Pareja

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Despertó por el altavoz que mencionaba los números de los concursantes muertos. Salió de su escondite y observó cómo retiraban los cuerpos. Muchos también lograron esconderse, así que no era extraño que apareciera de la nada una vez más.

Se levantó de la pila de colchones y caminó para formarse a recibir el minúsculo desayuno que les proporcionaron.

Comió alejado de todos. Para ese momento muchos también desconfiaban entre sí.

Les llevaron a otra sala para explicarles que el juego sería en parejas. Los concursantes restantes tenían un número impar, alguien sobraría y de nuevo se sintió en pánico.

Antes de buscar a una pareja, el guardia de antes se acercó y susurró. — Finge que estás herido.

— ¿Qué? — Estaba muy asustado, moriría sino jugaba.

— Sólo finge. No consigas otra pareja, yo estoy contigo.

Se alejó.

¿Por qué diría eso? Además no tendría sentido mantenerle con vida si le dejaría morir ahora.

Su cabeza le decía que no confiara, que era absurdo. Pero hasta entonces ese guardia le dio esperanza.

Tenía los ojos llenos de lágrimas, se sentía suicida. Dobló un poco el pie para fingir estar herido. Cualquiera que se le acercara, en seguida veía su expresión de agonía y su pie, entonces se marchaba.

Los minutos transcurrieron. Todos tenían pareja. Menos él.

Se los llevaron, escoltados al siguiente juego. Se fueron los guardias tras ellos, excepto dos.

— Yo lo llevaré. No causará problemas estando así.

Era la voz del guardia que conocía. El otro asintió y se fue.

Le siguió. ¿Quería matarlo él mismo? ¿Torturarlo? ¿Por eso lo mantuvo con vida hasta entonces?

No pudo evitar derramar algunas lágrimas.

Le llevó a un corredor oscuro. Habían luces tenues. Los pasillos estaban desiertos. Parecía un mundo completamente diferente y... lujoso.

¿Lo querían para que gente rica lo matara personalmente y no en el juego?

Quería desaparecer.

Lloró aún más. No sería capaz de luchar.

— Hey, ¿por qué lloras? — El guardia se retiró la máscara y le miró a los ojos. Era más alto, por lo que le tomó por la barbilla para que alzara el rostro. Volvió a encontrarse con sus ojos color chocolate. — Estás a salvo ahora.

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