La Propuesta

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Tembló de nuevo. ¿Tony hablaba en serio? No sabía qué hacer, se sentía inmóvil.

— No... tengo nada para darte... — Susurró al fin.

El castaño rió. — En eso estás muy equivocado, pero primero quiero mencionarte el premio. — Tony se alejó, acomodándose de nuevo en el sofá. Steve le miró ahora con curiosidad.— Renunciaste al premio del juego al obedecerme, pero puedes tener uno mucho mejor si aceptas lo que tengo planeado.

Steve estaba a punto de preguntar, pero en ese momento escuchó a alguien tocar la puerta. Tony se levantó y accionó un botón, parecía ser un intercomunicador.

— Señor, el juego ya terminó. — La voz aguardaba afuera. Podía ver la sombra de sus pies.

— Volveré para las últimas dos rondas con el resto de los VIP's. — Respondió el castaño con total tranquilidad.

— Sí, señor.

Las sombra se marchó. Era cierto que estaba seguro con Tony. — Eres... ¿un guardia o... ?

— Un VIP. — El castaño habló de nuevo en calma. — Y si me disfracé como guardia, fue por ti, Steve. En verdad me gustas. Sería una pena verte morir. Es por eso que quiero que seas mío en todo sentido. No tendrás una deuda o volverás a preocuparte por dinero, nunca más. — Se inclinó para tomarle de nuevo por la barbilla y lamió sus labios. El rubio se sentía sin aliento, como si fuese a derretirse. — Sólo tienes que entregarte a mí. Sino aceptas, te regreso a tu vida y esto será sólo un sueño.

Acarició su cabello dorado. Tony se sentía fascinado por Steve.

El rubio lo pensó. Volver a su vida y ya. Una vida llena de deudas, sin hogar, sin futuro, solo...

— Y vas a... ¿jugar conmigo? ¿herirme? — Steve esperaba que no le estuvieran preparando algo peor que los juegos.

El castaño negó.— Sé que mi palabra no basta, así que tengo este contrato para ti. — Tomó de nuevo la tableta y abrió un documento. — Léelo. Toma tu tiempo.

Se levantó y comenzó a retirarse su uniforme de guardia para cambiarlo por ropa formal.

Steve miró discretamente, Tony era musculoso y... atractivo... Volvió la vista al documento.

En él se encontraba información de Tony, su compañía, sus estados de cuenta. Era billonario.

Después el contrato que lo empleaba como "asistente". Su horario era indefinido. Sus labores eran indefinidas, pero una cláusula especificaba que algunas tareas eran físicas y siempre desde su consentimiento. Al leer aquello se sonrojó, pues sabía a qué se refería.

Las prohibiciones incluían el ponerle en riesgo. Los beneficios incluían un monto enorme de iniciación que saldaría su deuda, seguro médico, transporte, viáticos y un salario con cinco ceros al mes.

Todo parecía perfecto.

Tony se encontraba vestido con un traje muy costoso, perfectamente peinado y observándole ahora con una copa de vino. — Firma cuando estés listo.

Continuaba sonrojado. Se sentía mareado, no debía pensarlo demasiado, pues le estaban ofreciendo salvarle la vida. Sería muy tonto sino aceptara.

Firmó.

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