2.El último entrenamiento

28 9 1
                                    

Mi madre me despertó sobre las 8, me preparó ropa, algo inusual, ya que normalmente vestia ropa simple y que me fuera útil para los entrenamientos. Me envió a la ducha, algo extraño en ella, no solia preocuparse por nada relacionado conmigo, si no se trataba de mi rendimiento como soldado. En cuanto salí vestida me obligó a sentarme en el tocador, seco mi largo cabello rubio ondulado procurando que quedara perfecto y me maquilló un poco, según ella "como una chica de mi edad", al terminar me llevó al salón de música, me senté junto al piano mientras ella paseaba frente a mí.

-¿Recuerdas nuestras clases privadas? - preguntó mi madre, lo hacía. Desde que tenía 15 años había apartado algunas horas de mí, ya de por sí, apretado horario para enseñarme lo que según decía ella eran: las armas de las mujeres, el arte de la seducción y de la manipulación. Asentí-. Esta semana serán nuestras últimas clases prácticas, y tu última prueba.- la puerta sonó, ella fue a abrirla, dando paso a mi abuela, esta nos miró a ambas con su habitual expresión sería y severa.

-Vamos a ver si tu madre te ha enseñado bien, te puedo asegurar que la última prueba es muy difícil, el ser humano es impredecible, mi nieto aprendió muy bien de su padre- fruncí el ceño, dudaba que él tuviera "armas de mujer" - los hombres tienen sus propias armas, créeme es más difícil para ellos, las mujeres no somos tan visuales y tendemos a desconfiar más de los desconocidos - hice un gesto demostrando mi confusión, mi abuela fue clara al fin- cuando estés en misiones no solo deberás ser alguien de confianza, como un amigo, para tus objetivos, en ocasiones tendrás que ser algo más profundo, hay personas que solo confían en sus parejas, por lo que deberás enamorarlos, entrar en sus corazones sin que ellos entren en el tuyo, a veces solo así conseguirás sus debilidades. Y eso es lo que vamos a probar durante esta semana - me miró de arriba abajo- imagino que eso es lo que llevan los jóvenes ahora- me mire a mí misma, llevaba un pantalón tejano de tiro alto que marcaba mis piernas y cintura, con unas sandalias y un crop top, mi cabello rubio ondulado estaba suelto, y mi maquillaje era mínimo -por suerte eres físicamente agraciada y has heredado mis ojos- comentó con algo de orgullo, tenía razón, toda mi familia compartía el tono chocolate en los ojos, con alguna variante más clara, pero mi abuela y yo éramos las únicas con el color gris nube, algo que era físicamente llamativo.

-Vamos. - dijo mi madre.

Fuimos al aparcamiento donde había varios coches, por suerte el terreno de la casa era enorme, el lugar era una enorme mansión, llena de habitaciones interminables. Subimos a una de las furgonetas negras, mi madre condujo en silencio hasta el centro de la ciudad, miraba alrededor buscando algo hasta que finalmente aparcó y se giró a mirarme.

-Iremos a una cafetería, nos sentaremos, y tú vendrás 5 minutos después y te sentarás sola, tienes unas 2 horas como máximo para conseguir el número de alguien, no contará si esa persona se acerca a ti primero, ni robarle el móvil y llamarte, tiene que dártelo siendo consciente de que lo hace - asentí nerviosa. ¿Conseguir el número de alguien? En el instituto no fui capaz de hacer amigos, aunque hacía dos años de eso, y durante mis clases privadas había aprendido algo de psicología y maneras de relacionarse.

Salieron del coche y miré el reloj. 5 minutos después salí y fui en la misma dirección, barrio el lugar con los ojos de forma casual, buscandolas, las vi sentadas en una terraza hablando animadamente entre ellas, era una imagen algo extraña, en casa jamás las verías tan cariñosas y amistosas, eran las reinas del hielo. Entre a la cafetería y me senté dentro, pero asegurándome de estar en su rango de visión, pocos minutos después de sentarme apareció el camarero.

-Buenos días, ¿Qué desea? - era un chico joven, guapo.

-Un café con leche y un donut.- le dediqué una suave sonrisa. Él no contaría, era el camarero, se había acercado a mí y tampoco podía tener una conversación con él durante su trabajo, así que lo descarté.

Latidos en ConflictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora