Un día después de haber despertado, estaba fuera. Podría haber salido incluso horas después de haber despertado, porque gracias al arcángel se encontraba en perfectas condiciones, pero a los doctores les resultaba raro aquello, y decidieron mantenerlo en observación por un día más antes de dejarlo ir.
JiMin ya era conocido en aquel hospital debido a las miles de veces que sus padres lo habían llevado, y más últimamente por todo lo sucedido, así que las personas realmente sospechaban algo extraño.
Su familia lucía asustada al principio, cuando comenzaron a hablarle. Apenas lo llevaron a la casa –fue un viaje silencioso e incómodo– lo hicieron estar en la sala, acostarse allí. Llamaron a un sacerdote de la iglesia en donde el padre William también solía estar, y pidieron por él para bendecir la casa y chequear que JiMin no tuviese nada dentro o a su lado.
Así fue: David llegó, bendijo cada lugar de la casa, limpió toda mala vibra – la cual aseguró que había, y mucha–, y también chequeó a JiMin. Éste permitía que hagan lo que quisieran con él, porque poco le importaba.
El día había transcurrido normal. El rizado se la había pasado en su habitación. Al entrar, tan sólo se sentó en su cama y tocó las cobijas, sintiendo la textura de éstas. Intentó recordar cosas profundas, cosas que solían matarlo de dolor, pero no. Nada le dañó el pecho, nada lo hizo tener emociones.
Nada. Pero, aún así, no estaba seguro. Necesitaba una confirmación, porque podía estar en shock. Se fue a dar un baño, se vistió, y ordenó su habitación. Cambió los muebles de lugar, e hizo espacio en la mesa donde hacía su tarea de la escuela, quitando los vinilos escondidos de debajo de su cama y acomodándolos de manera ordenada.
¿Por qué los ocultaría? Ya ni tenía miedo. Luego tan sólo subió a comer, y no tenía hambre, pero lo hizo de todas formas.
Se mantuvo callado mientras los Park intentaban entablar conversaciones alegres, fingiendo que nada había pasado, que todo estaba bien y no habían presenciado muerte, caos. Principalmente, fingiendo no saber el que su hijo menor se había casado con el diablo.
Llegó la hora de dormir, y el sueño no apareció en toda la noche hasta las ocho a.m, cuando finalmente se durmió, tan sólo dos horas. Y estaba cansado, pero no le afectaba como realmente debía afectarle.
No sonó absolutamente nada. Cuando subió a desayunar tan sólo se encontró con su madre, la cual claramente estaba llorando. Su rostro estaba rojo, sus ojos llorosos y sus mejillas húmedas. Se limpió rápidamente la cara cuando vió a su hijo llegar a la cocina: no quería que éste se preocupara pero, de todas formas, no lo hizo.
—Buenos dias, mamá. —dijo, pasando de largo hasta la encimera, preparándose su desayuno.
Buscó una taza, su té y puso agua a hervir antes de buscar el azúcar. Oyó a su madre sorber su nariz. —JiMin... tenemos que hablar. Por favor, siéntate.
El nombrado se giró con el ceño levemente fruncido y asintió antes de volver a girarse. —En un minuto, mamá. Tan sólo me sirvo el té, y hablamos.
—Bebé... necesito que hablemos ahora. —sollozó, tapando su rostro y nuevamente comenzando a llorar en silencio.
JiMin ni siquiera se inmutó. Como si su madre no estuviese allí, incluso tarareó mentalmente una canción de Elvis Presley, alejando la tetera del fuego y sirviendo el agua en la taza, tomándola y yendo hacia una silla, sentándose y suspirando antes de comenzar a revolver el té.
—Te escucho.
Eunji lo observó con el ceño levemente fruncido, volviendo a limpiar sus mejillas. Se extrañaba de su hijo, el que éste no haya corrido a preguntarle si le había sucedido algo. No lucía preocupado, hasta lucía desintegrado. Ignoró aquello y se sentó frente al rizado, observándolo fijo antes de tomarlo de la mano, provocando que éste la observara.
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DWTD ; ©Yoonmin
FantasyEs 1967 y JiMin está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos molestan. Ya cansado de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras riendas a escondidas. ¿Qué tan mal podría irle si recurriera al Diablo? ¿Qué tan rápido le oiría éste? Es...