C13: Miradas

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Dime que piensas solamente en mí, frente a frente, dímelo [...] Yo lo veo en tu mirar, deja el corazón hablar.

M.

Lo primero que debo aclarar en esta parte de la historia es que mi papá no me volvió a molestar. Era consciente de que la Jose lo seguía viendo, pero yo por suerte no me lo crucé nunca, lo que era un alivio. Un problema menos.

Sin embargo, de todas formas mi vida se tornó extraña, más bien cuarto medio estaba siendo extraño. Estaban pasando más cosas que en todos mis otros tres años de liceo. Le echaba la culpa a la aparición de la Jaci y también a la creación de esa cuenta de confesiones del liceo. No sabía que tanta gente me conocía, hasta que empecé a leer lo que confesaban.

Siempre creí que era de las personas que pasaban piola entre tanta gente, pero tener de amigos a la Coté, el Miguel y a la Rubí, que literalmente eran como la farándula del liceo, supongo que impidió que fuera una más de ahí.

Estaba en mi casa escuchando música después de haber terminado de  estudiar cuando la Jacinta me envió un link de Facebook junto con una caritas riendo, a WhatsApp. Cuando leí la confesión yo también me reí, le di “me gusta” sólo por eso. Me parecía gracioso que la gente inventara cosas.

Nunca había pasado nada entre la Jacinta y yo. Ella se me había declarado como a los dos meses que empezaron las clases, pero yo le dejé en claro que, a pesar de que me gustaría corresponderle, no lo hacía. Ella fue super respetuosa con eso y desde ahí que quedamos como amigas. La pasaba bien con ella, era muy inteligente y culta, sabía de muchos temas, cualquier cosa que le preguntara, la respondía. Además, teníamos hartas cosas en común, escuchábamos la misma música, nos gustaban los mismos libros y ambas éramos super ñoñas.

Uno de los días que dejé a los chiquillos para caminar con ella por el liceo, me preguntó si acaso me gustaba la Rubí. Obviamente me sorprendí por su pregunta. Me dió miedo que en mi afán por ocultar mis sentimientos frente a los demás, en verdad estuviera siendo muy evidente.

- ¿Por qué me preguntái eso? - Cuestioné después de contestarle que no.

- Por cómo la miras... O por cómo se miran en verdad, se nota que algo hay ahí.

- No, Jaci, ná que ver. Con la Rubí somos amigas no más, mejores amigas de hecho.

- Sí, si eso ya me lo contaste, pero que sean amigas no quita el hecho que pueden gustarse po'. - Argumentó. - Cómo yo, soy tu amiga, pero me encantaría ser algo más que eso.

Me incomodé un poco con su último comentario. Sin embargo lo que se me quedó dando vueltas ese día fue que dijo que ambas nos mirábamos de una forma que hacía pensar que había algo más entre nosotras. Ambas, no solo yo.

Y ese día que salió esa confesión que supuestamente había pasado algo entre la Jacinta y yo, empezaron a salir más, que confirmaban que lo que ella me había dicho sobre la Rubí y yo, no era sólo una percepción de ella, había más gente que lo notaba. Mucha gente comentaba sobre nuestras miradas e interacciones, al parecer todos sabían que entre mi mejor amiga y yo pasaba algo, menos ella y yo.

Igual me dieron risa las confesiones que siguieron, aunque no me gustaba que denigraran a la Jacinta o a la Rubí. Armaron un duelo ficticio entre ellas dos, como si fuera verdad todo lo que decían, como si de verdad yo debiera elegir entre ambas, cuando si fuera así, ni siquiera habría necesidad de un “duelo”, porque yo la elegiría a ella, siempre.

Habían pasado alrededor de cinco meses desde que le había confesado a la Rubí lo que sentía por ella. Traté de frenarlo, de disminuirlo, de taparlo, pero era imposible. Sin embargo, día a día me encargaba de luchar contra todo el amor que sentía, y ocultarlo, o al menos disimularlo. Aunque al parecer no me estaba resultando, porque todo el liceo hablaba de la forma en que la miraba, o más bien, que nos mirábamos. Quise apagar todo indicio de esperanza al leer lo que confesaban, pero no pude.

Si tú supieras || RubirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora