofendido...-continuó, sin perder la formalidad, volviéndose hacia atrás-Como su amigo, le digo que no me refería a usted. Si sabe a qué me refiero.

Ser tan cercano a su jefe, casi como un padre, o un tío querido, en definitiva le resultaba beneficioso a aquél hombre; cualquiera en su lugar ni se habría planteado semejante atrevimiento, mucho menos decirlo en voz alta, y a su jefe era inconcebible, casi un pecado mortal. Pero contra todos los pronósticos, el señor Folch se limitó a soltar una risita cómplice, apoyando su mano en el hombro de Humphrey.

-Nos vemos luego, compañero-fue lo único que dijo, negando con la cabeza, antes de que el vidrio negro divisor entre ambas cabinas hiciera su lenta pero segura aparición.

Jonathan Folch no tenía nada que ver con su esposa, eso era definitivo. Ambos eran una extraña combinación, la cual, a su vez, resultaba aún más increíble por la buena química y relación que tenían. Después de todo, llevaban más de poco más veinticinco años de casados.

-P-padre...-le llamó Leo, con tono serio-¿A qué se debe tu visita? Creí que estarías con mamá en España hasta Marzo.

-Querrás decir en Mayo, hijo.-le corrigió antes de continuar-Yo, eh, tenía que organizar unos asuntos. Cosas de negocios, ya sabes.

-Algo hay de eso. Y...-susurró Leo sin darle mucha importancia-¿hasta cuánto te quedarás en Nueva York?

-Sólo otros tres días más, y volaré el martes en la noche.-contestó sin emoción alguna-Tu madre quería mantenerlos vigilados. Ya la conoces.

-Si, ella es...-comenzó a decir, suspirando. Su padre se le unió para concluir-un tanto difícil.

Ambos soltaron una breve risa, de esas que se dan sólamente en un genuino momento padre-hijo; cuando no se tratan como un negocio.

-Leonardo, hijo. Tengo algo que preguntarte.-le llamó su padre, tal como el muchacho lo había hecho unos minutos atrás-Tú y esa chica, Helena, ¿no estarán sal...

El chico de rizos definidos y mirada sorprendida negó apresuradamente con la cabeza, asegurándose de esa manera que su padre no se formara una idea errónea de la extraña relación que él y "rojita" mantenían. Ni siquiera él lo comprendía del todo bien, pero sabía que ella le causaba una especie de alivio, y también risa. Nada más que eso.

Por el momento.

-¡De ninguna manera, padre!-exclamó casi al instante-Ella no es de mi tipo, o mi clase. Imposible.

-Las apariencias sociales no son siempre lo más importante, Leo.-le recordó su viejo, sonriendo, pero aún reflejando seriedad-A veces el amor te golpea de la forma más inesperada.

-Suena como si ya hubieras pasado por algo así, papá...-advirtió el chico, dudoso.

-No te equivocas, hijo.-susurró con un dejo de misterio-Tu madre y yo no éramos... bueno, lo que importa es que lo nuestro estaba "prohibido".

-Sin embargo ella tampoco lo aceptaría.-le recordó con tono seco-Digo, en caso de que sucediera. Además no podría, ya hay algo destinado para mí en el futuro.

THE DIAMONDS' GARDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora