Pesadillas

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Esa tarde las cosas no pudieron ser mejores. Los tres amigos tuvieron un momento de lo más entretenido y simple.

Kris sugirió ir a su casa. Toriel estaría feliz de conocer al tercer amigo del Equipo Divertido y no estaba equivocado. Si bien su madre tuvo un gran impacto por el parecido físico de Ralsei con casi toda su familia, amablemente los dejó descansar, feliz de ver a su hijo menor de tan buen humor.

Susie se ofreció para hacer la tarta de caramelo que le había enseñado su maestra para la cena... Todo se veía bien; comieron tranquilos riendo y contando anécdotas de sus viajes, las más bizarras, mientras la mujer les escuchaba divertida y de vez en cuando agregaba un chiste fácil que hacía reír mucho al príncipe, aunque incomodaban un tanto a Susie, a la que le parecían un poco malos, pero se reservaba opiniones.

Pero la noche tenía otros planes, y pronto el dolor y la incertidumbre volvieron a gobernar el corazón de Kris.

Los tres descansaron en el gran sofá de la sala de estar. Susie se acomodó cayendo rápidamente rendida y Ralsei, con mucha timidez, pidió un abrazo a Kris, para conciliar el sueño, acomodándose cerca del hombro del humano, que miraba la escena con profundo cariño, mientras los ojos le pesaban cada vez más.

Dormido tuvo un pensamiento oscuro:

"HAS OLVIDADO SELLAR LA ÚLTIMA FUENTE"

En su ensoñación, se hallaba en el salón del trono del Castillo Oscuro, mirando como se alzaba hacia el cielo infinito el gran géiser que daba vida a ese mundo. Un sentimiento amargo inundó su mente. ¿Realmente está mal hacer esto? Para acabar con todos los sucesos extraños que aún quedan y volver el clóset a la normalidad, ESTO ES NECESARIO.

Sin embargo, podía sentir los débiles ronquidos del príncipe quien estaba pegado a su lado y su angustia empezó a crecer.

-No necesito hacerlo. Ya cumplí con todos en este pueblo. Todos tienen un final digno y feliz, incluso yo. Ya estamos en balance ¿no?-dijo en su sueño ante aquel pensamiento.

Sin embargo una siniestra voz le contestó en la lejanía:

TU DEBER, QUERIDA VASIJA, ES ACABAR CON ESTA ANOMALÍA.

A Kris se le congeló la sangre y pegó un salto involuntario sobre el sofá, que sobresaltó al pequeño, quien se incorporó para entender que estaba pasando.

Kris gritó en medio del salón con los ojos aún cerrados: -¡Tú ya no tienes control sobre mí!. Nadie más aparte del príncipe pareció escucharlo.

-Kris, Kris despierta...- pronunció preocupado Ralsei, colocando suavemente su mano en una de las mejillas de su amigo, para despertarlo; al hacer eso comprobó que muchas lágrimas caían desde sus ojos.

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