Miércoles 7/4/2021
Marbella - 11:00 p.m.
La playa estaba vacía a las once. Todo el mundo se encontraba ya en sus respectivas casas o cenando en los diversos bares y restaurantes que había en el paseo marítimo. El ruido lejano de los bares se mezclaba con el sonido de las olas. El sol se ocultó hace ya mucho y era agradable pasear descalza por la orilla.
Había llegado a la ciudad hace un par de días y aún no había conseguido un lugar donde quedarme a dormir, así que me pasaba el día y la noche deambulando por las calles con una bolsa colgada en un brazo.
La mujer que iba a alquilarme su casa me avisó en el último momento de que no podía hacerlo tras descubrir que era extranjera. O quizás fue porque le impactó mi pelo rosa. Quien sabe.
―¿Esperando a alguien?―escuché la voz de alguien a mi lado, que me sacó de mi ensimismamiento.
Me gire para verle. Era un chico de mi edad, moreno, con unas cortas rastas rubias y con unos ojos azules de la misma intensidad que el océano. Acababa de salir del agua y estaba parado en la orilla con los brazos cruzados. La luz de la luna hacía que sus piercings relucieran en la oscuridad de la noche como si de una estrella más se tratasen.
―Nah, solo estaba dando un paseo―le contesté, mientras apartaba la mirada de él algo avergonzada por mirarlo tanto.
―¿Qué te trae por aquí tan tarde? Son las once de la noche, el sol se fue hace bastante rato.
―Lo mismo podría decir yo de tí―le respondí y él sonrió levemente antes de coger su toalla.
―Me gusta venir a relajarme a la playa. Me aclara las ideas―dijo pasándose la toalla por el pelo para después mirarme.
―La verdad es que llegué a la ciudad hace un par de días y... No tengo ningún sitio donde quedarme―dije poniéndome la bolsa bien en el hombro.
―¿No tenías planeado alquilar ningún piso?―preguntó soltando la toalla sobre su mochila.
―Que tenga el pelo rosa no significa que sea estúpida―bromeé y él rió ante mi comentario. Su risa era embriagadora y no pude evitar mirarlo de nuevo―. La mujer que me iba a alquilar el piso se negó a darme las llaves cuando supo que era extranjera y me vió en persona.
―Que putada―comentó mirándome.
―Pues sí. Además esta mañana casi me detienen por culpa de un tío. Digamos que no me han tratado muy bien en la ciudad de momento―expliqué, y no es por hacerme la interesante. De verdad, casi me detienen.
En una tienda conocí a un chico que parecía majo. Al final no lo era. Así que tropecé dos veces con la misma piedra y confié en un chico idiota. No se me da bien elegir chicos con los que juntarme. El caso es que robamos un coche para huir rápidamente de una tienda de armas, de la cual él había robado una pistola. No es un buen comienzo que el primer día en una nueva ciudad la policía te baje de un vehículo robado y con un arma sin licencia. Conseguí librarme de la pequeña condena gracias a mi habilidad de poner excusas y hablar mucho cuando me pongo nerviosa.
―¿Casi te detienen? ¿Puedo preguntar por ello?―preguntó mirándome con curiosidad.
―Mejor no... Es una larga historia―mentí. No quería que su primera impresión de mí fuera que soy una ladrona. Cosa que no es cierto. Él fue quien robó el coche y la pistola. Mi época "rebelde" ya quedó atrás.
―Bueno... Soy John, por cierto. Un placer.
―Harper. Encantada―sonreí amablemente mientras me volvía a colocar bien la bolsa en el hombro. Hacerlo se había convertido en una especie de TOC estos días.
―Pues si no tienes donde quedarte a pasar la noche, puedes venir a mi casa un par de días. Hasta que encuentres un sitio mejor.
―¿En serio?―lo miré con los ojos abiertos y por un momento creí que me pondría a llorar.
―Claro, mi casa es pequeña pero, como vivo solo, tengo sitio de sobra para una persona más―aclaró mientras se ponía una camiseta negra de Guns and Roses y cogía una bolsa donde tenía sus cosas.
―Muchas gracias―sonreí de oreja a oreja y él me devolvió la sonrisa. Era la primera vez que alguien me sonreía con tanta sinceridad en mucho tiempo.
―No hay de qué. Sígueme. Dejé mi bici allí aparcada.
Fuí con él hacia la bicicleta y sonreí.
―No sabes cuanto te lo agradezco. Eres la única persona que se ha portado bien conmigo desde que he llegado a la ciudad―admití mientras subía con él a la bici.
―Pues me alegro entonces―dijo dedicándome una leve sonrisa.
En tan solo unos minutos estábamos en su casa. Era una casa de una sola planta con un pequeño patio delantero.
―No es gran cosa―dijo él mientras entrábamos al percatarse de que lo miraba todo con mi típica curiosidad.
―Es bonita―admití una vez estaba dentro.
Y era verdad. Era algo minimalista, pero tenía lo justo para que una persona viviera cómodamente. La cocina se situaba a la derecha mientras que el hall daba a un pequeño salón donde había una televisión y un sofá de cuero. Al final del pasillo se encontraba el dormitorio principal y una puerta que supuse que daba al baño.
―Si tú lo dices me lo creeré... ¿Quieres algo de ropa?―preguntó mientras dejaba la bolsa que llevaba sobre la mesa del salón y se pasaba una mano por el pelo.
―Vale―dije mirándolo con una pequeña sonrisa―. Con una sudadera tendré suficiente.
―Marchando una sudadera―comentó mientras iba a su dormitorio a por la ropa y una toalla―. Toma, por si quieres darte una ducha también.
―Gracias, ciclista―le agradecí de corazón bromeando un poco para después entrar en el baño para cambiarme.
Escuché una pequeña risa antes de cerrar la puerta, cosa que me arrancó una sonrisa. Negué con la cabeza y me miré en el espejo. Mi reflejo me sonreía por primera vez en mucho tiempo y mis ojos verdes brillaban bajo la tenue luz del baño.
Por fin lo que estaba roto parecía arreglarse.
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Harper Hayley.
Ficção AdolescenteA veces el destino te juega malas pasadas y el futuro puede dar un giro de ciento ochenta grados para continuar en dirección contraria a tus principios. Eso, al menos, es lo que me ocurre a mí. Solo vine a esta ciudad en busca de una nueva vida. Una...