Capitulo 7

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–¡Rubius! ¿Estás bien?

–¿Estás despierto?

–A ver, ¿cuántos dedos ves?

Rubén escuchaba voces muy lejanas y distorsionadas. La cabeza le daba vueltas, era todo muy confuso y no podía reconocer cada voz que escuchaba. Se sentía pesado, ¿estaría muerto?

–¿Te duele algo?

–Claro que le duele, imbécil. Le dieron con una flecha.

Rubén rió instintivamente, al menos ahora sabía que no estaba muerto. Abrió los ojos poco a poco, aunque le resultó difícil acostumbrarse a la luz. Un par de parpadeos más tarde, logró distinguir las caras de todos sus amigos alrededor de él. Él estaba recostado en una camilla, aún con su ropa puesta (aunque algo sucia), en un cuarto totalmente blanco. ¿De verdad no estaba muerto?

–Rubén, has despertado al fin– dijo Merlon, mientras entraba a la sala –Tus amigos te han traído de vuelta al pueblo, al parecer sufriste un peligroso ataque, fuiste herido y te desmayaste al instante.

Rubius asintió levemente ante las palabras de Merlon. Estaba en la clínica de Karmaland. Aún no terminaba de unir todas las piezas de su rompecabezas, ¿se había desmayado? Bajó la vista hasta su brazo derecho, y efectivamente, estaba herido. Y ahora que pensaba en ello, sí que dolía.

–Todos hemos estado muy preocupados por tí– mencionó Merlon –Pero nos alegramos de tenerte de vuelta, y esperamos que te recuperes pronto. Descansa por ahora, valiente guerrero.

Merlon salió nuevamente de la sala, dejando a Rubén y a sus amigos solos nuevamente. Todos se abalanzaron contra Rubén al instante, alegres de tener a su amigo de vueltas sano y salvo.

–Pensamos que habías muerto, tío. Te encontramos tirado y pálido en el suelo– dijo Alexby, soltando una risa nerviosa.

–Hubieras visto a Luzu, estaba que lloraba cuando te vió– dijo Willy, haciéndole burla a Luzu.

–¿Y por una flecha te has desmayado? Qué guerrero tan maricón– rió Auron, mientras veía las vendas en el brazo de Rubén. Rubén frunció el ceño, fingiendo estar molesto, para luego echarse a reír junto a sus compañeros.

–Qué susto nos has dado, eh Rabis– suspiró Luzu, ahora ya más calmado al ver a su compañero reír –Bueno, te dejamos descansar entonces, ¿vale?

Rubén asintió con una sonrisa de lado, aceptando la ayuda de sus amigos y agradeciendo sus buenos deseos, mientras todos salían de la sala. Le hizo señas a Mangel para que se quedara con él, a lo cual el pelinegro obedeció, sentándose nuevamente al lado de la camilla en la que el rubio se encontraba.

–¿Qué ha pasado tío?– preguntó Mangel, preocupado.

–Mangel, he visto algo...– dijo Rubén, intentando poner en orden las imágenes en su cabeza –He visto a alguien, creo.

–Pues al arquero, ¿no? ¿El que te ha atacado?– intentó ayudar Mangel, frunciendo el ceño, Rubén negó con la cabeza.

–No... olvídalo, es imposible. Ya me estoy volviendo loco, estoy viendo cosas que no son– Rubén volteó los ojos, y Mangel decidió ya no hablar sobre el tema, Rubén necesitaba descansar después de un encuentro tan tenso.

Se despidió de Rubén, no sin antes asegurarse de arroparlo bien, y dejarle agua y comida cerca por si llegaba a necesitarla. Rubén pensó que estaba siendo algo exagerado, sin embargo lo dejó cuidar de él, y descansó sin reprochar más. Y por primera vez en días, Rubén no soñó con nada.

Algunas horas después, Rubius se encontraba descansado y listo para regresar a su casa. Mangel insistió en escoltarlo hasta su hogar, a lo que Rubén no se opuso. Al salir del cuarto en el que se encontraba en observación, Rubius y Mangel se encontraron con el resto del equipo, y con Merlon, que los esperaban fuera.

Ambos se acercaron, claramente confusos, parecía que Merlon intentaba decirles algo.

–Guerreros de Karmaland– llamó a los ocho compañeros presentes –Tengo noticias para ustedes. Creo que es el momento más oportuno para presentarles a una nueva persona, que se unirá a su equipo en futuras batallas. Su nombre es Vegetta, y viene del pueblo vecino.

De pronto entró a la clínica un muchacho alto, musculoso, de cabello negro peinado hacia arriba y vestimenta bastante llamativa como para ser un guerrero. Y cuando Rubén notó también los ojos morados que poseía el nuevo miembro del equipo, sintió que se desmayaría nuevamente.

Todos quedaron mudos al ver al nuevo integrante. Esos ojos eran inconfundibles, ya todos en Karmaland los conocían y hablaban de ellos. Se miraron entre sí, con los ojos abiertos como platos y sin saber qué decir.

–¡Ohtia Rubiuh!– gritó Mangel luego de unos minutos mientras señalaba al oji-morado, haciendo que la cara del rubio se convirtiera en un tomate.

¿Cómo era esto posible?




En mis sueños (Rubegetta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora