IV

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Unos golpes en la puerta de su habitación provocaron que sus ojitos se abrieran lentamente e intentara acurrucarse más en su lugar, necesitando del calor de las cobijas, los cuales lo hacían sentir más pequeño de lo que ya era.

-JiMin, cielo. Arriba, debes ir a la escuela. -oyó la voz de su madre provenir del otro lado de su habitación.

-¡JiMin, despierta! Anda, bebé. Te preparé el desayuno. -luego unos pasos en las escaleras y, segundos después, Dominique siendo reproducida nuevamente, una y otra vez.

El rizado siente una mirada sobre él mientras intenta conciliar el sueño nuevamente, y recuerda haberse dormido en plena oscuridad, con el diablo parado frente a su cama, simplemente viéndolo. Le arden los ojos de haberse quedado dormido llorando, y el pitido en su oído le saca de quicio. Pero al menos su alma sigue en su cuerpo.

En cuanto sus ojos verdes se abren, nota una figura de negro sentada en su cama, a su lado. Observó por unos segundos cada anillo en los largos dedos del diablo, notando raros símbolos que apenas relucían. Temía alzar la vista para ver su rostro, pero cuando lo hizo simplemente se encontró con una firme mirada sobre él, y al hombre más hermoso de la existencia con un serio semblante. Intentó no ver sus ojos debido a que el pitido en su oreja aumentaba.

-¿Te asusté? -ambas cejas del arcángel se alzan, y su tono es tan sarcástico que JiMin tiene que morder su lengua con fuerza y recordar que es un ser infernal para no responder de la misma forma.

El rizado negó lentamente antes de suspirar y sentarse en la cama con lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos y aún sentía malestar. Vió nuevamente al diablo, el cual intentaba verlo fijo.

-Buenos días. -dijo éste, y se inclinó hacia el mundano.

La respiración de JiMin se cortó y su cuerpo comenzó a temblar, temiendo por lo que podría pasar. Pero, claro: jamás se hubiese esperado un suave beso en su mejilla de parte del ser más vil del planeta. Aún con la mirada baja, apretó sus labios y se sonrojó, provocando que el diablo sonriera de lado.

-Puro... como el veneno. -simplemente dijo.

-¡JiMin! -unos golpes lo hicieron ver la puerta, y ni siquiera tuvo que voltear para saber que el diablo ya no estaba allí.

Suspiró y se puso de pie, tomando el uniforme de su escuela y yendo al baño luego de haberle avisado a su madre que estaba despierto. Le costó un poco bañarse, desnudarse y saber que el diablo estaba allí, en alguna parte escondido, viéndolo como vino al mundo. Se duchó rápidamente, lavó bien su cuerpo, buscando el sentirse, de alguna forma, bien. No funcionó. Al salir, se secó y vistió.

Los zapatos negros, los pantalones del mismo color, una camisa blanca abotonada y un suéter azul con el logo del instituto. Sus ricitos estaban húmedos, y continuaba con su aspecto de niño muerto. Ya se estaba acostumbrando, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba extraño comentarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener al diablo acechando en donde sea.

Ya habiendo terminado, fue a su cuarto y preparó su mochila con sus deberes. Notó que había cosas que no había terminado, y mientras se lamentaba comenzaba a pensar en una manera de pedirle las respuestas a Park Jimin, su compañero de clase y coro. Subió los escalones del sótano con las correas de la mochila colgadas en sus pequeños hombros, intentó evitar la canción volviendo a comenzar en el tocadiscos de su sala y caminó hasta la cocina, sentándose en una silla, con su desayuno en la mesa y su hermana en una silla del frente.
Luego de que su mamá le diera un beso de buenos días, comenzó a tomar su té y comer el pan con mermelada. Oyó un sonido, pero continuó en lo suyo, hasta que un pedazo de pan fue arrojado a su rostro.

DWTD ; ©YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora