Epílogo: Primera parte

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Todo comenzó en una cálida tarde cuando en la biblioteca ella se sentó frente a mi. Una simple pero fuerte acción que puso mi mundo de cabeza.

Alta, delgada, de cabello rubio y ojos verdes, la chica de repente apareció en mi campo de visión poniendo un puñado de libros sobre la mesa con tanta fuerza que tuve que detener la lectura en la que tanto me había concentrado para entender lo que sucedía a mi alrededor.

Me asustó mucho tengo que admitir.
Tanto que tuve que llevarme una mano al pecho para saber si todavía mi corazón estaba latiendo.
Por suerte fue así aunque ahora lo hacía de una forma bastante desbocada, lo que me recordó una vez más el mal hábito que tengo de concentrarme en exceso cuando me dedico a leer y olvidarme de todo lo demás.

—¡Lo siento! ¿Estás bien? —Preguntó la desconocida cuando notó mi pesar—. No fue mi intención asustarte, pero necesitaba descansar. Estos libros están bastante pesados.

El que esta desconocida me hablara de repente con tanta familiaridad fue tan extraño como sorpresivo.
En primer lugar porque era la primera vez que alguien me dirigía la palabra en mi horario de lectura, y en segundo lugar, porque la joven desconocida de hecho parecía trabajar como ayudante en esa misma biblioteca.

Una situación verdaderamente inusual al menos para mí.

Jamás había visto a esa chica por el lugar por lo que empecé a sentir cierta desconfianza.
No importaba que pareciera bastante inofensiva, el solo hecho de que sentara frente a mi como si me conociera desde siempre y me hablara tan directamente me produjo cierta incomodidad.
Así que después de recuperarme de la impresión y confirmar que mi vida no corría peligro, quise hacérselo saber.
Después de todo, el punto de buscar el lugar más apartado de la biblioteca era para evitar todo el contacto con las personas, pero gracias a  un breve instante de meditación decidí no hacerlo.
Quizás fue porque noté que la chica se veía sinceramente arrepentida de haberme asustado, o tal vez porque esa sonrisa de disculpa que adornaba sus facciones me pareció extrañamente adorable.

No sabría decirlo a ciencia cierta pero me detuvo.

Ví que ella parecía bastante joven, quizás de mi edad. Intuí que quizás estaba iniciando en su trabajo por lo que estaba nerviosa así que no la culpé por ello.
Tan sólo la miré fijamente y asentí con la cabeza dándole la razón a su comentario, pues de hecho al mirar de reojo confirmé que los libros en realidad parecían ser bastante pesados como para que los cargara sola.

—Estoy bien. No te preocupes.

De inmediato noté en ella su alivio.
De seguro no esperaba que yo le respondiera amablemente lo cual es bastante entendible.
Se me ha hecho saber que todo en mi persona parece decir "mantenga su distancia si no quiere salir herido".

Por supuesto eso no son sólo más que conjeturas de los extraños.
No soy tan mala como todos creen, aunque debería admitir que mi actitud antisocial no ayuda mucho a aclarar ese punto.

—Bien.
Gracias por dejarme descansar en tu mesa.—Me dijo con otra nueva sonrisa. Pero esta era diferente, más amistosa y alegre. Definitivamente había decidido que podía confiar en mí—. Ahora tengo que terminar de guardar esto en su lugar o mi jefa me arrancará las orejas... —Una risa acompañó a su comentario—... así que te dejo de vuelta con tu lectura. Una vez más discúlpame, en serio no quise sorprenderte de ese modo.

Asentí por segunda vez sintiéndome bastante confundida.
Fue extraño. De repente una rara sensación se instaló dentro de mi pecho y me hizo aumentar el ritmo cardíaco a niveles peligrosos.

Intenté volver a mí lectura pero fue en vano. Estuve leyendo el mismo párrafo una y otra vez sin ser capaz de entender ninguna palabra.
No podía dejar de mirar de reojo como la chica hacía estiramientos con sus brazos y tomaba de vuelta esos libros pesados entre sus manos buscando llevarlos quien sabe a cual de todos los estantes.

La razón eres tú ♥️ [ Citrus ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora