capítulo 8, alfa tiene un vestido

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La misma noche, unos minutos luego de dejar en la sede de los caballeros al baladista, el joven cantinero poseía una sonrisa victoriosa que se escondía con delicadeza en sus labios, evitando que aquellos que no fueran muy observadores pudieran pillarla, no quería que chismes equivocados o por lo contrario, chismes apurados a su tiempo rondarán aquellas encantadores calles llenas de vida gracias a los vientos dulcemente tranquilos que las inundaban, junto a los murmullos y carcajadas de algunos ebrios que animados cantaban y reían en las tabernas del lugar, aunque no siendo tan bulliciosos como para interrumpir una caminata tranquila con la que se pudiera reflexionar sobre temas tan cotidianos como la forma en la que un encuentro espontáneo se había desarrollado y cuál debería ser el paso a seguir.

A paso tranquilo, permitiéndose el disfrutar de aquella noche pacífica que parecía maravillosa y endulzada ante el recuerdo de las dulces sonrisas que aquel baladista le obsequió como un tesoro que pocos se permitían dar el gusto de observar, sonrisas dadas apenas hace unas horas que se esfumaron para ser llevadas por el viento, como todo en aquella bella nación, deambuló sin rumbo alguno guiado por las brisas que daban un cosquilleo encantador en su rostro, removiendo dulcemente algunos cabellos de su lugar hasta llegar a las afueras de la ciudad, dudoso de su destino del futuro cercano, se removió inquieto en el lugar donde estaba parado, no sabía dónde ir, si dirigirse directamente a su hogar o permitirse algunas horas de paseo donde sus pensamientos fueran robados por las suaves caricias que el viento casi siempre le ha dado, remplazandolas con suaves arrullos tiernos que varias alegrías le han otorgado.

Suspiró indeciso sabiendo que debía tomar una decisión, por más simple que fuera había aprendido que debía ir con cuidado, que cada paso mal planeado podía derivar en horribles experiencias que no quería almacenar, parecía irónico que aquel firme guerrero de ambición ahora constante y bien sedimentada temiera a simplemente respirar en la ocasión equivocada y que eso arruinara lo que tanto le costó ganar, era inseguro y por eso tendía a extra meditar todo aquel plan que por su cabeza se atreviera a pasar, sus pies aún con un pulso inseguro caminaron sin rumbo, dejándose guiar de nuevo por el viento hacia el bosque, decidiendo  tomar una pequeña caminata para su mente relajar.

El sobre pensar lo angustiaba por lo que decidió pensar en frío, centrando de nuevo sus pensamientos solamente en la dulce sonrisa del baladista, de lejos, cuando estaba sentado en la mesa de juntas, debatiendo y escuchando durante las negociaciones poseía una sonrisa carismática falsa que por momentos se reemplazaba con una mueca de disgusto claro, imponiendo una presencia de horror, que incluso al viajero le hizo temer, por lo que poder gozar del lado más humano que poseía aquel pequeño omega lo hizo feliz, aunque fuera solo un minuto perdido entre miles de segundos que a todo ritmo avanzaban sin ceder ni una hora de descanso, rió tontamente recordando el parloteo egocéntrico del de cuerpo más pequeño, sintiendo así que eran buenos complementos, no gustaba de hablar pero si de escuchar, incluso de la menor banalidad de personas de interés, pues la misma le podía ceder grandes detalles que ventaja le daban para comprender a su acompañante, mientras que Scaramouche gustaba de tener toda la atención, de poder ser él quien guiará y mandará en la conversión, que fuera solo su voz la única que recibiera atención, atención que el alfa estaba más que dispuesto a darle, con sonrisas sinceras y miradas cálidas, confirmando que le seguía escuchando con suaves risillas antes las anécdotas graciosas y suaves asentamientos a las preguntas que el omega decidiera lanzar.

Y fue entonces, cuando repasaba atento toda la conversión que recordó el pequeño detalle de que tenía el deber de conseguir un nuevo vestido para el omega, suspirando suavemente, ahora nervioso, camino mucho más ansioso, con la dirección de su hogar fijada, debía de buscar una solución rápida, ese vestido debía de llegarle al baladista justo a tiempo para que pudiera arreglarse sin apuro, para bajar puntual a la fiesta como siempre gustaba de hacer.

Mordió su labio inferior, pensando en alguna solución, ¿Ir a hasta Inazuma era una opción?, No, según lo que comprendió del viajero no podía ir a Inazuma sin un permiso especial, pero sabía que la mejor de manera de poder contentar al omega era trayéndole algo de calidad.

- Sé que está rondando por mondstadt desde que supo que había tantos heraldos reunidos - susurró a si mismo, intentando recordar toda la rutina que tenía aquel rubio Salvador de naciones - tal vez debería madrugar, si logro atraparlo a tiempo él podría conseguirlo - siguió murmurando para si mismo, con los puntos de teletransporte y la reputación sabía que para el viajero no sería una odisea conseguir un kimono apto.

Por lo que con una idea más clara, con cierta impaciencia dormito una cuentas horas hasta que sintió que fue la hora correcta para ir hacía el puesto del gremio de aventureros, acechando en espera de que el viajero apareciera o que la voz de la pequeña Paimon hiciera presencia. Para su suerte no parecía ser el único madrugador, con sueño el viajero a muy temprana hora ya estaba reclamando lo que parecían las recompensas de sus encargos, por lo que le pareció buen momento para poder ir a pedir el favor.

No lo iba a negar, fue algo incómodo explicar la situación, aún sentía sus oídos pitar ante los molestos alaridos indignados de la pequeña hada cuando mencionó que iba detrás de Scaramouche, de una manera romántica, parecía estar a punto de lanzar un gran discurso para sermonearlo sobre lo peligroso que era meterse con un fatui, sobre todo con uno que la mano no le tembló al enviar a su muerte a una compañera suya, Aunque para su suerte Aether callo a la de baja estatura aceptando el encargo, por su amistad y por la buena cantidad de mora que prometió.

La impaciencia lo estuvo rondando acechante, consumiendo sus energías mientras esperaba que el viajero volviera, le había dado un pequeño boceto sobre cómo quería el kimono, el único que había sido seleccionado luego de largas horas de sobre pensar en cual era el diseño indicado, decidiendo usar el modelo que uso el día anterior el baladista, agregando detalles especiales, como unas aberturas extremadamente coquetas, lo había notado, al omega le gustaba lucirse y seducir, usar sus curvas a su favor para ganar toda la atención del alfa, y si deseaba usar un atuendo de ese estilo se lo daría, con tal de que su sonrisa estuviera en su rostro, incluso si era cínica y cruel, estaría en paz.

Por lo que, cuando notó a la mata de cabello dorado llegar con la caja salto con algo de entusiasmo que no pudo disimular, caminando a un paso rápido hasta estar cara a cara, agradeció rápidamente, dándole la recompensas correspondiente antes de ir hacía el interior de su hogar dejando al dúo seguir con sus actividades, comprobó que todo en el  vestuario fuera impecable, la tela de buena calidad, cómodo al tacto y encantador a la vista.

Cuando todo estuvo comprobado, sonrió con entusiasmos, enviando a uno de sus hombres a entregar el regalo, quedando así emocionado y en espera de la llegada de la noche, para poder observar que tan bien le quedaría el vestido al omega, pues las medidas no eran exactas, más bien las dio a ojo y calculandolas con el recuerdo bien cuidado en su memoria del cuerpo del fatui.

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Siempre que pienso en Diluc imagino a un novio sereno que no tiene molestia alguna en lo que use su pareja, mientras sea buena persona, no lastime a nadie y se sienta feliz creo que estaría bien hasta con que saliera desnuda.

Siempre que pienso en Diluc imagino a un novio sereno que no tiene molestia alguna en lo que use su pareja, mientras sea buena persona, no lastime a nadie y se sienta feliz creo que estaría bien hasta con que saliera desnuda

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Imagen de referencia al kimono, lo siento, soy un fracaso describiendo ropa.

omega particular, alfa curioso [Diluc/Scaramouche]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora