C3: Te quiero

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Tengo miles de emociones, sin explicaciones, desde que a mi lado estás.

M.

Mi primera escapada al ciber para hablar con la Rubí, fue exitosa. Lástima que no tuve la misma suerte con la siguiente. Un día, mi papá entró a mi pieza y, como andaba sin polerón, me pilló el rayón que la Rubí me había hecho en el brazo. El plumón era muy permanente, porque me había hasta pasado un paño por el brazo y aún así no salió.

Ese día, mi papá me retó, demasiado para mi percepción. Recuerdo que me gritaba cosas que prefiero no escribir, era como si lo hubiese decepcionado solo por el hecho de tener el brazo rayado con un plumón rojo.

Me puse a llorar entre su griterío, me asusté, pero por suerte mi tía justo llegó y le paró los carros.

Ese fue el último día que ví a mi papá, mi tía nos decía que andaba trabajando siempre que le preguntaba, pero se rascaba la ceja, así que yo sabía que era mentira.

- Mi papá no va a volver, ¿cierto? - Le pregunté un día mientras la ayudaba a lavar la loza.

Mi tía negó con la cabeza y la ví llorar un poquito, pero intentó disimularlo.

- Pero no se preocupe mi niña, que aquí no le va a faltar nada nunca, ¿ya? - Me dijo dándome un besito en la frente.

Como ella no era tan estricta, le conté que quería ir al ciber los viernes para hablar con la Rubí, ella obviamente me dió permiso y hasta me pasaba plata para pagarlo, así yo no gastaba de mi mesada que me daba mi papá, la cual después que se fue, no la volví a recibir.

Mi tía se preocupó de mí y de la Jose siempre, nos compraba ropa y nos cuidaba. Era como nuestra nueva mamá. Y mi tío, que trabajaba lejos y venía de vez en cuando, igual nos trataba así. Mis tíos no tenían hijos, así que nosotras éramos como sus hijas y ellos pasaron a ser nuestras figuras paternas. Mi papá jamás volvió y nunca super nada de él. Al principio preguntaba mucho por él, pero después me terminó dando igual, porque entendí que nos abandonó y eso no se lo iba a perdonar jamás. Ni siquiera para mí cumpleaños apareció, ni para el de la Jose. Así que decidí que él no existiría más para mí.

El primero de noviembre cuando fuimos a ver a mi mamita, le conté que mi papá ya no era más mi papá porque se había ido por su decisión, pero le pedí que ella no tuviera pena, porque con la Jose estábamos bien con mis tíos.

- Tía, iré al mirador un ratito. - Le dije cuando terminé de hablar con mi mamá.

- ¿Puedo acompañarte? - Me preguntó la Jose.

- No, enana, es que es peligrosa la subida, además que yo voy allá para estar solita un rato po'. - Le expliqué.

- Mentirosa, si vái a juntarte con la Rubí.

- No siempre aparece.

- Ya, anda no más, pero vuelve luego, no quiero subir a buscarte. - Me dijo mi tía.

Le asentí y caminé con calma hasta el cerro. Yo siempre sentí que desde que mi mamá murió tuve que crecer más rápido, porque tenía que cuidar a la Jose, teníamos mi tía, pero cuando ella estaba ocupada, yo tenía que cuidarla. Mi papá nunca se hizo cargo de nosotras, solo nos pasaba plata, hasta que después se fue definitivamente. Era muy niña para entender que no merecía que le dijéramos “papá”.

Cuando llegué arriba, me di cuenta que ya no había nada marcado en el letrero y me dio pena, pensé en que quizás la Rubí no vendría porque estaba enojada. Yo sabía que estaba enojada aunque me lo negara. Por suerte, ese día antes de salir, saqué un plumón rojo que tenía mi tía, quizás inconscientemente sabía que ahora iba a ser yo la que tuviera que marcarlo. Y cuando lo hice, me preparé mentalmente para estar sola en el mirador, pero cuando finalmente llegué, la ví: su pelito castaño al viento, jeans, zapatillas blancas y polera sin mangas.

Si tú supieras || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora