Vuelta en la esquina de la biblioteca pública, tres calles más hasta llegar a una vieja estatua.
Llevaba corriendo más de una hora, estaba agotada, pero no podía detener ahora... no ahora que estaba tan cerca de ser atrapada.
-Qué...bueno...que corro...los d-...diez...kilom...eso...-bufó, recargaba sus manos en las rodillas mientras intentaba controlar su acelerada ritmo cardiaco-Ay, esos idiotas se están acercando.
Atravesaba con gran agilidad las calles de Nueva York que estaban abarrotadas de gente, y con lo mucho que le agradaba el bullicio...
-¡CLARK! Detente ahora mismo-dijo uno de los hombres que la seguía-Tú sólo firma el papel.
-¿Ah, si? No lo creo, amigo-contestó de forma retadora mientras trataba de bloquearles el camino arrojando cestos de basura-¡Puedes decirle eso a tu jefe!
-Ya me cansé de ti, niñita-gruñó otro de ellos, más furioso que el anterior mastodonte-¡Sobre ella, muchachos!
De reojo vio cómo uno de ellos se abalanzaba sobre ella. Helena, con la poca energía que conservaba, logró esquivar a su enemigo. Eso sólo los hizo enfurecer.
-¿Les gusta besar el suelo, señores guardaespaldas?-dijo ella, burlista como siempre-Les daré un tiempo a solas, tranquilos.
Dio la vuelta en una calle que la llevaría a dos cuadras de su colegio... podía sentir la libertad...
-¡Maldición! Calle equivocada, otra vez-exclamó al tiempo que trataba de huir del callejóm sin salida-... ay, deben estarme jodiendo.
-Oh, claro que sí...-bromeó uno de los mastodontes-Fin del juego, Clark.
-Chicos, chicos, chicos. Estoy agotada, ¿ustedes no?-preguntó para hacer tiempo mientras buscaba una salida fácil-Deberíamos ir a por un café, ¡yo invito!
Nada, lo único que podía hacer era retroceder. Todo intento de escape era inútil y estúpido en su situación.
-Ahórrate los juegos, Helena-siseó el que más hablaba de los cinco sujetos-Será de por las malas o a nuestro modo.
-Querrás decir: por las buenas o por las malas-le corrigió ella, causando irritación en el hombre-Vaya que son estúpidos.
-Linda, en nuestro mundo no hay un por las buenas-replicó un tipo calvo y bigotudo-sólo destrucción.
Ella tragó fuerte, sabiendo que el fin se acercaba a ella inminentemente. Cada uno de los guardias avanzaron hacia Helena, con esa forma apasible de acercarse... igual que en una película. Cerró los ojos, vencida.
-Por aquí, Helena...-escuchó una voz familiar, seguido de golpes y luego una mano rodeó su muñeca-¡Rápido!
-Muchas gracias, extraño.-respondió ella sin verle el rostro-Espere, ¿cómo sabe mi nombre?
-Concéntrate en correr-sentenció él, halándola más del brazo-relájate, lo descubrirás pronto.
-Mi padre me ha dicho que no confíe en los extraños-bufó ella, sonaba un poco molesta y confundida-así que, ¿por que debería creer en ti?
-No te voy a dañar, rojita-respondió el chico sin más-así que no me tengas miedo.
Él sonrió brevemente, pero le reflejó confianza y seguridad a Helena. Dio la vuelta una calle antes de llegar al hospital, entrando a un viejo edificio en remodelación. Habían perdido a los sujetos que los seguían, así que todo estaba más tranquilo.
-Ufff, se fueron hasta la siguiente calle.-dijo Helena con un dejo de alivo en su voz-Gracias, extraño. ¿Me dirás de dónde nos conocemos?
-Si te lo digo, Helena,-supiró él, colocando su mano en el hombro de ella-tendría que asesinarte.
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THE DIAMONDS' GARDEN
RomanceHelena Clark es una joven estudiante de diecisiete años que ha tenido más trabajos de medio tiempo que novios en toda su vida. Siempre ha luchado por ayudar a sus jóvenes padres, y junto a sus hermanos menores, Noah, Avery y Simon, han salido adelan...