C6: Nanái

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Me gusta cómo dices que me quieres, cuando dices que me quieres y yo todas las noches te lo diré.

R.

Subí al cielo, hablé con las estrellas, pisé la luna y divisé el sol al otro extremo de la vía láctea. Eso sentí cuando mis labios encajaron con los de la Maca.

Desde que había conversado con mi mamá sobre mis posibles sentimientos por mi mejor amiga, lo único que hacía todos los días era pensar en eso, cuestionarme lo que estaba sintiendo, si era real, si era verdadero o solo unas tontas confusiones que tenían de culpable a las hormonas de la pubertad.

Estaba pensando en eso cuando la Maca llegó. Su sola presencia me confundió aún más. Pero yo tenía algo claro: no quería perder su amistad. Sin embargo no dejaba de sentir esas ganas de besarla y eran tan intensas que no me permitían pensar en nada más que eso al tenerla ahí al frente. Mi mente estaba segura que besándola, podía aclararme. Así que lo hice.

Sentí su timidez al momento que capturé sus labios. El cosquilleo que me recorrió desde mi boca hasta mi pies no lo puedo explicar. Es como eso que te da en la guata cuando consigues algo que deseaste por mucho tiempo. No sabía cuánto añoraba besarla, hasta que lo hice.

Su manito heladita entre mi mano. Su mejilla suavecita que se movía levemente cuando mis labios soltaban los suyos para luego volver a capturarlos. Su nariz, que rozaba con la mía. Sus ojitos brillosos que pude ver a los segundos después de separarme de ella... Era hermosa.

Luego de besarla, sentí que algo dentro de mí cambió. Supe que algo había encajado, que dos piezas que antes estaban sueltas y perdidas, ahora se habían encontrado y estaban juntas.

Pero no quería perder su amistad.

Nos preguntamos la una a la otra si estábamos bien. Me sentía nerviosa, no incómoda, pero si nerviosa. Y solo había una forma de calmar eso. Así que la abracé, la abracé y le dije que la quería, a lo que ella me respondió que también lo hacía.

No sabía bien que estaba sintiendo, no lo entendía. Yo no quería perderla, no quería dejar de ser su amiga, no quería arruinar nuestra amistad.

- Perdón, Maca. - Le dije luego, porque me bajó la culpa.

- ¿Por qué?

- Por lo que hice. No está bien, si nosotras somos amigas y a ti te gustan las mujeres, mi intención no es confundirte, arruinar esto, o sea...

Me interrumpió tomándome la mano. Al sentir su piel sobre la mía, me callé.

- No arruinas nada, Rubí. Yo sé que somos amigas y lo seremos por siempre, ¿ya?

Me miró. La miré. Tragué saliva y asentí. Me sentí una cobarde en ese momento, pero no supe por qué. Más tarde lo descubriría.

- ¿Esto no confunde nada entre nosotras? - Pregunté asustada.

- Si nosotras no nos confundimos, entonces no. - Me dijo. Una respuesta muy sensata.

Era verdad, si nosotras no nos confundíamos, entonces no pasaba nada.

Éramos tan inocentes. Unas pre adolescentes que se estaban descubriendo y que empezaban a sentir cosas que jamás habían sentido. Éramos inocentes y unas niñas con mucho miedo de perder la única relación de amistad que teníamos en ese momento, a esa edad, donde tener un amigo cómo lo éramos nosotras, a tu lado, era una fortuna tremenda.

- ¿Entremos? - Me preguntó luego.

Asentí sin más. Ya habían sido demasiadas sensaciones en ese patio.

Si tú supieras || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora