-Tu hermana piensa que es mi novia y para "probarlo" tuvo que "besarme".-Explicó.
-¿En serio? Kim, ¿jugamos a ser novios? -preguntó Jas y sonrió con su sonrisa matadora.
-No. -le sonreí igual.
-Hey, Jas, después de todo no me contaste qué sucedió con Hillary el día de la cita.. -comenzó Dyl, mirándome directamente, dándome a entender que querían hablar a solas sobre cosas de machos pechos peludos. Revoleé los ojos y me levanté del suelo, en el cual me había sentado hace apenas unos segundos. Dyl me tiró un beso en agradecimiento y entré por la puerta corrediza, de vuelta a la cocina.
-Y, Kim.. Entre mujer a mujer, ¿aún ninguno de esos chicos te gusta? –y ya empieza.
-No tía, no. –reí mientras mojaba una galleta salada en la salsa de queso.
-¿Cómo es que no? Yo a tu edad era muy enamoradiza. -comentó riendo a lo que se sentaba frente a mí, limpiándose las manos en su delantal. Meredith entró a la cocina, en busca de algo de comer. Siempre escuchaba nuestras conversaciones, y a veces hasta participaba en ellas.
-De eso no hay duda, eres y eras muy hermosa. Pero, no lo sé, ni ellos, ni nadie me parece lo suficientemente lindo para decir que me gusta. -me encogí de hombros.
-¿No será que eres lesb..
-Estoy segura de que no, quédate tranquila.
-De todas formas, son muy buenos amigos y tienen una relación hermosa contigo. No deberían perderlo jamás. –y en eso sí que estaba de acuerdo. Mer se sentó junto a su madre.
-No tienes idea de cuánto me gustaría ser tú, Kim. Esos chicos tan lindos, excepto mi hermano, están a tus pies.-Mer suspiró.
-¿Te gustan esas cosas que están ahí afuera? -reí al preguntárselo, no imagino a Mer besando a Dylan.
-Pues sí, es que son hermosos. ¿Viste el lunar de Jack? ¡Por dios!
-Wow Mer, bájale a tus hormonas, es mío.
-No te preocupes, sé que no son nada. Idiota. –me retó en broma. De vez en cuando ella me entiende. Sólo cuando no es una estúpida rubia hueca.
-Muchas cosas de chicas por hoy, voy a ver si los chicos no murieron. -abrí la puerta trasera y no estaban.
Caminé un poco más y estaban sentados en el césped, riéndose.
-No saben qué deliciosa estaba la salsa. -hice una mueca y ellos me miraron mal.
-Si no estuviera tan cómodo, te golpearía. –dijo Dyl, mientras me sentaba a su lado, a próposito.
-Hace un poco de frío aquí, ¿no creen?
-Cállate o te golpeo en serio. -asentí sumisa, intentando ocultar mi sonrisa.
-Bien, me callo. ¿De qué hablaban?
-Jugamos verdad o consecuencia. -contestaron Dyl y Jack.
-Eso suena interesante. –elevé una ceja.
-Ahora que lo pienso, ha pasado un largo tiempo desde que tú no juegas con nosotros. –dijo Jas.
-Sí, porque cuando lo hago sólo me hacen sufrir. –los tres rieron. –Sólo los veré jugar a ustedes, eso es más divertido.
-No lo es, tonta. Pero está bien. Dyl, tu turno, ¿verdad o consecuencia?
Y así estuvimos hasta la medianoche, entre verdades y retos. Fue la primera de muchas con el niño nuevo, fue una pena que Chris no estuviera.
-Ya es muy tarde, chicos. Creo que es hora de irme. –anunció Jack, bostezando. Y nos contagió el bostezo a todos.
-Opino lo mismo. –dijo Dyl.- Kim, ¿vamos? –me ofreció su mano para ayudarme a levantarme.
-Vamos. –la tomé y me impulsé hacia arriba.
Siempre que tomamos caminos a nuestras casas, Dyl y yo vamos juntos, ya que vivimos casi que pegados, en la misma zona del barrio.
Subimos a buscar nuestros skates, y nos despedimos de la madre de Jas para así salir directo a nuestros hogares.
Dyl me besó en la mejilla cuando me dejó en la mía y entré. Me arrepentí al instante.
Papá y mamá estaban casi que devorándose en el sofá. Siempre lo hacían, pero eso no quitaba el hecho de que me asqueara, no era nada lindo para nadie.
Y apenas cerré la puerta, fuertemente, se separaron. Fingiendo ser inocentes de cualquier acto mal visto para su hija de catorce años.
-Oh, cariño, ¿cómo te ha ido? –me saludó mi madre.- ¿Ya cenaste?
-Sí, en donde Jas con los chicos. –contesté mientras subía la escalera a mi cuarto.
Dejé el skate en algún lado de mi habitación y me tiré en la cama, fue casi que un buen día.
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Give You Heart a Break.
AléatoireSolíamos ser cuatro. Tres niños, y luego estaba yo, la niña. Éramos como una familia y yo era la hija única, la mimada, por la que todos peleaban. Pero todo tiene un final, dicen. Y tuvo que llegar él. Más hasta el día de hoy me sigo preguntando, ¿h...