Encuentro

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Su suerte no era la mejor. La promesa de algo de efectivo para solventar sus deudas fue bastante tentadora. Además, sino lograba sobrevivir en aquel juego, tampoco lo haría en el exterior gracias a las amenazas de muerte precisamente por no saldar todo lo que debía.

Así es como terminó en ese juego, con la esperanza de salir de ahí, aunque sino lo lograse tal vez aquello sería también un alivio.

Comenzaron bastantes concursantes y escuchó de un grupo que aquel juego se había realizado con antelación en Corea. Habían rumores de que viajaban por el mundo de manera anual, en busca de personas con deudas que a nadie le importaría si desaparecían.

Aquella descripción encajaba perfectamente en él y eso le dolía.

No tenía familia, no tenía amigos, no tenía un trabajo y le habían echado del lugar donde vivía por no lograr solventar la renta. Se dedicaba a pintar, pero eso no ayudaba en nada cuando se trataba de pagar las cuentas.

— En breve les diremos las reglas del siguiente juego. Terminen de formar sus equipos.

Se escuchó el altavoz. Muchos equipos ya se encontraban formados, por lo que seguramente le enviarían a uno incompleto y por ende, más débil.

Débil.

Igual que él.

Se sentía ahí dentro igual de solo que en el exterior. Nadie quería hacer equipo con él, ¿quién le aceptaría?

Sobrevivió al primer juego, ya que era de los últimos y la mayoría de los cuerpos de las personas de enfrente le cubrieron de las balas al ser tan pequeño. Sólo bastó ser rápido en los últimos segundos para poder ganar y él tenía práctica escapando de bravucones.

El segundo lo pasó gracias a que alguien más grande le empujó a la fila de la figura del panal de abeja circular, por lo que únicamente mordisqueó las orillas de la galleta. Con cualquier otra figura tal vez ya estaría muerto.

Durante el motín que hubo esa noche, no recordó nada. De repente cayó dormido y al despertar por las cegadoras luces de las lámparas, observó a muchos concursantes muertos y él entre una pila de colchones de las literas. Tal vez lo que lo salvó fue que alguien le confundiera con una pila de sábanas, lo noqueara el golpe y nadie le prestara atención.

¿Acaso todo era una broma del destino? Parecería suerte seguir vivo, pero sólo se alargaba su agonía.

— Dos minutos.

El altavoz volvió a sonar. Ya sólo quedaban unos cuantos equipos incompletos y a cualquiera que se acercara para preguntar si podía entrar, fingían no escucharle.

— Nadie quiere hacer equipo conmigo, porque soy pequeño y débil... — Murmuró. De todas maneras nadie parecía escucharle. Seguramente si quedaba fuera, le dispararían o sólo estaría en un equipo próximo a morir.

— Yo haré equipo contigo.

Escuchó una voz. Observó a todas partes, nadie le miraba. ¿Su mente estaba jugando también con él?

— Aquí...

Otro murmullo.

Posó la vista en un guardia que sostenía un arma en caso de que alguien causara problemas. No podía ser él, se supone que ninguno hablaba con los concursantes.

Pero observó que se retiraba un poco la máscara. Al ser un guardia, tenía la imagen de un triángulo, los asistentes que ayudaban a dar comida tenían un círculo y el que explicaba el juego era un cuadrado.

Aquel triángulo dejó mostrar un poco de su rostro, hasta que notó la mitad de él. Estaban tan apartados de los demás que nadie se percató de su acción.

Observó sus facciones, era moreno, cabello castaño, barba de candado y ojos color chocolate, era... bien parecido. Pero se aterró porque si les descubrían seguramente matarían a ambos. Aunque... ya no tenía ninguna opción.

El guardia volvió a hablar. — Yo haré equipo contigo y te ayudaré a ganar. — Le tendió un pequeño papel doblado. — Léelo en el ascensor y después cómete el papel.

Descendió su máscara y volvió a empuñar su arma.

¿Debía confiar en él? Después de todo, hasta ahora nadie más le había ayudado.

¿Debía confiar en él? Después de todo, hasta ahora nadie más le había ayudado

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