Esperanza

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Le asignaron a un equipo incompleto. Ninguno hablaba entre sí, se sentían igual de derrotados que él.

Fueron enviados a otra parte, donde sería el lugar del juego. Cuando les explicaron en que consistía en halar la cuerda y al ver la altura de las plataformas, sabía que moriría así.  Tembló de inmediato, aterrado. No tenía nada de fuerza.

Cuando les eligieron para jugar y les llevaron a los elevadores, leyó la hoja. Eran una serie de instrucciones simples en forma de lista. Las leyó rápidamente y habló en voz alta para que su equipo obligado les escuchara. Al parecer le notaron seguro, pues nadie objetó. Lo que Steve decía tenía sentido. Era una buena estrategia para ganar incluso sin fuerza.

Antes de salir, hizo caso de lo que el guardia le había pedido, comerse la hoja para no dejar ningún rastro.

Comenzó a ordenar a cada miembro del equipo de manera que al ser encadenados a la cuerda, tuviesen la fuerza en conjunto necesaria para ganar.

Por suerte el otro equipo se veía igual de débil que ellos.

Se colocaron en posición, sosteniendo la cuerda también debajo del brazo. Resistieron los primeros segundos y halaron. El equipo contrario cedía hasta que ya no pudo resistir más y cayó.

La cuerda fue cortada, dejando a su equipo fuera del arrastre.

Una alarma sonó, era el turno de los siguientes.

¿Habían ganado?

Estaban vivos y ninguno lo podía creer. Le agradecieron a Steve y le hacían cumplidos. No lo podía creer. Todo había funcionado y tal vez ya tenía algunos amigos en ese lugar.

Les guiaron de vuelta al ascensor después de quitarles las esposas.

Antes de entrar, un guardia se acercó, dejándole detrás de la fila mientras les escoltaban de vuelta a los dormitorios. Suponía que era el mismo de antes y quería decirle algo.

Después del ascensor, les llevaron a unas escaleras de colores que ya conocían, pues eran la conexión entre cada juego.

En ese momento, el guardia le empujó un poco fuera de la vista del resto mientras los gritos del juego que continuaba retumbaba por las paredes.

— Hey... quería agradecerte por lo que hicis... — Le acalló la mano del guardia.

— No tengo mucho tiempo. Hoy habrá otro motín. Escóndete en la misma pila de anoche, hay un hueco ahí. No hables con nadie, ellos no son tu equipo. — Le escondió algo en el bolsillo de su pantalón y le empujó de vuelta para que alcanzaran al resto escalones abajo.

Steve se sentía confundido, pero debía confiar, aún cuando a los que les ayudó a ganar le querían hablar amistosamente. En cuanto el resto de sobrevivientes se les unió y apagaron las luces antes de siquiera brindarles algo de alimento o bebida, no lo pensó y se lanzó rápidamente a donde se encontraba la misma pila de colchones de la noche anterior.

Con las manos tocó la pared, hallando una grieta tan pequeña que sólo cabría él al ser el más pequeño de todo el juego.

Se encontró entre la pared, entre polvo y telarañas.

Comenzó a escuchar gritos. Habían iniciado otra matanza.

Quiso pensar en algo más, se sintió muy afortunado de estar inconsciente la noche anterior para no tener que oír nada de esa carnicería.

Recordó revisar lo que sea que el guardia hubiese guardado en su pantalón. Metió la mano al bolsillo, era esponjoso y algo aplastado. En seguida notó una servilleta de papel y la desdobló, olía dulce. Era un pan. Su boca comenzó a salivar, hasta entonces se percató del hambre que tenía. Nadie había comido ese día, seguramente para hacerlos pelear entre sí.

Mordió el panecillo, tenía mermelada dentro y trozos de fruta. Era delicioso y el azúcar le daría energía.

Se recargó más en su diminuto escondite y golpeó algo que le asustó. Era un cilindro. Lo palpó, notó que era una botella. La abrió y era agua. Bebió con mucha sed. Se sentía muy agradecido con ese guardia.

¿Por qué lo salvaría así?

Aún se escuchaban gritos.

Se sentía cansado.

Debería intentar dormir hasta que las luces aparecieran o los gritos cesaran.

Debería intentar dormir hasta que las luces aparecieran o los gritos cesaran

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