Un ángel al inicio de su misión

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Alguna vez fue humana. De eso estaba completamente segura.
Nadie se lo había dicho. No se lo confirmaron ni negaron cuando le preguntó a la nada apenas despertó, pero ella lo percibía; lo sentía con certeza en su corazón.
Pero, ¿Qué hacía allí? ¿Quién era?

Sus recuerdos mortales no estaban presentes. Habían sido borrados.
De alguna forma podía ver una sonrisa triste y un destello de cabellos negros ondeando al viento si cerraba sus ojos, pero ése fragmento de recuerdo, ( si es que eso era ) no le explicaba nada, ni tampoco le hacía sentir nada, porque ella no tenía emociones. Eso también se lo habían quitado.

Así de esa forma; vacía y confundida había despertado en la nada hace tan solo unos días. Estaba sola en un gran espacio blanco, sin forma y sin edificaciones alrededor más que solo el duro suelo bajo sus pies. Solo existía una luz brillante alrededor que caía desde arriba, arrancando destellos en su cabello rubio repleto de rizos y sobre su piel blanca.

Ella no entendía que sucedía. Estaba confundida, y en su pecho una presión invisible le hacía difícil respirar.
Se incorporó despacio a como pudo, mirándose las manos y los pies. Estaba desnuda, pero no sentía vergüenza, ni frío ni calor. ¿Dónde estaba?

Al moverse se percató del peso en su espalda. Dos enormes alas se desplegaron de pronto. Eran hermosas e imponentes. Ella estaba un poco sorprendida, sobre todo por la familiaridad con que las sentía, como si siempre hubieran sido parte de ella y no algo de tan solo hace unos segundos, en su cabeza se formó la orden, y lentamente la hicieron elevarse unos centímetros del suelo y luego descender.

Entonces escuchó la voz, provenía desde arriba o quizás desde de su cabeza, no lo sabía, pero le prestó toda su atención.

La voz le explicó su misión junto con las reglas que debía acatar.
No podía interferir a menos que la situación lo requiriera, y para eso tenía sus ilimitados poderes. Pero algo estaba muy claro, ella no podía tocarla, no podía dejarse ver ni alterar el libre albedrío. Su misión consistía solamente en vigilar, hasta que la vida de la persona terminara, entonces ahí finalizaría todo para ella también.

Ella murmuró un sí en voz baja aceptando sin cuestionarse nada, para eso había nacido y no necesitaba saber más.
De inmediato una túnica blanca cubrió por completo su desnudez, y sus alas se batieron con fuerza hasta hacerla elevarse a lo más alto.

No entendía cómo, pero ya sabía dónde ir.
De una forma rápida se encontró en el mundo mortal, rodeada de personas la mayoría en batas blancas que andaban de un lado para otro.
Estaba en un hospital, en alguna ciudad de algún país. La ubicación no le importaba.

Nadie le prestó atención a ella cuando se encaminó por el pasillo hacia su destino. No podían verla ni percibirla, era invisible ante sus ojos.
Sus pies descalzos la guiaron al cuarto donde debía estar.
Estaba oscuro pero ella podía ver con claridad al grupo de recién nacidos acostados en sus incubadoras.

Su instinto la guío al bebé en la esquina derecha. Se acercó con cautela, asomándose solo un poco.
Los ojos verdes se posaron sobre la bebé que dormía profundamente boca arriba.

El ángel se acercó más, guiada por alguna fuerza misteriosa. Algo le decía que estaba bien si la tocaba en este momento sin resultar en alguna consecuencia.
Puso la palma de su mano sobre el fino cabello negro de la bebé y parpadeó varias veces, absorta por lo que veía.

Cada momento en la vida futura de la pequeña pasó por su mente como una ráfaga.
Cada risa, cada llanto, cada problema que la niña tendría mientras crecía quedó grabado en su memoria como si de una guía se tratara.
Ella lo sabía todo, sabía lo que pasaría, incluso cuando moriría y cuál sería la causa. Sabía en qué momento debería interferir y en cuáles no. Toda la vida de esa pequeña ya estaba escrita en el libro de la vida y nada podría cambiarlo.

El ángel no debía cuestionarse, éso lo sabía con exactitud. ¿Pero qué había sido todo eso? ¿Cuál era el punto de su misión? ¿De verdad era ella un ángel guardián? ¿En serio tendría que presenciar paso a paso la enorme tristeza que le deparaba a la pequeña sin hacer nada?

Aunque el momento de duda fue tan solo un segundo, ahora el ángel de cabello rubio y ojos verdes no puede dejar de hacerse esas preguntas.

Una semana después, mientras observa a la pequeña a quién nombraron Mei, mirarla fijamente con sus pequeños ojos llenos de curiosidad, una pregunta más viene a su cabeza: ¿Será capaz de completar su misión?

La razón eres tú ♥️ [ Citrus ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora